Ya no más improvisaciones…

El proceso electoral ya está a la vuelta de la esquina, y los problemas sociales ya los tenemos sobre nosotros: economía, pandemia, educación, todo ello brutalmente carcomido por el necesario encierro en que nos encontramos; y ahora, un nuevo problema, lidiar con la marabunta de propaganda política en donde sin el menor escrúpulo los candidatos esparcirán sus promesas, y siempre aderezadas con el denuesto infaltable.

Las baterías ya han sido cargadas, los cañones están apuntando a su objetivo, los precandidatos primero y los candidatos después, comenzarán a disparar en su campo de batalla, y, ¡A PROMETER SE HA DICHO!, dará comienzo la historia de siempre, ellos, los candidatos, ya saben el camino y nosotros lo damos como un valor entendido. Sólo espero que no se les vaya ocurrir el llevar a cabo las acostumbradas reuniones previamente concertadas, en donde se estilaba el hacerles a los candidatos un sinnúmero de planteamientos, y ellos, a prometer la gestión que tal vez en años no veremos llegar, pues hoy entiendo que, si cumplen su palabra, se quedarían sin elementos de promesa para la siguiente campaña.

Ya no necesitamos promesas, bastantes de ellas hemos tenido en el pasado, nuestra nefasta realidad exige gente con compromiso social, que tenga el valor y la sapiencia para enfrentar el negro futuro que se avecina, pues queda más que claro que una vacuna ayuda, pero no es la solución para el resto de los problemas.

Por ello es que entiendo la razón del porqué los Partidos Políticos siguen obstinados en solo resolver su futuro inmediato, pues sabemos que el conseguir votos a como dé lugar, representa seguir viviendo del presupuesto, con todo y lo que ello representa. Lo que aún no entiendo es el por qué los ciudadanos seguimos cayendo en el garlito, defendiendo lo razonablemente indefendible, apoyando una y otra vez a aquellos que estoy seguro nuestra inteligencia nos dice que no tienen mucho o a veces nada para cumplir.

Los Partidos Políticos con sus candidatos nos siguen ofreciendo cuentas de vidrio, con gente que aún y con todo el derecho de participar en la contienda, es obvio que no cuentan con las tablas ni el perfil para estar y sostener con dignidad un encargo público. Entendamos que no es momento de improvisar; el paquete que tenemos enfrente es muy grande, y por ello debemos pensar en aquellos que no les dé miedo enfrentar la problemática y aparte, tengan el talento para expresar sus ideas con bases jurídico-científicas, pues de lo contrario, en caso de que su fama los lleve a ganar un proceso electoral, lo más seguro es que se convertirán en unos convidados de piedra.

Llegando al puesto a donde su fama y la estrategia política los llevó, habrán cumplido con su objetivo, o sea, lograr que el Partido que los postuló siga en el presupuesto, aunque sus resultados de gestión normalmente se queden en planeaciones que difícilmente aterrizan, pues en buena parte de los casos, su incapacidad los pierde y son absorbidos de inmediato por las telarañas de un sistema burocrático que le proporciona privilegios y buena vida, y por lo general, el candidato ganador que en campaña se ensuciaba los tenis nuevos en sus recorridos casa por casa, pocas veces se vuelve a presentar a las comunidades que le dieron el voto confiando en sus palabras huecas de contenido del discurso de campaña.

Estoy convencido que los ciudadanos no queremos campañas de promesas, tampoco queremos campañas llenas de guerra sucia o fuego amigo; no buscamos que nos digan que estamos jodidos (eso lo sabemos) y nos damos cuenta de ello todas las mañanas y lo sufrimos todas las noches; lo que los ciudadanos queremos son proyectos viables y no atole con el dedo; no nos engañen con castillos en el aire, pues no olviden que “ante el vicio de engañar…ya comienza a despertar la virtud de estar atento”.

Las palabras se las lleva el viento, pero mi pensamiento escrito está.

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