La vigencia de los Partidos Políticos es directamente proporcional a su capacidad para establecer y abrir los suficientes canales de comunicación con la sociedad, de ir más allá de sus propios límites y rebasar sus discusiones internas para escuchar, sentir, interpretar y sobre todo representar con legitimidad al pueblo, al electorado que decidirá con su voto, su permanencia y fuerza como Partido.
Entendemos que UN PARTIDO POLÍTICO DEBE SER LA RESPUESTA A LA NECESIDAD DE CONSTRUIR UNA ALTERNATIVA VIABLE QUE RESUELVA EN TÉRMINOS PACÍFICOS EL EJERCICIO DEL PODER POR LA RAZÓN Y LAS IDEAS, debe ser la respuesta indispensable para dar paso a la paz social y a la estabilidad política, estableciendo los factores determinantes para unificar y orientar hacia el desarrollo del País.
Su propósito fundamental, debe ser el de otorgar vigencia a las instituciones e instaurar la democracia en el marco de un acuerdo social que propicie la convivencia armónica y civilizada, privilegiando el estado de derecho y la gobernabilidad del país.
Por ello es preciso que hagamos una reflexión de lo que en materia política ha sucedido en los últimos cincuenta años; les aseguro que no hay necesidad de hacer crónica de nada, bastará con que veamos las cifras en los procesos electorales para sacar como conclusión de que el ciudadano mexicano ya no cree en absolutamente nada de lo que prometen los candidatos, el abstencionismo es una especie de grosería a tanta mentira que se vierte en las campañas.
El mexicano reflexivo pretende a través de su voto razonado expresar su rechazo al poder centralizado y a las políticas impopulares e imposición de candidatos; a través del sufragio demanda que los Partidos Políticos sean alternativa real de poder en un sistema plural, exigiendo su adaptación y transformación a la nueva realidad.
Pero ese mexicano reflexivo se cansa de esperar lo que no llega y es entonces cuando en la materialización de su molestia, opta indebidamente por no votar, sin darse cuenta que con ello beneficia precisamente a lo que menos quiere.
Hoy lo aspirantes de todas las corrientes políticas ya empezaron a moverse, y se tratan de vender como “la mejor opción” por ser los mejores posicionados, no obstante que en épocas no electorales jamás hayamos sabido de ellos y de repente se aparecen de las sombras del pasado; la pelea por el hueso costará muchos millones de pesos, lo que equivale tirar a la basura escuelas, centros de salud, obra pública, es decir, tirar dinero materialmente a la basura, pues no se observará un beneficio real para la sociedad; ¡abstencionismo a la vista!
¿Qué ha pasado de aquel anhelo social llamado democracia pura?, nada, absolutamente nada; la sociedad no ha encontrada en los actores políticos ninguna señal de querer adaptarse a esa realidad vehementemente anhelada, seguimos inmersos en una desesperada lucha del poder por el poder mismo, y que cuando más nos acerquemos a la fecha de las elecciones, esa lucha se hará más cruel, mas injuriosa, y en medio de este entuerto, inexorablemente quedará el electorado que no olvida.
Por ello, todo aquel que aspire a representar a la sociedad, no debe olvidar la voz del pueblo, que exige representantes que sepan cumplir sus compromisos, que sean vehementes críticos pero respetuosos, representantes que fortalezcan la capacidad de gestión social, representantes con un compromiso absoluto en el combate a la corrupción, representantes que no se olviden de la sociedad que los ha llevado al cargo, pero sobre todo, representantes que se comprometan a preservar el estado de derecho y a no prescindir de sus valores.
Que no olviden que su obligación y compromiso es para con los más desprotegidos, los pueblos indígenas, las clases medias populares, los campesinos, los obreros, los jóvenes, los niños, los adultos mayores y las mujeres; los grupos más vulnerables de la sociedad mexicana. Y que no se confundan pensando que ese principio debe estar peleado con la inversión, con la iniciativa privada, al contrario, deben armonizarse en un sano complemento en beneficio de la sociedad que representan.
Estoy seguro que en sus respectivas campañas todos los candidatos se comprometerán hasta de lo imposible con tal de ganar la simpatía de los ciudadanos, pero lo más recomendable para ellos es que se olviden de ofrecernos ilusiones que no podrán cumplir, ¡despierten señores candidatos! y dense cuenta que ya no nos chupamos el dedo, porque si insisten en promesas que solo un ingenuo les podrá creer, los que se quedarán chupando el dedo serán ustedes.
Las palabras se las lleva el viento, pero mi pensamiento escrito está.