Belén.- El revuelo de ambulancias y vehículos policiales ante la puerta de Jaffa, el principal acceso al recinto histórico amurallado de Jerusalén, en la víspera de la Nochebuena acabó de espantar a los escasos visitantes de la Ciudad Vieja. Las callejuelas se quedaron mudas tras un ataque que se saldó con dos israelíes muertos y otro herido, y sus dos agresores palestinos abatidos a tiros por las fuerzas de seguridad.
Fue sólo un eslabón más en la rutina de apuñalamientos que en los últimos tres meses ha desencadenado la mayor ola de violencia en ciudades de Israel y Palestina desde el fin de la segunda Intifada, hace ya una década. El destello de luces y ornamentos navideños ante la basílica de la Natividad de Belén o en el barrio cristiano de la Ciudad Santa apenas pueden ocultar el vacío de los bazares ni la pobre ocupación en el negocio de la hostelería. La escalada de atentados parece haber arruinado ya la principal temporada turística en la cuna del cristianismo.
Con las negociaciones para buscar una salida al conflicto suspendidas desde hace casi 20 meses, y con uno de los Gobiernos más conservadores y nacionalistas de la historia al frente del Estado judío, la violencia sigue golpeando de lleno sobre la vida cotidiana en Tierra Santa.