Archivo MMXV

TECNOCULTURA

Textos, fotos, videos, audios, dibujos y otros archivos —que no exceden los 2 megas— serán “enterrados” durante 10 años a partir de la medianoche del último día de este 2015. La idea es mapear lo más relevante del arte y la cultura elaborados este año, comprobar qué tanto podría corromperse la información almacenada durante ese periodo y al final volver a analizar, con una década de distancia, dicho material. Será el mismo 31 de diciembre la fecha límite de recepción de archivos.

“Todo su afán grabó en una estela de piedra (…) Levántate y anda por los muros de Uruk, Inspecciona la terraza de la base, examina sus ladrillos: ¿No es obra de ladrillo quemado? ¿No echaron sus cimientos los Siete Sabios?”. 

Este fragmento del poema de Gilgamesh, escrito al principio de la obra épica más antigua conocida hasta ahora, insta al lector a la búsqueda de una tabla, en los cimientos de la ciudad de Uruk, en la que está grabada la historia de Gilgamesh; la tabla fue enterrada ahí con la intensión de que alguien en el futuro la encontrara. El concepto de “cápsula del tiempo” es pues tan antiguo como la misma civilización. 

Llevamos al menos 7 mil años con esa curiosa práctica, y a veces parece que la meta es abrirla tan lejos en el tiempo como sea posible. En 1936 se creó una cápsula —la primera gran cápsula del tiempo de la era moderna— en Georgia, con la intensión de ser abierta en el año 8113; la idea estuvo inspirada no en la antigua Mesopotamia sino en Egipto.

Su creador, Thornwell Jacobs, cuando supo acerca del descubrimiento de la tumba de Tutankamón y la falta de información de aquella época, lo llevó a pensar que en un artefacto sellado se podría llevar un registro fidedigno de cómo es la vida hoy, a base de elementos cotidianos, para ser mejor comprendidos en el futuro lejano. Hay otra cápsula en Nueva York para ser abierta en 6939; también un proyecto para lanzar un satélite con una cápsula que sería abierta dentro de 50 mil años, cuando el artefacto vuelva a pasar por nuestra órbita. 

Aquí, sin tanta pretensión y grandilocuencia, pero con una intención clara, desde hace más de un mes la investigadora y curadora Paulina Ascencio ha estado buscando a artistas mexicanos —o con alguna relación directa con nuestro país— para que donen obra artística en formato electrónico para su propia cápsula del tiempo: el Archivo MMXV.

Textos, fotos, videos, audios, dibujos y otros archivos —que no exceden los 2 megas— serán “enterrados” durante 10 años a partir de la medianoche del último día de este 2015. La idea es mapear lo más relevante del arte y la cultura elaborados este año, comprobar qué tanto podría corromperse la información almacenada durante ese periodo y al final volver a analizar, con una década de distancia, dicho material. Será el mismo 31 de diciembre la fecha límite de recepción de archivos. Todo el material que ha sido recibido hasta hoy puede consultarse en la página del proyecto: mmxv.mx, pero sólo hasta el 31 de diciembre. 

Los manuales y las costumbres nos dicen que quizá 10 años no son una “distancia” suficiente para releer una obra. Quizá el frenesí de los tiempos actuales exige una revisión del arte y la cultura más próximos —olvidamos pronto—; quizá es sólo esa fascinación por recolectar elementos que nos identifiquen y dejar que nos encuentren a través de ellos en el futuro, un juego que para Gilgamesh implicaba un lugar en la misma eternidad; hasta ahora, al rey de Uruk le ha funcionado bien. @Lacevos 

 

EL UNIVERSAL

 

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