HACIENDO CUENTAS…
Este virus terrible
a muchos nos encierra,
pone muros de miedo
y somos presos viejos
porque más que temores
nos encierran los años,
los cometas gastados,
los peces que se fueron
en marcha de oro y plata,
campanas del recuerdo
del niño que se escapa
de nuestra vida
y se convierte en hombre,
por caminos de dulces
y en casos de amargura,
porque eso es nuestra vida
vereda en sube y baja
con trampas y alegrías
la vida… nuestra vida.
Y aquí desde el encierro
mientras las horas pasan,
vamos haciendo cuentas
del camino y los años,
y en el mapa del cielo
hacemos suma y resta
de lo que es nuestra vida…
Son años de camino
en que el destino quiso
que en una fuente fresca
adornada de un ángel
encontrará unos ojos,
que desde hace mucho tiempo
iluminan mis pasos,
estrella que señala
el norte de mi senda,
corazón que repica
en mi oración de “gracias
hermosa, siempre hermosa
compañera de vida”.
Y después nuestros hijos:
una niña de hierro,
espada del milagro
sin temor a huracanes,
vencedora de miedos
voluntad de batalla,
certeza de camino,
sabiduría de viaje,
mano que nos levanta;
voz que alienta la senda,
ejemplo de viajera
sin temor al camino.
Un hijo fuerte y grande,
soñador de milagros,
de Jordan y canciones
en gradas donde cantan
los del equipo blanco,
o en canchas de la vida
donde sólo se avanza
si se vuela y se anota
como el dueño del viento,
y así va por la vida
retando las tormentas
corazón de guerrero.
Y luego nuestro niño,
corazón de poeta,
flechador de la noche
que guarda en su mochila
estrellas y cometas,
luciérnagas y sueños,
con un alma de plata
y un corazón de oro,
sueños de un destino
de sentimientos buenos,
como las tardes bellas
de mi pueblo de trigo
de patos y laguna,
donde ya por la noche
en la luna y las estrellas
juegan niños hermosos
de luz y de canciones…
La vida me dio hermanos
y caminamos juntos.
Amigos, conocidos,
parientes y una casa
con un árbol de peras
y ya entrada la tarde
pájaros que aquí llegan,
y cantan y me miran
sin miedo ni temores,
y entre todos ellos
un colibrí obsidiana
que vuela flecha negra
me saluda y se va…
La vida me da mucho
y en estas horas negras
cuando se hacen las cuentas,
hay renglones que duelen.
Tiempo de llanto y pena,
pero son más los tiempos
de gozo y alegría.
Y haciendo las cuentas
las sumas y las restas,
debo mucho a la vida
por todo lo ganado,
y humilde miro al cielo
para decir contento:
“gracias Señor del bosque,
del Génesis, del agua,
del río y de los trigales…
mucho, mucho me has dado
Bendito seas por siempre.
Gracias… gracias Señor”.