Familia Política

El Gobernador y Yo: Don Jorge Rojo Lugo.- El regreso

Cuarta parte

Al cumplirse el último día de la última licencia que el Congreso del Estado podía autorizar, de acuerdo con el orden constitucional vigente, contra todos los pronósticos del Gobernador Interino y sus allegados, pero dentro de una impecable lógica política, Rojo Lugo, con la venia del Presidente López Portillo, decidió poner un alto al desorden que comenzaba a gestarse en nuestra entidad federativa, por la actitud de franca indisciplina con que Suárez Molina manejaba a las instituciones, aún con la certeza de que su mandato era derivado y no tenía su origen en una votación popular. Sus desplantes, sus retos, sus actitudes de suficiencia… no podían conducirlo hacia otro destino, que no fuera el de su propia destrucción. Así, el gran ausente retornó al palacio de Plaza Juárez. Asumía otra vez la tarea de limar asperezas entre la clase política de las diferentes regiones, con la confianza que le daban su gran carisma y una sólida estructura que, con base en la amistad, le venía de herencia y él mismo acrecentaba, con visión y bonhomía. El rojoluguismo se fortalecía con trabajo, lo mismo en el segundo piso, que en el campo.

En este punto, es necesario advertir que las subversiones indígenas en Hidalgo, tuvieron gran repercusión a nivel nacional. La posible candidatura del Secretario de la Reforma Agraria, a la Presidencia de la República, para 1982, tenía serio sustento en la voluntad del hombre que llegó al poder con la fuerza de los votos, pero sin enfrentar a contrincante alguno. Este fenómeno, inédito, motivó la instrucción presidencial al Secretario de Gobernación, Don Jesús Reyes Heroles, para crear una nueva ley electoral (LOPPE). La personalidad de nuestro ilustre paisano; sus antecedentes generacionales de raíces campiranas; sus afectos personalísimos con quien sería gran elector, lo ubicaban estratégicamente en un privilegiado lugar para sustentar legítimas aspiraciones. Tal vez, las manifestaciones que se daban al respecto en las columnas mediáticas y en los pasillos palaciegos, eran demasiado tempranas. Las intrigas en las altas esferas y seguramente algunos errores de nuestro protagonista, influyeron en el ánimo de Don José, para sacarlo del gabinete bajo el pretexto, real o supuesto, de que la entidad, sobre todo en la región huasteca, estaba al borde de la ingobernabilidad por las invasiones indígenas en constante confrontación de intereses con ganaderos económicamente poderosos, dueños de una mentalidad excluyente y discriminatoria. En fecha temprana, un aspirante pleno de merecimientos, se vio obligado a abandonar la contienda. El panorama nacional tuvo que recomponerse, mientras en el Estado, los problemas crecían alimentados desde el centro. Protagonistas emergentes se sumaron a los tradicionales, para generar una provocadora vorágine.

Rojo Lugo regresaba a concluir el periodo para el cual fue electo, entre la algarabía de sus partidarios y el resentimiento de quienes se sentían desplazados. Los grandes personajes del cercano ayer, aunque de manera civilizada, se confrontaban con los protagonistas en los nuevos escenarios que hoy, con fundamento en la Ley y en la voluntad política del gran ausente, reclamaban sus espacios. Apellidos como Quijano Lara y otros, dejaban sus sitiales en palacio de gobierno y en otros lugares representativos; los nombres de Jesús Murillo Karam, Octavio Soto Martínez, Pedro Flores Hernández, Venancio Contreras Plata, Ladislao Castillo Feregrino, Dionicio Reyes y muchos otros, seguros de la protección y el afecto de su jefe y amigo, sentaban sus reales para coadyuvar en la gran tarea de recomposición, disimulando sus fobias y atemperando sus filias.

Las circunstancias que me ubicaron como Adscrito a la Notaría Pública No. 1 de Actopan cambiaron; era obvio que el Maestro Carpio y Jaime Galindo, tenían que regresar. Aunque voces cercanas al nuevo Tlatoani me aconsejaban que buscara quedarme con la titularidad, pues Don Conrado no era bien visto, ni tenía respaldos: “Búscala para ti”, me decían. Sabedor de que un acto tan ruin me ubicaría como sujeto de alta traición, decidí visitar al generoso Maestro, a quien le dije: -Señor, debe regresar de inmediato, le pueden quitar la Notaría. Él me dijo: -Tenía yo pensado tomar unas vacaciones y dejarte un tiempo, pero si tú así lo consideras, haré los trámites para mi reincorporación inmediata. Así fue, las cosas volvieron a la normalidad, pero el gusanito de ser Notario ya se despertaba en mi consciencia de Abogado.

En estas condiciones, consideré que un ciclo de mi vida estaba por cerrarse y, consecuencia lógica, abrirse uno nuevo. Decidí hacer carrera jurídica. Pedí a Don Jorge su apoyo para conseguir un espacio en el Poder Judicial; tuve aspiraciones de llegar a la responsabilidad de un juzgado de primera instancia. En aquellos tiempos había varios que, además de las funciones de impartir justicia, atendían en el Distrito, la Notaría por receptoría. El Jefe me dijo con atención: -Espéreme un tiempo, voy a considerarlo.

Después de lo anterior, un día me pidió que, acompañado de algunos funcionarios de su gobierno, asistiera a una audiencia con la Lic. Silvia Hernández, titular del Instituto Nacional de la Juventud Mexicana, al cual ella cambió el nombre por CREA (Consejo Nacional de Recursos para la Atención de la Juventud). Fue una entrevista muy interesante; alguna vez tuve oportunidad de ganar el Concurso Nacional de Oratoria del INJUVE y participar en eventos culturales de las Casas de la Juventud, en Guerrero y Durango. 

Silvia nos explicó que el concepto de las actividades que tendría la dependencia a su cargo, era diferente a sus orígenes. Las grandes instalaciones deportivas y recreativas que tuvieron las primeras Casas de la Juventud se cancelaban, para incursionar en la coordinación interinstitucional del CREA con otros organismos que tuvieran espacios de este tipo; esto es, más que de operación, la labor del Instituto sería de acercamiento, organización y motivación de grupos juveniles. Cuando rendí mi informe de la visita, el Gobernador me dijo: -Yo sé que Usted es muy “muchachero”, le gusta trabajar con chavos; yo necesito organizar grupos juveniles en todo el Estado ¿Quiere su juzgado o la nueva Delegación del INJUVE? Sin pensarlo, me decidí por la segunda. En esas condiciones, me retiré de la Dirección del CECyT en Actopan, para integrarme a la administración pública federal, como Delegado de la naciente institución. Debo decir que así se gestó lo que sería una relación de trabajo y amistad que hasta la fecha perdura, con esa mujer extraordinaria que se llama Silvia Hernández. En este contexto, a Don Jorge se le ocurrió que en mis manos debieran estar también otras instituciones que tenían que ver con organizaciones juveniles: mi padrino, Don Pancho Maldonado Lecuona, me consiguió con Don Guillermo López Portillo, la Delegación del Instituto Nacional del Deporte (INDE) y la representación de la CODEME. Estos dos organismos, por lo menos en mi tiempo, existían sólo en el membrete. También fui Secretario de Deportes, en el CDE del PRI.

Yo no era parte del círculo privilegiado del Gobernador, pero sí estaba dentro de lo que podría llamarse, gabinete ampliado; el Gobernador era muy accesible; fácilmente podíamos llegar a él; mi cómplice y amigo Venancio Contreras Plata, facilitaba más esta relación. 

El Lic. Rojo era cuidadoso, meticuloso hasta el exceso en los documentos que tenía que leer ante el Congreso. Cada que se avecinaba un informe de gobierno, acuartelaba en diferentes sedes a un grupo que integrábamos: El Profr. Raúl Guerrero Guerrero, el Lic. Jesús Murillo Karam, el Profr. y Lic. Jaime Flores Zúñiga, el Lic. Juan Manuel Menes Llaguno, el Lic. Rubén Licona Rivemar… Párrafo tras párrafo, número tras número, la razón gramatical de cada punto, de cada coma, eran cuidadosamente sometidos a escrutinio, en una especie de taller de redacción. La autoridad patriarcal del Profe Guerrero, contrastaba con su humildad y bonhomía; la aguda inteligencia de Jesús Murillo, podía advertir intenciones ocultas o sesgadas en los textos y generar lúcidas propuestas; opiniones similares podría yo dar de Menes, Flores, Licona y algún otro nombre que pudiera perderse en mi memoria. En esos “encerrones” se nutrieron afectos, muchos de los cuales hasta la fecha perduran. El principal, desde luego, fue el trato de camaradas que nos permitía el Gobernador. 

Confieso que es imposible tratar de cerca a Rojo Lugo, y no entregar la admiración y el afecto de por vida.

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