Un Infierno Bonito

ÁLVARO, “EL MOLLEJAS”

Por: El Gato Seco

En una ocasión “El Mollejas”, “El Cayo” y “El Calambrina” se cooperaron para hacerle una comida al “Pinacate”, que de unas patadas voladoras salvó al “Cotorro” que estaba pegado en el trole, que es el conducto de alta tensión de la mina.

Trabajaban en una fuente del nivel 350 de la mina de Santa Ana. Cuando  iban empujando la concha para vaciarla, se les salió de las vías, por más que hacían la lucha por levantarla, ni siquiera la movían, la concha es un carro de mina, que le caben dos toneladas de carga y pesa por lo menos una y media. Al “Mollejas” se le ocurrió decirle al “Cotorro” que fuera a buscar un tubo, para meterlo en medio y hacer más fuerza. El jefe, Luis Macías, al ver que no podían, les dijo:

  • Vayan a decirle a los motoristas que les echen la mano y la levanten.

Le Contestó “El Calambrina”:

  • Ya fuimos, y nos mentaron la madre, dijeron que ya estamos grandecitos como para pedir chichi, ya mandamos al “Cotorro” a que fuera a conseguir un tubo.

Llegó “El Cotorro” corriendo:

  • Ya vine, háganse a un lado, no me los vaya a llevar de corbata.

“El Cotorro” metió el tubo y les dijo:

  • A la de tres, ustedes empujan. A la una, a las dos y a las tres.

Al levantar el tubo, tocó el trole, que es el conducto de alta tensión y al “Cotorro” le salieron chispas, dio un pujido, quedando pegado en la concha. Rápidamente, “El Pinacate” le aventó unas patadas voladoras, que lo soltó de la corriente, aventándolo unos metros, quedando enroscado.

La corriente la había entrado por la mano izquierda, le recorrió el brazo y le salió por la pata derecha. El jefe fue a pedir ayuda, llegaron los de seguridad.

  • Háganse a un  lado, no lo vayan a tocar, ponle el aparato para descargarlo de la corriente.

Luís “El Barra” les preguntó: 

  • ¿Está muerto? 
  • ¡No! Sólo desmayado.
  • Ustedes, vámonos a la superficie – señaló su compañero

Llegaron al patio, les dijo que se fueran a bañar, y luego pasaran a verlo.

Así lo hicieron; en su informe dijo que el que lo salvó fue “El Pinacate”, que merecía un descanso. El ingeniero Madrazo ordenó que le dieran un reloj, tres días sin presentarse a la mina y lo sacaron del agujero a la  superficie. “Al Cotorro”, lo llevaron al hospital de la Compañía Real del Monte y Pachuca.

Pasaron los días, supieron que “El Cotorro” ya estaba en su casa, el “Mollejas”, “El Calambrina, y “El Cayo” se pusieron de acuerdo para hacerle una comida al “Pinacate”, le fue a avisar “El  Mollejas”:

  • El sábado te vamos a hacer una comida en la casa del “Cotorro”, llevas a toda tu familia.
  • Somos un chingo, mis 10 hijos, mi suegra, mi jefa, mis dos cuñadas, ¿dónde vive “El Cotorro”?
  • Por Las Lanchitas, junto al Estadio de Béisbol, te vas derecho, cuando te salga un perro, ahí es.

El día de la comida llegaron a la casa del “Cotorro”. Estaban todos los invitados, y sus familiares. Les dieron una cuba como aperitivo, les sirvieron arroz, luego un molito rojo con guajolote y frijolitos de olla, y siguieron las cubas a discreción. Manuelita, la mamá del “Cotorro”, dio un agradecimiento al “Pinacate”.

  • No sabe usted, señor “Pinacate”, como le agradezco que haya salvado a mi hijo… 

La señora se puso las manos en la cara y lloró, no pudo decir más palabras “El Pinacate”, la abrazó y le dijo:

  • No tiene nada que agradecerme, era mi deber como amigo y compañero de trabajo, además usted no hubiera perdido nada, por el Estado de Veracruz, venden “Cotorros” más bonitos y menos groseros que este cabrón.

Todos le aplaudieron, levantando el vaso, dijeron salud. En ese momento, entró don Julián, el papá del “Cotorro”, agarrando del brazo a un viejito muy risueño, que se presentó con ellos:

  • Mucho gusto jóvenes, me llamo Jesús, pero todos me conocen como “Chuchito”.

Era un señor como de 85 años, chaparrito, medio pelón, le faltaban los dientes, pero no era tan pendejo, porque pidió que le sirvieran su pulque, las horas pasaron y cada quien agarró su tema, pero luego se sentaron alrededor de don “Chuchito”, que les contó:

  • Yo trabajé en la mina La Blanca, luego cerró, y me fui para la del Bordo, a la de Dos Carlos, San Rafael y otras que ni me acuerdo.

Le dijo la señora del “Pinacate”:

  • Usted ha de haber sufrido mucho, señor.
  • Un poco, el minero debe ser fuerte y conformista a su suerte, nunca debe de andar de chillón, porque sabe que nace marcado por el destino, es como un animal que le ponen una letra en una nalga. Yo siempre anduve dentro de la mina, agarrado de la mano de la muerte, es más, nos llevábamos a mentadas, siempre jugó conmigo sin hacerme daño; por eso me salvé de muchos accidentes. Cuando tenía 10 años de edad, mi padre me llevaba a trabajar como minero, a través de los años salí un buen barretero, estaba bien con mi familia, y me llegó el golpe duro.
  • ¿Por qué, don “Chuchito”?
  • Recuerdo que era el año de 1915, cuando los revolucionarios llegaron a Pachuca, primero los Villistas, que asaltaron las Compañías Mineras, llevándose toda la plata y el dinero de la paga, el hambre llegó a la ciudad, al igual que las injusticias, los Villistas, en lugar de irse a rajar la madre con los pelones, se dedicaban a robar y violar a las mujeres, luego se fueron y llegaron los Carrancistas, que chingaron a todo Pachuca. Una vez mi padre me dijo que me subiera a la azotea para arreglar el tejado, cuando de pronto ví una polvareda que levantaban los caballos, eran como 20 hombres, se metieron al corral, agarraron las gallinas, también subieron a sus caballos unos borreguitos, que con mucho trabajo habíamos conseguido, mi papá les reclamó, le pegaron con el rifle en el pecho, lo tumbaron, pobrecito, se fue de nalgas parando las patas. Enojado agarró una piedra, se las arrojó a la bola de cabrones rateros,         pero fue tan mala su suerte, que le dio en la madre a un capitán abriéndole la cabeza, al momento dio la orden de que lo fusilaran. Mi madre y nosotros le suplicamos que lo perdonara, pero el desgraciado le dio una patada a mi jefa, pusieron a mi padre contra la pared y lo fusilaron, se montaron en sus caballos y se llevaron a mi hermana de 14 años de edad, que después la encontramos violada y muerta.

En ese momento entró “El Cotorro”, abrazó a su abuelo y le dijo:

  • Ya abuelito, eso fue hace mucho, ahora estamos de fiesta.

Don Julián puso en el tocadiscos el corrido del Zopilote Mojado, y el viejito lo bailó con la hermana del “Pinacate”. Comenzaron las cruzadas y valieron madre todos los borrachos; cada quien se salió por su lado. 

“El Calambrina”, el Mollejas y “El Cayo” en lugar de irse para el centro, se fueron por la colonia Céspedes, salieron a lo que hoy es la Plaza Juárez, donde estaban construyendo el Palacio de Gobierno, había zanjas muy angostas y profundas, entre la oscuridad las brincaban; escucharon un grito, “El Mollejas” se había caído en una de ellas, como se fue de cabeza, se le sumió, quedando jorobado, daba gritos de dolor. 

Sus amigos lo llevaron a la Clínica Minera, como no había médicos, se lo llevaron a su casa, les dijo su mamá que la acompañaran a Pachuquilla, para que lo curara un brujo, que era muy bueno. Al “Mollejas” lo tocaban y daba unos gritotes, parece que estaba pariendo chayotes.

Cuando llegaron con el curandero, lo pasaron al patio, lo miraba de pies  a cabeza, como estudiándolo, dijo que le quitaran su camisa, “El Mollejas” se desmayaba por el dolor en cada movimiento. El Brujo prendió un puro, lo fumaba con ganas, sacó una pomada, se la untó en la espalda, le dio una fumada al puro, le puso la lumbre en la espalda, al sentirla “El Mollejas”, se hizo para atrás, tronándole los huesos y todo volvió a su lugar, estaba curado, sonreía, decía que no le dolía nada.

Regresaron a Pachuca, “El Calambrina” junto con “El Cayo”, se metieron a una cantina a curársela, le dijo “El Calambrina al “Cayo”:

  • ¡Qué chingón fue el curandero! Con una quemada lo curó, si lo hubieran enyesado en la clínica, hubiera quedado mal.

Le contestó “El Cayo”:

  • Eso me esta dando una idea.
  • ¿Cuál?
  • Ahorita que llegues a tu casa, prendes un puro, se lo pones a tu vieja en la joroba, para que se enderece.
  • Mejor se lo voy a poner a tu madre, que parece camello.

Todo salió como lo habían planeado, “El Cotorro” estuvo muy contento, lo mismo que su familia, “El Mollejas” igual estaba bien y ellos estuvieron felices.

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