Silencios
La escena era apocalíptica pero sin desorden, es decir, todo estaba en su lugar pero no había nadie más, era como si de un momento a otro, todos hubieran dejado de hacer lo que les ocupaba en el momento de la gran desaparición, las tiendas y comercios estaban abiertos, se podía entrar y comer de todo, lo que en breve, se echaría a perder y no había forma de dárselo a alguien más.
Es horrible caminar por esas calles en las que hubo tanta vida, es horrible mirar que no hay edificios destruidos ni razón por la que no haya humanos ni animales, no hay cadáveres como en las películas que tanto nos asombraron. Imaginamos de pronto que sucedió alguna situación radioactiva pero tampoco hay rastro de eso.
Pareciera que un día cualquiera sólo se fueron sin dejar rastro, sin llevarse sus automóviles, sin cerrar sus casas, sin temer el abandono de sus bienes materiales, sin preocuparse por una plaga ni mucho menos. El cuadro es desolador, y lo fue más cuando comenzó a llover, cuando las nubes enmarcaron el cuadro que me introdujo a esa nueva realidad.
Ahí fue cuando la angustia se mezcló con la oscuridad, no había nadie más, y de pronto la lluvia volvió a convertirse en silencio, en un silencio absoluto donde la tragedia pareciera estar encerrada en la ausencia de los sonidos, en dónde se camina y se grita sin respuesta alguna.
Lo fuerte viene más adelante, cuando se comienzan a escuchar esas voces que surgen dentro, esas que te dicen que ya no hay remedio, que el resto de tu vida es lo que vas a escuchar, que no habrá alguien más con quién conversar, ni sonido que emane de ningún lugar, es ahí cuando tomas una gran bocanada de aire, cuando sientes la asfixia y te da por despertar…