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RETRATOS HABLADOS

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La vida sigue igual

Gane quien gane la elección de los Estados Unidos de Norteamérica nada cambiará para el resto del mundo; si acaso hay un cambio será para mal, porque se trata de un imperio, y ningún imperio cae por voluntad propia, si acaso la putrefacción interna es la única que puede ser señalada como responsable. Quien piense que la política es el origen de las transformaciones sabe que es algo ilusorio, porque detrás de todo está el poder y el poder implica dinero.

Es decir que los imperios se consumen desde adentro, tal vez en un acto público de suicidio cuando el hartazgo convierte a sus gobernantes en enfermos mentales capaces de nombrar a su caballo como cónsul, y gozar con absoluta sinceridad del uso del crimen para conservar la supuesta grandeza de su nación.

Sin embargo, esta amarga condición no es exclusiva de los imperios, porque al final de cuentas la fuerza de los recursos económicos hace aterrizar en la cruda realidad a los que pensaron y aseguraron que había espacio para construir el sueño de la igualdad. Es el caso de América Latina donde los sueños dieron paso a la certeza de que éstos sólo pueden ser construidos a partir del capital financiero.

Al final del día descubrimos que es real la leyenda en que un grupo cerrado y pequeño, dueños de la totalidad de la riqueza del planeta, deciden para dónde deben caminar los pasos del país más poderoso del mundo, pero también de los más débiles. Lo que vemos en elecciones como la de ayer es simplemente la puesta en escena de la obra teatral donde los que en apariencia manejan el poder, son simplemente marionetas de los misteriosos hombres casi ligados a seres divinos o malévolos, según el caso.

Gane quien gane, el planeta seguirá su camino tortuoso hacia quién sabe dónde, hacia un despeñadero sin que ninguno de los elegidos de hoy haga algo para cambiar el destino.

Lo que está en juego es descubrir con absoluta honestidad si la política todavía es el camino para que las sociedades intenten reencontrarse, no tanto cambiar el camino, mucho menos cimentar su existencia en una ideología humanista.

Hablamos de asuntos de poder, ese que tanto enloquece a las personas, ese que nada tiene que ver con asuntos de humanidad y sí todo lo contrario.

Lo que suceda o haya sucedido en el país del Norte tendrá efectos para el resto del mundo, siempre supeditados a la conveniencia de los grandes capitales de esa nación. Puede haber una modificación sutil en las formas pero nunca en el fondo. Si Obama cae mejor que Trump es simple apreciación, porque los resultados han sido siempre los mismos para los mexicanos, regularmente malos o menos malos.

Nada cambia en realidad, solo dejan fuera a los que dan la cara un tiempo justo, pero no más.

La historia tiende a repetirse desde tiempos inmemoriales, y los pobres serán más pobres, los ricos más ricos y los que engañan con sueños irrealizables, harán su tarea de cada siglo, cada milenio hasta el infinito.

Si queda Trump o Biden, aquí todo seguirá igual.

Confirmaremos simplemente que esta historia eterna no cambiará, porque no puede cambiar, porque está escrito en la eternidad que las profecías se cumplirán sin que el destino se mueva un milímetro.

La verdad es que empezamos a mirar los tiempos políticos con incredulidad absoluta, porque todo quedará igual pasado el tiempo.

Mil gracias, hasta mañana.

jeperalta@plazjuarez.mx

@JavierEPeralta