Peña, Giscard, marihuana y lectura

OPINIÓN

En este punto, nuevamente en campaña, López Obrador, por ejemplo, no sólo elude el debate marihuanero, sino que va más allá: lo descalifica como una conspiración para tender una cortina de humo sobre los temas de su agenda.

Calidad informativa y tabú. Semana de encuestas sobre temas sociales: una, inquietante, registra el aumento del consumo de marihuana entre adolescentes y jóvenes de secundaria y prepa, de la mano de otra, según la cual, dos terceras partes de los mexicanos se oponen a despenalizar esa droga. 

Hay otra encuesta más, alentadora, que anuncia un notable incremento de la lectura en nuestro país, dada a conocer el lunes por Conaculta. Y la realidad es que la buena noticia de la lectura permanecerá acaso unas horas más en la agenda pública, mientras el tema de la yerba completa ya semanas a la cabeza de la agenda de los medios. Y esto se debe al innegable valor noticioso que supone su carga controversial. 

En efecto, el debate sobre la marihuana —como el del aborto y el de los matrimonios gay— es de esos que tienden a perdurar —con picos sobresalientes de discrepancia social— aun después de resuelto en leyes y tribunales. Suelen ser temas tabú que precisan ser desentrañados mediante debates e información de calidad. Los especialistas atribuyen la falta de acuerdos en estos asuntos a que, en su enunciación por las partes en litigio, entrañan altos valores en conflicto. 

Así, en el caso del aborto, se postula el valor de la libertad (de la mujer, a optar por la continuación o la interrupción del embarazo) frente al valor de la vida humana (desde su gestación en el vientre materno). En el caso de los matrimonios gay: el valor del derecho a vivir la sexualidad propia y a convivir sin discriminación con la pareja elegida, frente a los valores de la reproducción en la familia tradicional. Y en el caso de la mota: el valor del derecho de las personas al consumo libre, lúdico, de marihuana, en los términos en que lo resolvió la Corte Suprema, frente a los valores de la salud y la seguridad pública, incluyendo el preocupante aumento del consumo registrado entre adolescentes. 
Estrategias. No hay duda de que este choque de valores en conflicto está presente en el debate sobre la cannabis, a juzgar por el resultado de la encuesta de EL UNIVERSAL, que señala la desaprobación de 6 de cada 10 mexicanos a la resolución de la Corte, y de casi 7 a la despenalización por la vía legislativa. Ante situaciones como ésta los partidarios de la liberalización en estas materias suelen poner en juego estrategias de información y aprendizaje social que a su vez suelen ir disolviendo prejuicios y tabús y abriéndole paso a los cambios, como ha ocurrido antes en los casos del aborto y de las uniones entre parejas del mismo sexo. 

Por otro lado, los estrategas de comunicación de los políticos en activo suelen recomendarles a éstos no tomar partido e incluso eludir estos debates, sobre la base de que, aunque haya decisiones judiciales o legislativas, en la sociedad no habrá acuerdos al respecto, al menos en los cortos plazos que van de una a otra elección.

En este punto, nuevamente en campaña, López Obrador, por ejemplo, no sólo elude el debate marihuanero, sino que va más allá: lo descalifica como una conspiración para tender una cortina de humo sobre los temas de su agenda. 
Marihuana y República. A su vez, el presidente Peña, acaso contra sus consejeros oficiales y oficiosos, sí arriesga anticipando su postura contra la despenalización (y desoyendo al activismo que le ofrece la oportunidad de encabezar este cambio). Pero advierte que no es dueño de la verdad y que está abierto a recoger otras posiciones, al tiempo que dispone organizar el debate desde las instituciones de la República.

Me recordó al presidente francés Giscard d’Estaing (1974-1981), políticamente en el centro, tecnócrata, modernizador con pionera vocación europeista. Era, además, un católico cercano al papa Paulo VI y, por tanto, opuesto, como postura personal, al divorcio por consentimiento mutuo. Pero no le tembló la mano para promulgar su instauración una vez aprobado por la Asamblea Nacional. Soy católico, respondió ante un mensaje consternado del Pontífice, pero soy presidente de una República laica. 

 

EL UNIVERSAL

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