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UN INFIERNO BONITO

“EL CAPITÁN”

La vez pasada les conté que la perrera municipal subió al barrio de “La Palma”. Doña Manuela, al ver que se llevaban a su perro, llamado “El Capitán”, les hizo un desmadre a los perreros. Los vecinos entraron en acción, quebrando los vidrios de la camioneta, desmadrando a los trabajadores del antirrábico, dejando libres a  todos los canes. 

Llegó la ambulancia y se los llevó al Hospital General. Como demandaron ante el Ministerio Público, llegaron los ministeriales junto con varios uniformados, a la vecindad para llevarse al bote a la señora. Al agarrarla, “El Capitán” le dio una mordida en una nalga a uno de ellos, que por poco le arranca el pedazo; pero la cosa no quedó ahí. Días después, doña Manuela estaba haciéndole de comer a su viejo, “El Chirimoya”, cuando le llegó de nuevo la Policía Ministerial.

  • Buenos días, señora. Le traigo un citatorio para que se presente el día de mañana, a las 9 de la mañana, en la Procuraduría General de Justicia.
  • ¿Qué chingados voy a hacer allá, joven?
  • Es una orden judicial para que comparezca ante el Ministerio Público y que queden en el arreglo, de que usted pague los daños que le causó a la camioneta del antirrábico y las curaciones por las heridas que sufrieron los trabajadores; una multa por revoltosa, y nos tenemos que llevar a su perro porque mordió a uno de los elementos de la policía uniformada, para ver si no tiene rabia.
  • ¡No mame! No me haga reír, por favor. Es mejor que se vaya antes de que comience a repartir madrazos.
  • Aquí le dejo el citatorio. ¡Y más vale que se presente, porque si no vendrán por usted y se la llevaran jalándola de las patas!
  • ¡A mí no me venga a apantallar, llévese su pinche citatorio!

Doña Manuela lo hizo bolita y se lo aventó en la cara. En esos momentos llegaron más vecinas para ver qué pasaba.

  • ¿Qué pasa, Manuelita?
  • Este cabrón, que me viene a decir que es policía y que mañana me tengo que presentar a la Procuraduría para que pague lo que se desmadró y además dice que se van a llevar a mi “Capitán”. Pero va a estar pelón.

Doña Lucha le dio un aventón al policía, que fue a retachar contra la pared de adobe. Se limpió el saco y le dijo:

  • ¡Cálmese, señora, o me la jalo!
  • ¡Pues jálesela las veces que quiera! Déjeme voltear para el otro lado y no le vea su pellejo.

El policía, muy enojado, al ver que se estaban juntando todas las viejas, mejor se dio la vuelta y caminó a la salida. Las mujeres le echaron una trompetilla. Se despidieron las vecinas de doña Manuela. Horas después llegó su viejo don Ernesto, a quien le decían “El Chirimoya” y le dijo a la señora:

  • ¡Ya supe, vieja, que te metiste en broncas con la Policía Ministerial! Es mejor que te pintes para el otro lado; únete al grupo de los migrantes, antes de que esos cabrones te ejecutan, poniéndote la perica.
  • ¡A mí me la persignan! Además, cuento contigo, para que me eches una mano y la vayas a arreglar tú. Cuando andas borracho hablas como diputado.
  • Será mejor, vieja, que me lleve al “Capitán” a la casa de mi jefa, por unos días, mientras pasa el cohete, no sea el pinche diablo, y se lo lleven a huevo y le den en la madre.
  • ¡No, viejo, mi perro! No tiene por qué ir a sufrir en la casa de esa pinche vieja hipócrita, que solo me habla cuando necesita algo. Aquí  no le faltan las tres comidas al día y tiene su postre.

“El Chirimoya” la dejó hablando como loca a su vieja. Salió al patio, quitó el tendedero. Doña Manuela se lo quedó mirando, y le preguntó:

  • ¿Para qué quitaste el lazo del tendedero?
  • Es mejor, vieja, que entiendas que me voy a llevar al “Capitán” a donde te dije. Y te recomiendo que no salgas de la casa, ni al baño, porque esos cabrones de los ministeriales, pueden llevarte de las greñas. Y si los acusas ante los Derechos Humanos, dicen sus comandantes que fue en defensa propia. Es por el bien del perrito. Yo también lo quiero mucho. Debemos protegerlo. Le voy a dar una lana a mi jefa para que lo tenga muy bien comido.
  • ¡No te hagas pendejo! ¡Sabes bien que la vieja de tu madre no quiere a los perros! 
  • Me dirás lo que quieras, pero para protección del animalito, me lo llevo a Santa Julia. ¡A lo mejor allá encuentra una perra y regresa con familia!
  • ¡Pero Santa Julia está muy lejos!
  • ¡Está mejor así! Los policías no le pisan los talones. Santa Julia es como un ranchito, allá el perro va estar a toda madre. O te la voy a poner más fácil: ¿Qué prefieres, que me lo lleve o que le den cran? Allá con mi jefa, el perrito estará mejor que en Seguridad Pública.
  • ¡Es que me da mucha tristeza deshacerme del animalito! Lo recuerdo cuando lo encontramos chiquito en un basurero. Pobrecito, parecía que tocaba guitarra de tanta pulga que tenía. ¡Míralo! Parece que nos está oyendo.
  • A ver, mi “Capitán”, vengase para que le ponga un cuello ortopédico.

El perro movía la cola, a todo lo que daba, sin saber cuál sería su suerte. Doña Manuela le echó su bendición y “El chirimoya” se lo llevó a jalones, pues al ver que lo sacaba de la casa, comenzó a ladrar y a querer regresar.

Dos veces se llevó de corbata al “Chirimoya”, que le habló por la buena:

  • ¡Cálmate, pinche perro, o te doy de patadas!

Manuelita no salió de su casa por varios días, por el temor de que se la llevaran a la cárcel, pero tampoco sabía nada de su perro. Eso fue lo que la hizo jugarse el todo por el todo, y salir en su busca. Llegó a la casa de su suegra y recibió una gran sorpresa, cuando le dijo:

  • La verdad, lo tenía amarrado, pero el pinche perro se la pasaba chille y chille. El cabrón no quería comer. Por las noches aullaba, que ponía nerviosos a los vecinos, y me vinieron a decir que si no callaba al perro, lo iban a matar. ¡Y por eso lo dejé que se fuera!
  • ¿Desde cuándo?
  • ¡Ya tiene dos semanas!

La señora, enfurecida, se puso como el Hombre Verde. Le aventó un campanazo a su suegra, que si no se agacha la señora, le pasa lo que al perico Y le dijo:

  • Si a mi perro no lo encuentro por Dios, que vengo a partirle toda su madre a usted y a su pinche viejo borracho; ¡y los vecinos que se vayan a vivir donde no hay animales!

Antes de que doña Manuela la desmadrara, la señora María le aventó la puerta en la cara y se atrancó. A la mujer se lo rodaron las lágrimas; se las limpiaba a cada rato. Lloraba con tanto sentimiento, que el llanto le tapó la visión y se fue a dar un tope en un poste. Cuando entró a su casa encontró a su viejo “El Chirimoya”, echándose una siesta. Lo levantó de las greñas:

  • ¡Párate, cabron, y ve a buscar a mi “Capitán”! Y si no me lo traes, ni regreses, porque contigo me desquito. ¡Tu pinche madre, lo echó a la calle, y no sabemos por donde ande!

“El Chirimoya” cerró los ojos para seguir echándose un coyotito, pero los abrió cuando sintió un garrotazo en la cabeza, que hasta se cayó de la cama. Se paró hecho la chingada, y se puso en la puerta.

  • ¿Dónde quieres que lo busqué? Si son las 12 de la noche. Espérate y mañana hago un rondín todo el día, por esa colonia, y te lo traigo. ¡Está haciendo mucho frío!
  • ¡A mi me vale madre! Sácate a buscarlo y no regreses sin él. Tu madre tiene la culpa. ¡Ve a despertarla para que te ayude a buscarlo!

“El Chirimoya” sabía que doña Manuela era brava cuando estaba enojada. Pero le dio explicaciones para que reaccionara. Al ver que estaba de necia, le dijo:

  • ¡Yo no voy a buscar al perro, si quieres ve tú!

La señora agarró el garrote y se lo pegó por el lomo.

  • ¡Ay, ay!

Sobándose, “El Chirimoya” bajó temblando por el barrio, y en la esquina encontró a su amigo “El Chaparro”, que le preguntó:

  • ¿Dónde vas a estas horas, carnal?
  • ¿Te acuerdas que hace días mi vieja tuvo una bronca con los perreros, a quienes desmadró?
  • ¡Sí! Por cierto, un policía quedó cucho de una nalga. También supe que vino un tira a querérsela llevar con todo y perro.
  • Bueno, para sacarla de la bronca, me lleve al “Capitán” a la casa de mi jefa, y lo dejó salir. Y ahora mi pinche vieja quiere que lo vaya a buscar. Ya le dije que es medianoche, pero no entiende. ¡Me cerró la puerta y me dio de palos!
  • ¡Ah, cabrona! Te dejó jorobado. Pero no te preocupes. Yo tengo un perro lobo, grandote, nada más que mi vieja no lo quiere porque se tragó una gallina, con todo y plumas. Me mandó a dejarlo lejos, lo lleve hasta una casa, atrás del Cerro del Judío, y me cae que si no es por el perro, no regreso. ¿Qué te parece si te lo regalo? ¡Y matamos dos pájaros de un tiro, dejo contentas a mi vieja y a la tuya!
  • ¿Cómo es el perro que me vas a regalar?
  • ¡Se parece al “Capitán”! Nada más que es café. Ahorita te lo traigo para que te lo lleves. Me ahorraste el viaje. Mi vieja no me deja entrar hasta que no me lleve al perro. ¡Ja, ja, ja! Y tu vieja te deja entrar hasta que le lleves el perro.

Poco después, llegó “El Chaparro” jalando a un perro grandote, y se lo entregó al “Chirimoya”. Muy contento, llegó a su casa, tocó la puerta, y le dijo a su vieja:

  • ¡Ábreme, mujer, mira lo que te trago!
  • ¡Mi capitán!

Doña Manuela abrió para recibir a su perrito consentido, pero al ver que llevaba otro, le preguntó:

  • ¿De quién es este perro tan feo?
  • ¡Te lo traigo para que llene el hueco que dejó “El Capitán”. Se llama “El Feroz”.

La señora lo saco a empujones, gritándole:

  • ¡Sácate con tu pinche perro roñoso! Ese es el que le hubieras llevado a tu madre. Ya te lo dije, no vengas si no me traes a mi perro. Pasaron los días, semanas y meses, y “El Chirimoya” no regresó a su casa. De seguro no encontró al “Capitán”.