opinión de Alejandro Tarre, periodista venezolano
- En EU hay un creciente consenso en torno a tratar la adicción a narcóticos no como un asunto criminal sino de salud pública
A menos que la legalización sea un desastre, las leyes federales terminarán amoldándose a las estatales. Y esto, por supuesto, infligiría un duro golpe al statu quo. Lo cual es una buena noticia. La guerra contra las drogas ha sido un fracaso. A pesar de los inmensos esfuerzos, no se han alcanzado los objetivos de disminuir producción y consumo de drogas
En noviembre los habitantes de Ohio votarán para decidir si se legaliza la marihuana. Si votan a favor, Ohio se convertirá en el estado más grande de EU donde el cannabis es legal, sumándose a otros cuatro y un distrito donde ya lo es: Colorado, Washington, Alaska, Oregon y el Distrito de Columbia. California, el estado con la economía y la población más grandes del país, podría ser el próximo. En 2016 también celebrará un referendo.
Las repercusiones son enormes. Las legalizaciones del cannabis han resquebrajado los pilares de la guerra contra las drogas liderada por Washington y abierto espacios de acción a los que abogan por una reforma. Lo que está ocurriendo en varios estados de EU podría desembocar en cambios profundos que beneficiarán a muchas personas en el mundo, incluyendo millones de latinoamericanos.
Para ser justos, el ímpetu reformista se puede detectar tanto a nivel estatal como federal. Durante décadas, la guerra contra las drogas se ha basado en dos líneas de acción: tratar como criminales a los consumidores y reducir el flujo de drogas hacia los lugares con mayor demanda, EU y Europa, mediante la represión de la oferta en los países productores y la interdicción de importaciones.
En EU hay un creciente consenso en torno a la necesidad de tratar la adicción a narcóticos no como un asunto criminal sino de salud pública, y de reducir la altísima tasa de encarcelados que en parte ha resultado de un enfoque excesivamente punitivo hacia los consumidores. La administración Obama ha tomado medidas que sintonizan con este consenso e incluso dado pasos tímidos pero esperanzadores en su política internacional antidrogas como privar de fondos programas de erradicación de opio en Afganistán.