EN TRES DÍAS NAVIDAD Y EN DIEZ EL AÑO NUEVO

Para casi todos, no hay fecha con más sentido de familia y de recuerdos que la Navidad, el nacimiento de Jesús, que nos hace reflexionar en lo importante que son los padres, la esposa o el esposo, los hijos, los hermanos y los amigos, la gente que nos da sentido de pertenencia y de vida en el tiempo que se tenga de vida, aparte del sentir religioso de cada quien en su relación con el creador.

Para la mayoría, siempre hay un recuerdo en esta temporada de un nacimiento con la Virgen, San José y un niñito que aprendimos a querer y a tenerle confianza. Seguramente un camino hermoso de fe que con los años y con la realidad del diario vivir con sus penas y alegrías entendimos que es la respuesta más íntima y fuerte en los momentos en que no cuenta el poder, el dinero o la ciencia, como los días que vivimos de la pandemia.

Y esta celebración convoca a toda la familia para hacer de la liturgia del pan un momento en que se impone la guía de la capitana del barco, la mamá, que con las manos de todos, guisa una cena que aunque pasen los años no se olvidan nunca.

A veces el árbol navideño adorna nuestras casas con sus esferas y luces que nos gritan la alegría de estas fechas.

Y luego el fin de año, que en otro sentido nos convoca con amigos y familia para celebrar que hemos caminado todo un año con la esperanza de que el Año Nuevo sea de salud y de éxitos.

Sin embargo… Esta Navidad no será igual y tampoco el Año Nuevo.

La pandemia nos ha puesto muros y nos ha cortado las celebraciones y también un poco la esperanza del año que viene.

A nosotros nos toca rescatar lo más valioso de la Nochebuena, que es el bienestar de nuestras familias, y aceptar que todos somos responsables de que se tenga salud y vida. 

De nosotros depende que el año que viene sea de esperanza y de vida.

Defendamos con responsabilidad el bienestar de todos. Hay un niño que nace en tres días, que él nos proteja, a nuestra esposa o esposo, que él bendiga a nuestros hijos y que el año que viene nos conceda estar con la familia en una cena navideña con tranquilidad y alegría.

De todo corazón.