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UN INFIERNO BONITO

“LA MALDAD”

Trabajaba en la mina de San Juan Pachuca, a 370 metros de profundidad, ahí hace un calor de todos los diablos, ni los mineros mismos lo aguantan, trabajaban encuerados; para llegar al lugar, nos llevaban en un motor de tres kilómetros, era un trenecito como el de Chapultepec, pero dos veces más grande.  

Nos dejaba en el tiro de la mina de Santa Ana, ahí teníamos que subir 80 metros de escaleras verticales, cargando cada quien su herramienta. Yo era ayudante y mi perforista era “El Chocolate”,  mis compañeros Guadalupe Rojas, Antonio “El Loco”  y “El Petronilo”.

Barreneábamos una frente, pero antes teníamos que levantar 20 toneladas de carga a pala, llenar los carros de mina, empujarlos e irlos a vaciar y hacer 28 barrenos de dos metros.

Mi trabajo también consistía en ir por la dinamita a un kilómetro de distancia, bajaba las escaleras que subimos y tenía que llevar un costal y cargarlo en el lomo y volver a subir, pesaba como 50 kilos. 

Después, cuando terminábamos, regresábamos caminando. 

Un día sentí la mina más caliente que nunca, el aire me faltaba  me cae que sentía desmayarme, caminaba con los brazos caídos, mirando al suelo, como si me pesaran las nalgas. 

Como ayudante de perforista tenía que cargar dos barrenas de un metro con ochenta centímetros de largo, por media pulgada de diámetro y dos de 90 centímetros, como son de acero, pesan y son muy estorbosas, terminamos y me dijo “El Chocolate”:

  • ¡Ya está ardiendo! ¡Vámonos!
  • ¡Me voy a esperar otro rato!
  • ¡Que ya está ardiendo, cabrón! Ahora si “Gato Seco”, me cae de madre que te vas a morir.
  • Es que ya no aguanto, las piernas se me doblan al caminar, me mareo, váyanse ustedes, dejen que me reponga y después los alcanzo.
  • No podemos dejarte, ya no tarda en tronar, se desprenden piedras y el humo te va ahogar, si te mueres a mí es al que amuelan porque aparte de ser tu padrastro, soy tu encargado, ya échale ganas, hoy es sábado y mañana no trabajamos y sirve que descansas, parece que estás recién casado güey.

Me dio la mano para pararme y los demás me empujaron de las nalgas y les dije:

  • Camínenle y yo los alcanzo.
  • ¡Qué no, pendejo! Lo que va a pasar es que te vamos a llevar a punta de madrazos! Ayúdalo Petronilo.
  • ¡Si no soy partera
  • ¡Tú cárgalo, “Loco”!
  • ¡Si no soy agua!
  • ¡Camínale y cuando bajemos las escaleras, te acuestas un rato! ¿Estás de acuerdo?
  • ¡Sí!
  • ¡Pues, vámonos!
  • ¡Con tu hermana!

En el camino, con la franela me limpiaba el sudor del cuerpo y la exprimía, para volverlo a hacer, quería sentarme a descansar pero sabía que mis compañeros me pararían a patadas, dijo “El Loco”:

  • ¡Miren al pobre “Gato”! Saca la lengua, parece perro cuando tiene sed.

Le dijo “El Chocolate”:

  • ¡Cárgalo!
  • ¡De leña!
  • ¡Ayúdalo! Pobre del “Gato”, se va a morir.
  • ¡Ni modo, tendré que quedarme con su vieja!

Lupe se enojó y les dijo:

-¡Ya cállense, pinches babosos, en lugar de que le den ánimo, lo vienen molestando!

  • ¡Para que se mete a la mina, si no puede el güey!

Caminamos en silencio  llegamos a la escalera donde teníamos que bajar y me dijo “El Chocolate”:

  • Bájate tú “Gato Seco” deja echarte la bendición, por si te das en la madre.
  • ¡Ten “Loco”, agárrame el fierro, mientras me acomodo!
  • ¡Qué te lo agarre tu madre!
  • ¡Te la amarro para que no ladre!

Bajamos uno por uno,  cuando estuvimos juntos comenzamos a caminar por el túnel, que parecía horno, Pasamos por un crucero donde se juntaban dos túneles y me dijo “El Chocolate”:

  • ¿La llevas bien con los ruineros?
  • ¡Sí!
  • Vamos a robarles el bote con agua que se van a tomar
  • ¡No chingues! Pobres cuates, ellos acaban de entrar y nosotros vamos de salida.
  • ¡Me vale madre! A que lloren en mi casa, a que lloren en la suya, mejor en la de ellos. Espérense aquí, ahorita venimos. Vámonos “Gato Seco”. Tienes que ponerte abusado para robarles el bote de agua.

Me metí al túnel, y atrás de mí iba “El Chocolate” con la luz apagada y me dijo en la oreja.

  • ¡Dame chance de que encuentre el bote de agua! Y luego te regresas.

Llegué a una tarima como de tres metros de altura, se llama Ruina, donde estaban trabajando “El Tejolote”, “El Muerto” y “El Pirrín”, les grité:

  • ¡Hey de arriba!
  • ¿Quién eres?
  • ¡Tu padre!
  • ¡Mi padre no levanta la pata para mear!
  • ¡Soy yo!
  • ¿Quién yo? 
  • ¡Voy a subir no me vayan a echar una piedra!

Subí la escalera y llegué con ellos,  me dijo “El Tejolote”

  • ¿Qué chingados quieres? Aquí no estamos pelando tripas, ni tampoco estamos hablando mal del pinche gobierno.
  • ¡Vengo a buscar a tu encargado, “El Chicas”.
  • ¡Ni madres! Te veo medio sospechoso, a lo mejor vienes a robarnos algo. Esconde la herramienta “Pirrín” este pinche “Gato”, ya lo conocemos, lo que tiene de seco, lo tiene de ratón.
  • ¡El día que yo les robe algo, van a quedar huérfanos!
  • ¡Ya vete! No nos quites el tiempo que tenemos el hijo atravesado. Sácate, ¿a qué vienes?
  • ¡Ya les dije que vengo a buscar al “Chicas”!
  • ¡Ese pendejo ya se murió! Vino hace rato a gritarnos y le dimos en la madre.

Calculé el tiempo, para entonces “El Chocolate” se había llevado el bote del agua y les dije:

  • ¡Ya me voy!
  • ¡De nalgas, hasta donde estoy!

Cuando iba bajando la escalera me mentaron la madre,  me dieron de piedrazos y me gritó “El Tejolote”

  • ¡Adiós “Gato Seco” le dices a tu jefa que no voy a llegar a dormir hoy en la noche, porque le toca a su mamá del “Pirrín”

Comenzaron a aventarme piedras, que si no me agacho, me pasa lo que al perico.

Llegué donde estaban mis compañeros y me dijo “El Chocolate”:

  • ¡Valió la pena que te hayan mentado la madre! trajimos más de medio bote de agua, y nos cayó a toda madre. Ahí te dejamos tu parte.

Con desesperación me empine el bote, tomándome el agua, que me volvió a la vida, “El Loco” lo aventó cuando estaba vacío y nos dijo:

  • Vámonos, porque si llegamos tarde nos sacan hasta mañana. 

Llegamos al despacho, que es el lugar donde para la jaula, para sacar a los mineros a la superficie. Teníamos que formarnos para que nos sacaran a la superficie. En la fila estaba “El 

Chicas”. Como era amigo de mis hermanos, me llamó y me dijo:

  • ¡Deberías venir a trabajar conmigo! Dejo buena propina. Dios no lo quiera, pero con las madrizas que estas llevando, un día te vas a morir.
  • ¡Pero  tú no dejas dinero suficiente de propina!
  • ¿Quién dice que no? Lo que pasa es que mis trabajadores son muy flojos, “El Tejolote” falta mucho, “El Muerto” siempre llega tarde, y “El Pirrín” todo el tiempo se la pasa en la cuba. Parece que tiene chorrillo. Hace rato que llegué a verlos los encontré acostados, que me encabrono, que les miento la madre y que los pongo a quebrar piedras con el marro, ahí estuve grande rato, para que trabajaran, cuando me vine, al bajarme me aventaron de piedras, me iba a subir para darles en la madre, pero no me dejaron, echándome la carga. Pero hijos de toda su madre, me la pagaron, que voy por mi compadre “El Gallinazo” y que nos orinamos en el bote de agua que se van a tomar.