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Me dueles Tulancingo

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Otrora centro ganadero y textil por excelencia, el Valle de Tulancingo ha visto pasar sus mejores días. Sobrevive con la fuerza de su vocación para el intercambio comercial.

 

Conforme a la información socioeconómica y demográfica la tendencia es evidente. Tulancingo y su valle están perdiendo capacidad para competir con otras regiones de una entidad subyugada por la cercanía de una megalópolis en expansión. Tan mal anda la cosa que, en jugada genial, han decidido promover el turismo con un festival del “guajolote”. Antojito mexicano local, rico en grasa y vitamina T.

Desde luego también participan activamente en cuestiones trascendentales como el encendido del árbol en su principal plaza pública. Quizá buscan iluminación divina para sacar al municipio del bache en que se encuentra metido. Supuesto que tiene como premisa genuino interés en los asuntos municipales más relevantes.

Otrora centro ganadero y textil por excelencia, el Valle de Tulancingo ha visto pasar sus mejores días. Sobrevive con la fuerza de su vocación para el intercambio comercial, en buena parte debido a su posición geográfica. Pero ya comienza a pesar sobremanera la cortedad de miras de quienes han fungido como presidentes municipales a lo largo de varios lustros.

Ellos (nosotros también) saben quiénes son. Se puede engañar a todos, pero nadie puede escapar de sí mismo. Por eso cuando se sienten aludidos sus miradas destellan fuego. Me gustaría se tratara de pasión por hacer bien las cosas, pero no es así. Por esa razón, mencionarles por su nombre me parece una pérdida de tiempo. Los resultados están ahí. Es cuestión de ponderarlos en su justa dimensión. “Por sus frutos los conoceréis. ¿Acaso se recogen uvas de los espinos o higos de los abrojos?” (Mateo, 7:16).

Han hecho, eso sí, de la cuestión pública un gran y sustancioso pastel que se reparte entre pocas bocas, trasladando los costes a la población en general (ell@s que coman “guajolotes”, al fin que con eso se llenan). Y como no va a ser así. Aunque se trata de uno de los municipios con mejores condiciones de la entidad, prácticamente 6 de cada 10 tulancinguenses viven en situación de pobreza.

A lo anterior se suma la incapacidad de la autoridad municipal para combatir el flagelo de la inseguridad pública. Sus tintes ya son dramáticos y las víctimas se acumulan. No obstante, el alcalde persiste en su negativa para incorporarse al Mando Único Policiaco (MUP), justificándose en una interpretación parcial del Artículo 115. Elude que “…Los municipios de un mismo estado, previo acuerdo entre sus ayuntamientos y con sujeción a la Ley, podrán coordinarse y asociarse para la más eficaz prestación de los servicios públicos que les corresponda…”.

Como cualquier estrategia, el MUP tiene pros y contras. Sin embargo, dadas las actuales condiciones de inseguridad pública que se viven en el municipio (muchos delitos se cometen en pleno centro de la ciudad y en horas diurnas), me parece obvio que la negativa del Julio Soto Márquez obedece más a consideraciones político-partidistas, que a la atención urgente de una problemática que ya le rebasa. En términos de J. M. Toscana, ¿hasta cuándo?