EL FARO

EL FARO

¿Qué nueva normalidad?

  • Nota de la Dirección: El doctor Jesús Ignacio Panedas Galindo se incorpora a partir de este y todos los lunes, a las páginas de Nuestra Palabra de su Diario Plaza Juárez. Él es Director de Estudios de Posgrado de la Universidad La Salle y nos acompañará en estos tiempos tan necesitados de la filosofía como guía y búsqueda de las “nuevas normalidades” que nos tocarán vivir. Sea bienvenido.

En estos días, en torno al primero de junio, estamos escuchando abundantemente sobre la nueva normalidad que nos llegará después de esa fecha. La “normalidad” hace referencia a la vida cotidiana que todos los ciudadanos llevamos a cabo. Es sinónimo de rutina, de hábito, de costumbre en los comportamientos. Parece entonces que la vuelta a la normalidad implica regresar a lo que siempre se ha hecho y como siempre se ha hecho.

Sin embargo, la normalidad que se anuncia está calificada, es “nueva”. Pudiera entenderse como si se tratara de un adverbio de modo y pudiera ser sinónimo de “nuevamente”. Esto implicaría que tras el paso mortal del Covid-19 las aguas volverían a su cauce y nada cambiaría. El resultado de la “nueva normalidad” consistiría en volver a vivir como vivíamos antes de conocer este famoso coronavirus.

Es improbable que este sea el sentido que se le quiere dar al adjetivo calificativo “nueva”. La realidad parece indicar que no pocas cosas tendrán que replantearse a la luz de los efectos de la pandemia del coronavirus. Y más nos vale dedicar tiempo a la reflexión detallada sobre la manera en que tendremos que comportarnos a partir de que se controle el contagio del virus. 

No solamente afectará en la manera de tomar vuelos comerciales o de la movilidad de las personas, o de adquirir productos de cualquier parte del mundo o de hacer turismo. Debería hacernos pensar también, por ejemplo, en qué tipos de modalidades de transporte vamos a usar, si seguiremos subiéndonos a la combi hasta que rebose de pasajeros o habrá un límite de usuarios. 

Debemos preocuparnos por cómo tocaremos cualquier producto de un comercio de gran superficie, echaré a mi bolsa una manzana ya tocada por 20 clientes anteriores o tendré que elegir los productos con guantes de plástico para no infectarnos unos a otros. Tendremos que cuestionarnos acerca de nuestra presencia en los bancos, o habrá que hacer todo un esfuerzo estructural y de redes para agilizar operaciones económicas mediante portales electrónicos desde cualquier parte de la nación. Sería bueno acordar también si todas las ventas de alimentos ambulantes (tacos, carnitas, verduras, frutas…) que no pasan por control sanitario alguno, deben continuar de igual forma.

Como puede verse en estos sencillos ejemplos, el calificativo de “nueva” debería hacernos pensar a todos y reestructurar no pocas de nuestras costumbres y hábitos de vida presentes en nuestro Estado y en la vida de la nación. Puede ser una oportunidad muy concreta para mejorar en nuestro sistema de vida o de acostumbrarnos al regreso de cada vez más frecuentes, y quizá más peligrosas, epidemias. 

El gobierno, el sector público y privado conjuntos, los ciudadanos todos, las instituciones educadoras, las familias…, tenemos actualmente en nuestras manos la necesidad y la posibilidad de plantear y acordar la manera más adecuada de vida que favorezca nuestra seguridad y supervivencia. Este estilo de vida debe estar guiado por un norte muy concreto, la novedad de lo que desde siempre ha ayudado al ser humano a ser cada vez más humano transformando y modificando las propias estructuras en que existe. Se nos abre una “nueva” oportunidad.