PERSONAJE DE BARRIO

VÍCTOR “El PINGO”

A Víctor le sudaba la cola, estaba haciendo una chamba que doña Elena, la dueña de la vecindad, le había encomendado. Con un cincel y un marro trataba de hacer un agujero grande para hacer una ventana en la pared, pues una vivienda estaba muy oscura y entrara la luz.

Por más fuerte que le pegaba no le hacía nada, la pared era de pura piedra, pero “el Pingo” era más terco que una mula, no se daba por vencido seguía dándole duro. 

Los golpes se escuchaban muy fuertes en toda la vecindad, las paredes temblaban poniendo nerviosos a los vecinos. 

Panchito, un chaparrito muy chistoso que presumía conocer todos los oficios, le fue a reclamar porque no lo dejaba dormir, eran las 7 de la mañana.

  • ¿Qué estás haciendo pinche “Pingo”?
  • Trabajando, me aventé la bronca de abrir una ventana, pero me cae que me arrepiento, no puedo. Mis manos se ampollaron y no le he hecho nada.
  • ¡Yo vengo a verte para que dejes de golpear, ya ni la chingas! Como estoy bien crudo cada martillazo parece que me lo das en la cabeza.
  • ¡Ni modo Panchito, tápate las orejas! No puedo dejar de chambear. Compromiso es compromiso, además ya me gaste el dinero que me adelantaron.
  • ¡Le estás jugando al pendejo, este trabajo es fácil, para mí que eres ojo de gorgojo, y como minero vales madre!

¡Consigue una barreta de dos metros, le haces un hoyito en el centro de la pared y poco a poco le vas abriendo tumbándole por los lados! ¿Cuánto le cobraste a la vieja por el trabajo?

  • 300 pesos.
  • ¡No mames! ¡La regaste! Esta chamba es por lo menos de mil. Bueno como dice un conejo: “cada quien se agarra a su pendejo”.
  • ¡Me agarró medio borracho, y como le debía unos litros de pulque pues no me pude negar! Ayúdame y te doy 100 pesos.
  • ¡Mi madre! Ya me di cuenta que la pared es de 50 centímetros de pura piedra, dame la mitad y me cae que le entro al toro, y sirve que aprendes algo porque como minero, no sabes pelar un chile.
  • Está bien, aunque voy a salir como las gallinas: poniendo. 
  • ¡No! Ni madres, dando y dando pajarito volando. En este tiempo no confío ni en mi jefa.
  • ¡Bueno está bien mientras voy a mi casa por el dinero, tú síguele!
  • ¡Mejor te espero, para que no me la hagas de tos y hasta la amistad vayamos a perder!
  • ¡Nunca pensé que fueras tan desconfiado!
  • ¡Más vale pájaro en mano! Si vas a tu casa te traes unos taquitos aunque sean de queso, unas chelas, y unos litros de melón, para entrarle con ganas al trabajo.

“El Pingo” fue a su casa y le platicó a su señora:

  • ¡Pero como serás pendejo! ¿Cómo te comprometiste? Hacer el trabajo está pelón, y para mí que vas a valer madre, y te van a correr de la vecindad por güey.
  • ¡Ni modo de echarme para atrás, vieja! Panchito es un súper genio y me va ayudar. Desde chiquito le decían “el Timbiriche”, vas a ver que en menos que canta un gallo, él arregla lo de la ventana y yo salgo con todos los honores.

Mientras “el Pingo” regresaba, Panchito estudiaba la pared para saber por dónde iba a empezar, buscando los puntos débiles.

  • ¡Ya estoy aquí Panchito, traje lo que me pediste y conseguí una barreta! ¡Vamos a darle!

“El Pingo” agarró la barreta, y como si fuera una jabalina le iba a dar el primer golpe pero Panchito lo paró en seco.

  • ¡Cálmate! No te aceleres, todo está bajo control. Esta movida ya está planeada. Hay que darle golpes de relojero, con precisión, pero primero vamos a comer y beber y luego a trabajar, esa es la ley de la vida. ¡Ay cabrón! Este chilito verde está muy bravo, ya me hizo babear, no me queda más remedio que tomarme todo el pulque y tú tienes que ir por más.

Mientras “el Pingo” fue por el pulque, Panchito como todo profesional le daba duro a la pared con la barreta, pero tampoco le hacía nada. Cuando regresó “el Pingo” lo encontró bañado en sudor.

  • ¿Cómo vas con la pared?
  • ¡Parece que la hicieron los alemanes, está más fuerte que el muro de Berlín!

Uno y otro golpeaban, sin ningún resultado hasta que panchito tuvo una idea.

  • ¡Estoy pensando que la estamos regando! Qué tal si le metemos unos barrenos, le ponemos dinamita y… ¡Pum! ¡Listo!
  • ¿De dónde vamos a sacar la dinamita? Eso va a estar más cabrón.
  • ¡En mi cantón tengo unos cartuchos! Me los volé cuando trabajaba en la mina. Yo fui perforista, de los mejores para barrenar la roca, barrenaba chiflones, cielos, rebajes, planes.
  • ¿No será peligroso?
  • ¡No! Te voy a demostrar quién es Juan Camaney. Lo que tenemos que hacer es un barreno en cada esquina y uno en medio. Medimos las cañuelas a manera de que truenen juntas, y verás como la pared va a caer.

Entre plática y plática, descanso y golpes de marro, se acabaron cerca de 20 litros de pulque, y al pasar el tiempo lograron su objetivo de hacer los barrenos planeados.

  • ¡Uff! Por fin terminamos, voy a mi casa por la dinamita. ¡Fíjate bien que los barrenos estén limpios, que no tengan ninguna piedrita que le estorbe al meter el cartucho de dinamita!

Víctor se comenzó a rajar con un poco de miedo y le dijo a Panchito:

  • ¡Mejor no usamos la dinamita, carnal, porque truena muy fuerte, y se vayan a espantar los vecinos. Ya ves que mi vieja está panzona, y vaya a tirar al chamaco!
  • ¡No pasa nada! Hacemos el agujero que va a servir de ventana, ¿o tú dices si le seguimos dándole con el marro?
  • ¡Ve por la dinamita!

Panchito, presumiendo sus tiempos de cuando fue minero, cargó los barrenos de dinamita, puso las cañuelas, y le dijo al “Pingo”:

  • Párate en la puerta y no dejes pasar a nadie. ¡Ya está ardiendo!

Se escuchó una fuerte explosión que cimbró a toda la cuadra, la pared se vino abajo, luego el techo, y otras paredes más. Entre el humo y el polvo la gente salió espantada. Había algunos que quedaron enterrados.

  • ¿Ya ves, Panchito? Ya la cagamos, ¡vamos a sacar a la gente entre los escombros!

En esos momentos llegó doña Elena, la dueña de la vecindad y agarró de las greñas al “Pingo” tirándole golpes donde le cayeran mientras que Panchito se perdió entre la gente echándose a correr.

  • ¡Ya vio lo que hizo, viejo borracho!
  • ¡Suélteme señora! Yo me comprometo a pagar los daños, en unos 10 años levanto lo que se cayó.
  • ¡Cállese el hocico!

La señora, lo agarró muy fuerte de las greñas y sin soltarlo le daba vueltas, y le ponía unas cachetadas, que sonaban como cuando se mata una mosca con un periódico. Llegó la policía, los bomberos, Protección Civil, la Cruz Roja y muchos voluntarios, se llevaron al “Pingo” al bote. Victor, pedía a gritos la presencia de Panchito.

Pero por más que lo buscaron se volvió ojo de hormiga. Al “Pingo” le aplicaron la ley Federal porque no supo explicar de dónde sacó la dinamita, estuvo encerrado 5 años, cuando salió se cambió de barrio, y se dedicó a la albañilería pero nunca quiso hacer una ventana.

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