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PIDO LA PALABRA

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Los claroscuros de la vida

  • Para recorrer una milla lo importante es dar el primer paso, pero he ahí el primer escollo que tenemos que enfrentar,

A la mayoría de la gente nos gusta que las cosas sean fáciles, que no nos cueste ningún esfuerzo en conseguirlas, que desde nuestra zona de confort podamos alcanzar la cima del éxito; seguramente pensamos que la divina providencia nos socorrerá hasta en el menor de los caprichos o que el régimen bisoño nos cumpla el deseo de voltear a ver primero a los pobres y curar nuestra frustración de años.

Para recorrer una milla lo importante es dar el primer paso, pero he ahí el primer escollo que tenemos que enfrentar, somos temerosos de dar ese primer paso, y en muchas ocasiones hasta flojos para empezar a caminar; quizá por ello nos hemos convertido en una comunidad que preferimos ser guiados antes que conducir nuestra propia vida. Nos da miedo equivocarnos y optamos por seguir ordenes de otros, para al menos así tener a quien echarle la culpa.

Nos dormimos en nuestros laureles y creemos que nuestros escasos recursos nos durarán para toda la vida y nos apoltronamos en el mullido sillón de la indolencia y la pasividad y de ese lugar nadie nos saca hasta que algún día nos damos cuenta que hemos perdido nuestro tiempo miserablemente; tal vez reaccionemos demasiado tarde.

En otros casos, teniendo todas las ventajas a nuestro favor y cuando la vida solo nos exige un poco, solo un poco de nuestro esfuerzo, nos quejamos de todo y bien pronto queremos abandonar el barco; las primeras olas bravas terminan por amedrentar aún más a los espíritus cobardes, aquellos que con el primer soplido adverso de inmediato quieren desistir en ese primer intento que ya habían logrado superar; sus miedos los hacen regresar a su mullido sillón telenovelero y futbolero, a perder sus vidas en las historias de otros.

Nada es gratis, el éxito tiene como plataforma de despegue a la disciplina y a la responsabilidad; y ese vientecillo que a muchos espanta, es solo el material que servirá para comenzar el vuelo.

Estamos atravesando momentos complicados, es cierto, pero ellos en cierta forma han sido nuestra responsabilidad, y no me refiero a la pandemia, pues independientemente de cual sea su origen, ésta hasta este momento queda fuera de nuestro control. Más bien me refiero a los errores que cometemos al no darnos cuenta que somos nosotros los que debemos conducir nuestro destino, individual y colectivo, no vendiendo nuestra dignidad y nuestro futuro por promesas electorales, no dejarnos guiar por el canto de las sirenas que tanto daño nos están haciendo; si no vemos el panorama a donde nos hemos metido es quizá porque tenemos otros datos.

Levantemos nuestra cara y comencemos a caminar, y que si volteamos para atrás sea solo para regocijarnos con lo que hemos recorrido y reflexionar en lo que tenemos que corregir de inmediato; el camión de las oportunidades sigue pasando a las cinco de la mañana; que unos minutos más de sueño no provoque que ese camión nos deje solo como espectadores de los éxitos de otros; no vivamos del recuerdo, pero tampoco de la incertidumbre de nuestra inacción.

Sí robarle unas horas a nuestro descanso y a nuestra tranquilidad es parte de la cuota que debemos pagar, no lo dudemos, pues la duda es la conciencia de los débiles, de los pusilánimes, de esos que se pasan la vida criticando a otros que si se partieron el alma para lograr sus objetivo, y que al final, para ocultar su vergüenza, concluyen con la frase favorita de los mediocres: ¡es que tengo mala suerte¡

Las palabras se las lleva el viento, pero mi pensamiento escrito está.