El Faro

Skyfall

Skyfall fue la película de James Bond (2012) que apareció en el 50 aniversario de la creación del personaje. En ella el antagonista reaparece desde el pasado con la idea de encontrar venganza en el presente por las traiciones sufridas. Su finalidad es revivir todo su dolor para apagarlo con la muerte.

El protagonista y todos sus aliados se verán obligados a introducirse en un viaje profundo hacia su propio pasado para contrarrestar las armas de su enemigo. La única manera que encuentran para ver fijamente a la historia es respetándola y combatiéndola en el presente para abrir una puerta al futuro.

En nuestros días, se agolpan en forma de noticias, constantes eventos del pasado que nos retan. La historia se desvela en sus procesos, protagonistas y consecuencias de tal manera que no hay manera de obviarla. 

Quienes han perecido por la violencia, quienes han desparecido, quienes han sido secuestrados, quienes han sido violados, quienes han sucumbido en una maquinaria burocrática de injusticia, quienes sufren las consecuencias de la desigualdad y la pobreza, quienes sobreviven entre tanta corrupción, quienes…, son los recuerdos que se agolpan en nuestro presente y que intentan destruirnos con un sentimiento de venganza y de dolor.

Tenemos que enfrentar todo esto. Nada se obtendrá de voltear la mirada para otro lado como hasta ahora. La memoria, la historia no pueden dar paso al olvido. Si así fuera, los difuntos y los pendientes, continuarían haciéndose presentes con más sufrimiento.

En estos tiempos de difuntos y de recuerdos, nos solicitan no solamente a nosotros, sino a todos, nuestro compromiso con las condiciones de vida que nos sean mejores. Ellos se convierten en guías de nuestras vidas presentes, por ellos vivimos y en ellos vivimos con la intención de realizar en nosotros lo mejor que ellos tenían.

No existe un Sean Connery que venga a nuestro rescate. El único agente 007 que está presente es cada uno de nosotros con nuestros deberes y obligaciones de trabajar por un futuro mejor desde nuestro propio presente sin olvidar la historia que nos hace ser quienes somos y que nos impulsa a transformarnos. Si no nos lo proponemos de esta manera, los recuerdos estarán siempre sobreviniéndonos, encontrándonos llenos de culpas y de metas por lograr. De nada servirían los altares, el copal, las flores, el pan de muertos. Ellos seguirían muertos, ahora por nosotros.

Nuestras miradas se alzan al cielo con la intención de pedir ayuda e ilusión a quienes nos dieron esperanza de vivir. Si no les correspondemos, corremos el peligro de que el cielo se nos caiga encima y no haya ya manera de salir adelante. 

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