PEDAZOS DE VIDA

PEDAZOS DE VIDA
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El Ídolo 

Mi tía lo compró por 20 mil pesos cuando la devaluación todavía no le quitaba tres ceros a nuestra moneda, desde que lo compró sucedieron cosas extrañas pero jamás lo tomaron en cuenta, era de unos quince centímetros de altura y estaba en una posición como si hubiera estado sentado y le hubieran quitado la silla. 

Hecho de arcilla fue desenterrado de una obra en la carretera federal. Llegó a la casa para quedarse. Todos lo conocimos como el Ídolo, y por años estuvo en un solo lugar, se convirtió en un objeto más de la decoración en casa de la abuela, tan es así que siempre pasó desapercibido sin que nadie supiera que teníamos una verdadera figura prehispánica. 

Después supe que el Ídolo no era hombre, que era mujer y almacenaba el espíritu de una curandera de nombre Xóchitl. Antes de que comenzara con su “don”, mi tía no sabía nada de hierbas y luego comenzó a curar y a sobar gente. Venían muchas personas de todas partes, ahí fue cuando supimos que algo había sucedido, mi tía comenzó a hablar (en secreto) con espíritus e incluso hubo ocasiones en las que la escuché hablando en náhuatl, pero ella nunca supo decirme una sola palabra cuando le preguntaba directamente. 

El Ídolo se fue de la casa, y en su lecho de muerte, mi tía me dijo unas palabras que anoté en un cuaderno, me dio la fecha en que tenía que repetirlas y me pidió que las memorizara, no puedo decirte lo que sucedió y tampoco lo que sucederá, pero hoy me toca decirte a ti, que te acerques, que escuches atentamente, que no olvides estas palabras…

Aquella tarde Marcelina recibió de las manos de Julián, el Ídolo, y esa misma noche el tío murió como en su tiempo murió la Tía Chabela, ahora tocaba nuevamente asumir el mando a una mujer, de llevar el espíritu de Xochitl al siguiente nivel, una vez aprendidas las palabras, abrió la puerta y se presentó con los espíritus, había llegado el tiempo de una nueva generación. 

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