El Faro

Todas y todos

Como en cualquier adición, la suma de dos elementos da un resultado que resulta ser un tercer elemento. En el caso del encabezado de este escrito la distinción en el género de los adjetivos es el resultado de dos razones: la primera de ellas es la necesidad de evidenciar y de solucionar el grave problema de invisibilización y desigualdad que las mujeres viven en todas las sociedades por el hecho de ser mujeres. La segunda razón tiene que ver con el uso político de las normas lingüísticas, con su necesidad de parecer “políticamente” correctos.

La primera de estas dos razones, por desgracia, se presenta a nuestros ojos como evidente. Las mujeres, por su propia condición, no reciben en ninguna sociedad conocida el mismo trato que reciben los varones. La motivación última es que simplemente son mujeres. Esta práctica es muy seria y conlleva extremos más graves, como pueden ser la violencia, la falta de reconocimiento, la burla y la muerte… por el simple hecho de ser mujer. 

La segunda razón tiene que ver con el desastre. Las alocuciones y declaraciones de los políticos no suelen ser, precisamente, elementos gloriosos de corrección gramatical o de altura elevada de elocuencia. No es en ellos en donde podemos encontrar la encarnación de la propiedad en el idioma.

Sin embargo, los políticos, se han encargado del desglose del género gramatical para intentar visibilizar el problema social y personal de la mujer. El resultado de su iniciativa corre un doble peligro: el primero, la violación de la regla de la simplicidad del idioma. Lo bueno, si es breve, es doblemente bueno. Las alocuciones políticas se han convertido en unos farragosos discursos que se alargan hasta el cansancio desdoblando constantemente el género de las palabras, incluso cuando la palabra no tiene desglose posible (miembros/miembros). El segundo de los peligros, el más frecuente, es que se comience con mucha enjundia a desglosar el género en los adjetivos o en los artículos y no se haga de manera concordante con los sustantivos. Es frecuente escuchar “las y los mexicanos” o “las y los ciudadanos”, por ejemplo.

Este último peligro refleja, creo yo, lo más grave del asunto que tratamos. Nos preocupamos por el género de lo adjetivo y nos olvidamos de él en lo sustantivo. Nos desgastamos en forzar el lenguaje, a veces sin criterio, y nos olvidamos de mostrar y denunciar la desigualdad de las personas de género femenino. Lo primero es adjetivo, lo segundo sustantivo. 

Una mujer discriminada por cualquier motivo, seguramente, buscará con más fuerza que no le vuelva a suceder lo mismo, que nadie más le haga de menos. Todo ello, aunque el justiciero o justiciera en turno, no desglose el género de sus palabras. Cuando todas las mujeres vivan en todos los lugares del mundo realmente bajo las mismas condiciones que todo varón, entonces podremos, incluso, acordar que el género femenino sea el que lleve en nuestro idioma la connotación general y universal. Esto, por tener la necesidad de que todos seamos iguales y de que la simplicidad de nuestro idioma nos acomode mejor a todos. Lo primero es sustantivo y lo segundo adjetivo. 

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