“EL CHIMINO”
“El Chimino” era de Huejutla. Se vino a Pachuca a vivir en el cerro de Cubitos. De poquito logró hacer su casa. Al pasar el tiempo, su primo “El Seco” lo metió a trabajar como barrendero en la Presidencia Municipal.
Al año de vivir en la capital, cupido le tiró un flechazo y se juntó con Rosa, a los dos les gustaba el pulque y eran muy felices.
A las seis de la mañana, “Chimino” ya debía de andar trabajando. Un día encontró un billete de 20 pesos, como había amanecido crudo, lo primero que hizo fue meterse a la cantina “El Campeón” para curar sus males; de pronto un pesado camión, al echarse para atrás, aplastó su carrito de basura. “Chimino” muy enojado, se subió al estribo del camión y le dijo al chofer:
- ¿No te fijaste? ¡Ya chingaste mi bote!
- ¡Para qué lo dejas a media calle!
- Me lo pagas o nos rajamos el hocico.
- Como quieras, pinche chaparro.
Al abrir la puerta del camión para bajarse, el chofer tumbó al “Chimino”, él se levantó poniéndose en guardia.
El chofer no dejaba de reírse.
- ¿De qué te ríes, pinche mono? Tú machucaste mi bote, ahora yo te voy a machucar la madre.
Le comenzó a boxear, listo para tirar el madrazo.
El chofer, sin dejar de reír, se subió al camión, sacando la cabeza por la ventanilla le dijo:
- Quítate chaparro, o te apachurro igual que a tu bote.
“El Chimino”, se puso a media calle abriendo los brazos.
- ¡Hazlo, pendejo, hazlo!
El chofer puso en marcha el camión, se lo echó encima, “El Chimino” brincó como rana, para que no lo fuera atropellar, cuando el camión se fue, no dejaba de mentarle la madre, le dijo al cantinero:
- Préstame un martillo. Me dejaron el bote chueco.
- A ver, vamos, te echo una mano a enderezarlo…
Al verlo, dijo:
- No mames, ese pinche bote ya no sirve, mejor compra uno, valen 100 pesos.
- No tengo dinero, préstamelos y en la quincena te pago.
- No pienses que soy gacho carnal, pero hace unos días me tuve que dar en la madre con un cuate que me debía unos pesos, perdí mi dinero y a mi amigo, por eso juré no prestar ni un quinto, a ningún cabrón.
- Y ahora, ¿qué voy hacer? Los de la Presidencia Municipal, son bien hojaldras, me van a chingar.
- Espérame, deja veo qué hacemos.
Poco después, con unos tragos más encima, dijo “El Chimino”:
- Voy a mi casa, al cerro de Cubitos, mi vieja tiene uno donde aparta su agua, me lo traigo, lo lleno de basura, luego lo vació y por la tarde se lo llevo a mi vieja y lo vuelvo a llenar de agua, mientras consigo uno.
“El Chimino” con la lengua de fuera subió al cerro donde vivía. Tiró el agua del bote, cuando iba a cargar el tinaco, salió su señora.
- ¡Óyeme, cabrón! Me pasé toda la mañana acarreando el agua, llegas y la tiras ¿qué estás loco?
- Me voy a llevar el bote, porque lo necesito.
- Te llevas madres, ese es mío, me lo regaló mi jefa, tú no lo compraste.
La señora lo agarró de un lado y “El Chimino” del otro, los dos jalaron el bote, “El Chimino” lo soltó, la señora se fue de nalgas, con todo y bote. “El Chimino” lo cargó y se bajó corriendo, le dijo al cantinero:
- Ya traje el bote, ¿dónde está la base para meterlo?
- Te tengo malas noticias, en un descuido me robaron la base.
- ¡No la chingues! ¿Ahora qué voy a hacer?
- Déjame el bote y avísale a tu jefe.
“El Chimino” llegó a la Presidencia a avisarle a su supervisor, por poco lo agarra a patadas, le dijo que si no llevaba el carrito, lo iba a meter a la cárcel, muy triste “El Chimino” caminó sin rumbo fijo, muy triste, con los brazos caídos, mirando al suelo como si le pesaran las nalgas. Ya no regresó a la Presidencia, ni a su casa; fracasado, se fue a su tierra, diciendo en voz alta, que en Pachuca había puros rateros.