LAGUNA DE VOCES

Granaderos, nada, nadie

 

En cada manifestación pública de la que somos testigos vía la televisión en la mayoría de los casos, o directamente si por asuntos del destino nos tocó andar por esos rumbos de Dios, es una constante que los granaderos sean objeto de todo tipo de agresiones por parte de encapuchados o no encapuchados, máscara de indignados o simple paliacate. Cualquiera que sea la vestimenta, los hombres de casco y escudo, serán blanco de pedradas, bombas molotov, tubazos, escupitajos, y por supuesto un rosario de mentadas de madre.

            Los que agreden serán víctimas en cualquier circunstancia, porque son los que protestan y hacen pública la indignación a nombre de todos, y si en esa tarea es necesario mostrar furia, luego entonces se justifica que incluso busquen quemar vivos a los que representan los peores intereses del “cochino imperialismo yanqui”, o bien “cochinos intereses del priísmo, panismo, etcétera y etcétera”.

            Resulta complicado entender que los encapuchados no atinen a descubrir que quienes son presa de su furia, son precisamente otro sector igual de jodido en lo económico y de clase, y que lejos de representar a sus supuestos enemigos, son simple y llanamente otros igual que ellos.

            Sin embargo en todo grupo de jóvenes manifestantes, y también no tan jóvenes, será eternamente un deporte aplaudido agarrar vuelo y enfilar una patada voladora contra la valla de granaderos. Si en una de esas logran dejar con tamaña descalabrada al hombre de casco y escudo, será un triunfo que podrá ser platicado en todo momento.

            Hasta hace poco, antes de que la guerra contra el narcotráfico fuera declarada por el orate de Calderón, se practicaba con singular constancia, el deporte de gritarle a los militares que eran unos “mariquitas si calzones” desde algún autobús repleto de paseantes. Se daba por hecho que los uniformados de verde jamás perseguirían la unidad de civiles para bajarlos y descubrir al osado que se atrevía a ofenderlos, quien ya pasado el retén o la caseta de cobro, presumía a sus acompañantes lo que había hecho.

            Hoy es diferente, porque sin duda el autobús sería detenido y cada uno de sus ocupantes esculcado, interrogado y es un hecho que el gracioso pediría perdón llorando a moco tendido.

            Sin embargo las agresiones contra los granaderos siempre serán pasadas por alto, en una sociedad y un sistema que no atina a identificar por dónde puede transitar hacia una mejor forma de entendimiento. Los granaderos son personajes sin rostro, anónimos, incuso hasta inexistentes, que pueden ser golpeados, pateados, escupidos y todo lo que sea necesario para dejar bien en claro que su indefensión es claro síntoma de que hay justicia justiciera en un país como el nuestro.

            Incluso entre más sean golpeados, será mejor, mucho mejor. Y por supuesto, de paso se genera una futura venganza de los que hoy reciben golpes, y que cuando se presente la ocasión se las cobrarán caro a sus verdugos de estos días. Todo lo anterior para que la eterna lucha de jodidos contra jodidos se repita hasta la eternidad.

            Para muestra basta un botón con las recientes manifestaciones por el 2 de octubre en la capital del país, con lo del Tuzobús en Pachuca, con lo que usted mande y ordene, pero la guerra sin cuartel siempre será entre los mismos, es decir no entre el poderoso y los que exigen sus derechos, sino el que poco tiene y el que nada tiene.

            La historia de siempre.

 

Mil gracias, hasta mañana.

 

peraltajav@gmail.com

twitter: @JavierEPeralta

 

CITA:

Sin embargo las agresiones contra los granaderos siempre serán pasadas por alto, en una sociedad y un sistema que no atina a identificar por dónde puede transitar hacia una mejor forma de entendimiento. Los granaderos son personajes sin rostro, anónimos, incuso hasta inexistentes, que pueden ser golpeados, pateados, escupidos y todo lo que sea necesario para dejar bien en claro que su indefensión es claro síntoma de que hay justicia justiciera en un país como el nuestro.

 

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