LAGUNA DE VOCES

* Esperanzas

 

Afirman los expertos motivacionales, -que para fortuna nuestra han disminuido luego de un momento en que todos pensábamos unirnos a sus filas-, que no hay obligación más grande en el ser humano que la de ser feliz. Tienen razón con todo y lo que uno mismo diga de sus procederes, pero resulta imposible llegar a ese objetivo, y mucho menos habrá de lograrse con el simple deseo de que así suceda.

            No hay recetas para la felicidad y vaya que lo saben, con todo y lo cual no son pocos los que han hecho verdaderas fortunas a costa de inocentes necesitados de lo que sea para alcanzar ese estado de gracia que, sostienen los motivadores, es ajeno a circunstancias y condiciones externas al ser humano.

            Todo es cuestión de echarle muchas ganas, y convencerse a uno mismo que es posible llegar a esos niveles nadamás porque así se decide en un momento de la existencia.

            Sin embargo la realidad es que como en pocas ocasiones nos encontramos con un sinnúmero de personas localizadas en el lado opuesto de la balanza, es decir en la infelicidad, y de ahí es difícil, regularmente imposible, sacarlos no porque no quieran, y es que simplemente es una tarea que rebasa toda fuerza humana.

            En estos días previos a las celebraciones navideñas y de fin de año es, sin embargo, el momento más usado por los que están seguros que si no alcanzarán la felicidad, por lo menos cambiarán los hábitos y elementos de la existencia diaria que más los lastiman.

            Algunos los cofunden con hacer promesas a diestra y siniestra, convertirse en atletas de maratón, transformarse en camellos que ni agua necesitarán para la supervivencia, ser pues otros, tan otros que si cumplieran sus cometidos acabarían convertidos en unos perfectos desconocidos, casi a punto de ser organismos cibernéticos.

            No es para tanto, pero sí resulta necesario, al menos para apacentar el alma y estar seguros que a la vuelta del año algo se habrá logrado.

            Con todo y todo son muchos, somos muchos, los que encontramos en estas épocas algún rastro de felicidad para aferrarnos a él, y evocar con singular optimismo las épocas idas en que podíamos alcanzar cierto nivel de confianza en que la sonrisa nos duraría hasta entrado el año siguiente.

            Y no, no hay garantía de que eso pueda suceder. Resultamos ser más débiles de lo que pensamos. Pero intentarlo tampoco resulta del todo malo.

            Así que con lista en mano de propósitos, intenciones, llámele como usted quiera, podría ser el momento justo para indagar en el futuro que pudiera traer el 2016 y cuando menos no estar tan espantados como a la fecha.

            Siempre la Nochebuena y la Navidad llegan antes de tiempo. No me cabe la menor duda. De tal modo que nos agarrará desprevenidos, y de tanto pensar en ser felices nos daremos cuenta que algo se nos olvidó, el más mínimo detalle, que apenas pasadas las doce de la noche del día de la celebración, ya estaremos en el acto de lamentar y esperar que para la siguiente todo sea mucho mejor.

            Pero no, no hay garantía alguna ni ahora ni nunca.

            Pequeñas embarcaciones tiradas al mar de de los azares de la existencia, nos quedaremos sin la pequeña luz que alumbra aun en tiempos de tormentas más temprano que tarde, pero año con año estaremos seguros que alumbrará la noche insondable, los cielos cerrados de oscuridad. Estaremos seguros porque esa es nuestra tarea, la única tal vez que nos hace ser unos pocos más que diminutos puntos luminosos en los días aquellos cuando la esperanza tiende a perderse.

            Y sin embargo, por eso toda la explicación, nos distingue justamente la esperanza. A veces en nada, pero esperanza al fin.

 

Mil gracias, hasta mañana.

 

peraltajav@gmail.com

twitter: @JavierEPeralta

 

CITA:

Pequeñas embarcaciones tiradas al mar de de los azares de la existencia, nos quedaremos sin la pequeña luz que alumbra aun en tiempos de tormentas más temprano que tarde, pero año con año estaremos seguros que alumbrará la noche insondable, los cielos cerrados de oscuridad.

           

           

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