EL FARO

Tiempos de crispación

  • Hace unos pocos días, un grupo de 150 intelectuales mundiales, firmaron una “carta sobre la justicia y el derecho al debate abierto”… 

Hace ya varias décadas, Julián Marías advertía a la sociedad española de que ella se había instalado vitalmente en una actitud de exigencia desmedida. Cualquier cosa resultaba irritante, cualquier cosa ameritaba dimisión, cualquier cosa era ofensiva e indignante. La comunicación era pues un punto de encontronazo entre quien se sentía ofendido y exigía respeto y reconsideración, y quien opinaba y parecía que había molestado al otro. En medio, la agresión verbal.

Ya más recientemente un autor francés, Christian Salmon, en su primer ensayo (2016 en su versión española) advertía de cómo se construían narraciones en la política con la intención de que sus electores fueran conformando sus propias mentes a estos relatos. Más recientemente, en 2020, sus análisis defienden la sobresaturación de relatos y cree que la única manera de hacerse notar de entre el marasmo de cuentos, es encontrar la palabra ríspida y el lenguaje de la confrontación.

Hace unos pocos días, un grupo de 150 intelectuales mundiales, firmaron una “carta sobre la justicia y el derecho al debate abierto”. Se alegran en la misiva de que la sociedad salga a las calles, se exprese y reclame lo que considera que es justo. Se preocupan por un crecido ambiente, oficial, mediático, que tiende a borrar el disenso, el respeto y el diálogo en aras de la defensa e identificación de una determinada ideología. 

Tanto el ánimo de exigencia desmedida fundada en el individualismo exagerado, como la tendencia a la confrontación y rispidez en la palabra, han llevado, pues, a nuestras sociedades a la división entre buenos y malos, a los bandos y a las facciones. Además, las herramientas tecnológicas abonan estos terrenos con los bosques de bots que están diseñados para defender a su programador y a atacar a quien no es de su gusto o programación.

Los problemas que nos aquejan en la humanidad, en nuestros días y en los venideros, reclaman para su ajustada solución de una actitud dialogante fundamentada en la necesidad de salir al encuentro del otro para escuchar lo que tiene que decir con buenas razones y palabras. El prejuicio de “está conmigo o está contra mí”, simplemente favorece la exclusión y socava los más elementales principios democráticos de nuestra sociedad y pone en riesgo la convivencia pacífica que tanto necesitamos en México. 

El engordamiento del “egoísmo”, el sectarismo político, la competitividad mediática son elementos que se alejan de una solución común. El diálogo, demanda capacidad de buscar y encontrarse con el distinto dándole siempre un lugar de igualdad y respeto; necesita uso de palabras apropiadas que descarguen su intención ofensiva o defensiva; y requiere de una presentación de las mejores razones que a cada uno se le puedan ocurrir para iluminar lo adecuado de su propuesta.

En tiempos futuros próximos entraremos en periodo de elección en varios estados de la nación. Tanto los gobiernos, como los ciudadanos, como los protagonistas de los medios de comunicación tenemos la oportunidad de modificar el tono de nuestras comunicaciones con la finalidad de que entre todos seamos capaces de encontrar las mejores opciones de convivencia común. ¿Seremos realmente capaces?

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