De caballos y de política…
La carrera ya empezó, cada caballo se ha colocado en posición, pues un caballo de buena percha siempre querrá ganar la delantera y después los demás tratarán de alcanzarlo y ponerle obstáculos tempraneros.
Hombres de Estado no es lo mismo que hombres de gobierno; aquellos tienen conciencia de su momento histórico y tratan de sacarle el mayor provecho posible para la gente a la que representan, y en ese proceso, para sí mismos también; En cambio, los hombres de gobierno, son solo aves de paso que no trascenderán más allá de su efímero caminar por las oficinas gubernamentales, haciendo lo mismo que sus antecesores, cambiándole el nombre a las cosas, maquillando lo que ya existe, pero al final, y reitero, hacer siempre lo mismo.
A algunos hombres de gobierno les da miedo ensuciarse las manos y prefieren dejar la decisión al pueblo a través de consultas inviables, como si el aplicar la ley tuviese que consultarse a través de encuestas.
Los hombres de Estado deben tener esa vena sensible para saber lo que la gente quiere y necesita, pero también, la fortaleza para enfrentar las adversidades y no caerse al primer soplido de vientos del Norte o del Sur, porque, ya lo verán, los vientos negros soplarán de todas las latitudes en donde haya intereses creados.
Volviendo a la carrera parejera, la envidia y la ambición de los caballos rezagados comenzará a mover el tapete, intentando que los esfuerzos no lleguen a buen puerto; se sembrarán piedras para que el caballo puntero se tropiece y se quede a medio camino.
Regresando a la política, los hombres de Estado dan la cara; los hombres de Gobierno por lo general dan pena, pues al final las piedras que dejan en el camino sirven para que se tropiecen ellos mismo; ¡ups!, por estar con dos temas creo que ya mezclé la política con la carrera de caballos, pero da igual, en ambos casos hay quienes van a la vanguardia, simplemente haciendo lo que les corresponde hacer para seguir en la carrera y al final ganarla; y otros se van quedando rezagados por sentirse la estrella de la función y terminarán estrellados en su mundo de papel y atavismos.
Cada uno de nosotros debemos entender que la mejor manera de lograr el éxito es no tener como objetivo casi sacramental el alcanzar la meta a costa de lo que sea, incluso de nuestra propia conciencia; la base del éxito es no buscarlo, sino, simplemente jugar el rol que a cada uno de nosotros nos corresponde realizar, de manera eficiente, aún y con todas las limitaciones que como seres humanos tenemos, y al final, nos daremos cuenta que el esfuerzo equilibrado y permanente dará sus frutos, con ese sabor dulce del esfuerzo; los que no, habrán de paladear un sabor amargo de la indolencia; amargura de la inactividad o de seguir haciendo siempre lo mismo.
Las piedras empezarán a llegar de todos los frentes, colores y sabores, pues saben que el caballo ya ha despegado y trataran de derribarlo antes de que levante en vuelo inalcanzable; llegó la hora de soplar cálidamente y no tratar de subirnos a un camión que puede entorpecer el suave trayecto hacia la meta de los ganadores; que los arribistas se hagan a un lado, si, aquellos que en cada proceso cambian de camiseta, enseñando las garras que ocuparán en el remoto caso de que lleguen a ganar, pues es obvio que quien busca traicionando, termina ahogado en su propio estiércol; así, que cada quién escoja su caballo, aunque no hay mucho de donde echar mano.
Las palabras se las lleva el viento, pero mi pensamiento escrito está.