UN INFIERNO BONITO

JORGE “EL CHALE”

En uno de los barrios mineros, que se encuentra pegado a las faldas del cerro de “La Palma”, hay todo tipo de borrachos: los tranzas, peleoneros y golpeadores de sus viejas; pero en esta ocasión vamos a conocer al “Chale”, uno bien grandote y mamado, que tenía los ojos de rendija de tantas briagas que se ponía. Cuando andaba muy chupado, le brincaba la canica y descontaba a sus compañeros de parranda, un día quiso hacerlo con “El Gallinazo” y este lo desmadró, “El Chale” nunca pudo olvidarlo y un día lo esperó en el callejón:

  • Ora si “Gallinazo”, vamos a darnos en la madre, ese día me agarraste briago, ¡pero ahora veremos de que tigre salen más rayas!
  • ¡Como quieras güey, a mí no me apantallas!
  • Se quitaron la chamarra y bailando como boxeadores profesionales, se aventaban golpes sin pegarse ninguno. Se movían a los lados haciendo fintas, y la cabeza la movían para que no se atinaran los madrazos.
  • ¡Órale, ¿no qué muy bueno?!

Como Gallos de pelea, se enfrentaban aventándose patín y madrazo, cuando de momento llegó “La Güera”, la mujer del “Gallinazo” y se le aventó al “Chale”, jalándolo de las greñas, doblándolo hacia atrás, mientras que “El Gallinazo” le dio un madrazo en el mero hocico, hasta la sangre le brotó escandalosamente y le voló unos dientes. Eso hizo enfurecer al “Chale” que volteó a ver a “La Güera” y le dijo;

  • ¡Usted no se meta, pinche vieja babosa! En estos momentos se le va a parecer el diablo encuerado en un callejón sin salida. “El Chale” le plantó una cachetada tan fuerte, que a la señora hasta la cabeza se le volteó, cayó y dio varias vueltas en el suelo.
  • ¡Ay, maldito!

La señora se le fue encima con las manos adelante, le clavó las uñas en la cara, sacándole los pellejos, le dio una patada en los bajos, que lo hizo que se revolcara como tlaconete cuando le echan sal. La gente se comenzó a juntar y entre varios cuates se llevaron al “Chale”, porque daba pasitos como de viejito, se veía que no podía continuar.

Lo metieron a la cantina, le dieron una cuba bien cargada, para que se repusiera. Poco después se siguió por su cuenta, y cuando se había tomado varias, se armó de valor, fue a la casa del “Gallinazo” y le gritó a todo pulmón:

  • ¡Ora, si! ¡Pinche mono cilindrero, vengo directo a ponerte en toda tu madre!

“La Güera”, trató de calmarlo:

  • ¡Ya señor “Chale”, no le busque ruido al chicharrón, mi viejo está que se lo lleva la grosería, ayer se quedó picado y le puede ir muy mal, de un momento a otro va a salir repartiendo madrazos y ¡sálvense quien pueda!
  • ¡Cállese pinche vieja oxigenada! Ya la tengo apuntada en mi lista negra, después de desmadrar a su viejo, sigue usted.

“El Gallinazo” andaba ya borracho, sus cuates, después de la pelea, se lo habían llevado cargando a su casa, andaba tirando en el suelo, en cuanto oyó ruido en la puerta, se levantó y salió de su casa, caminando como soldado, le dijo a su vieja:

  • ¡Hazte a un lado vieja, que van a volar pedazos de “Chale”, le voy a demostrar a este jijo del siete, quién es el rey de la selva. 

Su señora trataba de agarrarlo y le gritaba que ya estaba bueno.

“El Gallinazo” le dijo a su mujer, “órale, los hombres a la cantina y la mujer a la cocina”.

  • ¡Va parejo! Tú y yo solos, “Gallinazo” que no se meta tu vieja, este es pleito de hombres.

Y nuevamente los dos se enlazaron como cangrejos,  se daban madrazos secos, en la cara. Luego se abrazaron tratando de tirarse al suelo. “El Chale” logró agarrar de las greñas al “Gallinazo”. El hizo lo mismo y los dos rodaron por el suelo, tratando cada quien de levantarse, se tiraban con el puño cerrado, hasta que “El Chale” logró darle uno al “Gallinazo” en el mero ojo y un cabezazo que lo dejó quieto. Aprovechó el desconcierto para darle de patadas y le dijo:

– ¡Pídeme perdón delante de todos los pinches mirones!

“El Chale” lo levantó de la camisa y le dio otros madrazos en el hocico. “El Gallinazo” estaba sangrando y tenía un ojo cerrado y el otro a medio abrir, le dio un aventón y “El Chale” cayó como costal de papas. “La Güera” no daba crédito a lo que veía, y en vez de auxiliar a su viejo se enfrentó al “Chale”:

  • ¡Ahora vas conmigo, güey!
  • ¡Cálmese señora! Yo no peleo con viejas, hace rato cuando me jaló de las greñas, no quise lastimarla, me cae, pero no le busque ruido al chicharrón, que estoy como agua para pelar pollos.
  • ¡Muy valiente! ¿No? Atórele, vamos a aventarnos un cayito A ver si como ronca duerme, infeliz. 

Se le puso enfrente, lista para soltarle un madrazo:

  • ¡Ahí sí me rajo! Yo con viejas, aunque sean machorras, no le entro.

“El Chale” se dio la vuelta, la señora lo alcanzó y le dio una cachetada tan fuerte que por poco lo tumba.

  • ¡A mi viejo lo agarró descuidado, pero yo le voy a enseñar que aquí en Pachuca hace aire!

La señora le boxeó, le hizo la finta de tirarle arriba y le pegó un gancho al hígado, “El chale” se dobló haciendo gestos y poniéndose la mano en el hígado, donde le había pegado, le dijo:

  • ¡Usted así lo quiso, señora!

“El Chale” levantó el brazo como matador de toros, y con el puño cerrado, la tiró, pegándole en medio de los dos ojos. La señora se fue para atrás, cayendo sentada, el cuerpo le ganó y dio la maroma, levantando las patas, hasta se le vieron los calzones. Fue tan grande su coraje, que agarró una piedra de tamaño regular y se la aventó con todas sus fuerzas, con tan mal tino, que se fue a estrellar a la cabeza de su viejo, que en esos momentos se levantaba, volviendo a caer noqueado. “El Chale” se alejó del lugar y “La Güera” fue a auxiliar a su marido.

  • ¡Viejo! Háblame por favor.

“El Gallinazo” se quejaba muy débilmente.

  • ¡Ay!

Corrió a pedir auxilio a los vecinos, entre varios lo metieron a su casa, y dándole remedios caseros trataban de que volviera en sí. “La Güera” se paseaba nerviosa como león enjaulado y decía en voz alta:

  • ¡Pinche “Chale”! Pero me cae que me las va a pagar.

Luchita, su comadre, trataba de calmarla sobándole el lomo.

  • ¡Ya comadrita, ya! Contrólese, mi compadre se salvó, está platicando con mi viejo.
  • ¡Es que no es justo comadrita! “El Chale” nos agarró descuidados, usted vio cómo madreó a mi viejo.
  • Si comadrita, pero también vi que usted le aventó la piedra en la cabeza a mi comadre.
  • Pero fue sin querer, por darle al violín, le di al violón.

“El Gallinazo” se levantó y fue a platicar con su vieja.

  • ¡Ay vieja! Al sentir el piedrazo a media madre, sentí que se me cayó la barda, vi muchas estrellitas y luego todo negro.
  • Perdóname viejo, se me pasó la mano. Pero vamos a hacer un plan para rajarle la madre al “Chale”.
  • Nada más que me reponga, hablamos.

Durante un mes “El Gallinazo” no salió de su casa, cuando se alivió, lo primero que hizo fue ir a buscar “Al Chale”, regresó todo golpeado y le dijo a su vieja:

  • ¡Me volvió a madrear!

Al pasar el tiempo “El gallinazo” y su vieja, hicieron compadre “Al Chale”, comprendieron que, si no puedes madrear al enemigo, únete a él y desde esa fecha en adelante, “El Chale” y “El Gallinazo” formaron la pareja atómica. En el barrio no hay quien les rompa la madre.

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