El ciclo

Sabía que la relación con su pareja no estaba bien, había fragmentos de alma y corazón que se habían derrumbado, y que por más que trataba de acomodarlos no encajaban por alguna razón.

Lo que más recordaba de su pareja era la química sexual, aquella que solo se siente por algunas personas, con aquellas en donde todo encaja a la perfección, el suspiro, el toqueteo, las posiciones, los abrazos y los besos.

Pese a que estaba en el camino a soltarlo, en especial estos recuerdos retorcidos, eróticos y candentes no se querían ir, más bien no los dejaba ir; y por esta simple razón, después de tres meses separados decidió solicitar un último encuentro, en representación de un cierre de ciclo.

Lo pidió temerosa y apenada, y le fue concedidos aunque con trabas y resistencia, mismas que desaparecieron con la fricción de los cuerpos, la unión de los labios y el recorrer de las manos; y terminó con un “es la última vez”.

Satisfecha a medias, por la advertencia de las últimas palabras, prosiguió su camino hacia la sanación, el reencuentro con sí misma, y el vislumbramiento de nuevas oportunidades y experiencias.

Había pasado un par de meses, en donde el olvido era mas inminente que antes, que la ex pareja volvió a tocar a su puerta, con un pretexto estupido respecto a cosas personales olvidadas en esa casa.

Después de entregadas, susurró con voz de miedo al rechazo – “¡yo te concedí un cierre de ciclo, ahora me lo puedes dar a mí?” – una mirada burlona salió de la mujer para responder – Dijiste que era la última vez – replicó aún angustiado – Si, lo sé, pero necesito cerrarlo.

Era la revancha tan esperada por la mujer, su orgullo y autoestima eran suficientes para contestar “no”, pero aceptó, posiblemente sus ganas y esa química la impulsaron a decir “si”.

Los meses siguieron transcurriendo, ella en su camino hacia el reconocimiento y felicidad propia, aunque en momentos viene a su mente fantasías en las que vuelven a tocar su puerta para pedir otro cierre de ciclo.