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UN INFIERNO BONITO

“EL CHUPADOR”

POR: EL GATO SECO

En el barrio de “La Palma” vivía Juan “El Ajolote” con su vieja “La Chepa”, todas las tardes se le veía subir por el callejón de Manuel doblado, en una de las grandes vecindades del señor Molina; le gustaba el pulque de a madres, no salía de la cantina “El Relámpago” que se encontraba a la entrada del callejón. Todos los vecinos comentaban que su madre lo parió ahí. 

Un día estaba muy borracho, no se podía sostener, era muy necio, quería seguir chupando. El cantinero no le quería vender, y le dijo a uno de los cuates que fuera a su casa a avisar que estaba tirado en la puerta de la cantina

  • ¡Ya vete para tu casa Juanito, van a pasar los policías y te van a llevar al bote!
  • “El Ajolote” se encabronó y entre palabras que  casi no se le entendían quién sabe qué le dijo. Pero de seguro le mentó la madre,
  • Ya no te voy a vender nada, así me mientes la madre, apenas puedes con tu alma, las patas no te aguantan, tienes los ojos al revés y andas con el hocico abierto.

El Cantinero le dijo al “Cacaro”, su ayudante;

  • ¡Ve a llamar a su vieja, que venga por él, y le dices que traiga refuerzos, porque es más necio que una mula!

“El Cacaro” entró a la vecindad y encontró lavando a la señora, le dijo:

  • ¡Señora vaya por su viejo, anda hasta la madre, a todos los que pasan se las mienta, no va a faltar alguno que lo desmadre!

La señora, se bajó corriendo, llegó a la cantina, y le dijo a su viejo borracho:

  • ¡Vamonos para la casa, mira nada más cómo estás!

“El Ajolote” hizo gestos, pero la obedeció, al echarle el brazo al cuello a su señora, al dar el paso, las patas se le doblaron y los dos cayeron al suelo sonando la cabeza de la mujer, como calabaza, el cantinero con otros señores se lo quitaron de encima.

  • ¡A ver señora déjeme ayudarle, ya la descalabro!

La señora sobándose la cabeza, a punto de chillar le dijo.

  • ¡Voy por mis suegros 
  • ¡Esperese nosotros le ayudamos, entre todos lo llevamos cargando! 

Con  trabajo  se lo llevaron cargando, como estaba muy pesado y pataleaba, para que lo bajaran, lo tumbaron y lo arrastraron,  lo metieron a su casa. La señora, se los agradeció.

  • ¡Muchas gracias señores, no saben cómo se los agradezco!

Lo dejaron en un rincón tirado como perro, encima de un costal, pasaron las horas, solamente se escuchan los ronquidos del “Ajolote”, parecía un león encabronado. Doña Chepa, le hacía el atole a su hijo, mirando a su viejo, le daba lástima.

  • ¡Pobrecito, pero no escarmienta!

“El Ajolote” por momentos trataba de pararse,  hablaba solo, se le doblaban las manos, y se daba un calaverazo. La señora trató de subirlo a la cama, lo cargaba haciendo fuerzas, se ponía como camote y se le volvía a caer. Fue a llamar a su suegra doña Ramona y le dijo:

  • ¡Señora! Ya no sé qué hacer con su pinche hijo, me dan ganas de largarme para el otro lado, al fin que ya no van a poner el muro de la vergüenza, me cae que desde que lo conozco, no se le quita lo borracho.
  • No la chingues, no me dejes sola con el paquete, mejor vamos a buscar la forma de quitarlo del vicio!
  • Pero, ¿cómo? Solamente cosiéndole el hocico, y ni así, buscaría la forma de tomar con popote!
  • Mañana mismo voy a ver a mi hermana, para que me diga cómo le hizo para quitarle lo borracho a mi cuñado.
  • ¿Y mientras que voy hacer? Al rato se levanta y comienza a molestar, se pone como loco, solamente se calma cuando se le da de tomar.
  • ¡No le des, castígalo!
  • ¿Para qué quiere que me agarre a golpes? Avienta campanazos a lo loco, no se mide, tira a matar, la otra vez me abrió la ceja de un madrazo.
  • ¿Desde a qué hora se durmió?
  • Como a las cinco de la tarde, son las diez de la noche hay que despertarlo, para que usted le ponga una cajeteada buena. A ver si así entiende
  • Va a estar cabrón, este es como Gabino Barrera, andando en la borrachera. Voy por mi marido, no sea que me vaya a desconocer porque en la actualidad los hijos, no respetan a sus padres, no me tardo.

La señora llegó acompañada de su viejo Apolinar, otro borracho, no había día en que no anduviera en el agua, por eso a su hijo le pusieron “El Ajolote, dicen que hijo de tigre, pintito, hijo de negro, negrito hijo de toda te grito. Don Apolinar dio su opinión:

  • Yo diría vieja, que al muchacho lo dejáramos descansar, pobrecito, como que le faltó la caminera, hay que dársela.
  • ¡No! ni madres, ya pusimos a calentar el café, le vamos a poner un chingo de sal, le abrimos el hocico, se la echamos para que vomite y se le baje la peda, mañana tiene que ir a trabajar.

Lo enderezaron, la mamá del Ajolote, le hacía el hocico como embudo para que su vieja, se lo echara el café, En un forcejeo les dio el jalón aventando a su señora y a su jefa, que cayeron de nalgas levantando las patas, “El Ajolote” se levantó muy enojado y les preguntó:

  • ¿Qué me hacen, qué es lo que quieren?

Le dijo su señora:

  • Te vamos a dar un vomitivo para que se te baje la borrachera, y estés bien, tienes los ojos de bolsa, mírate al espejo, si de por si estás feo pareces chango, ahora estás como mentada de madre!

Se levantó rápido, pareciera que le había picado la cola, se puso en guardia listo para aventar el madrazo a su vieja, que se protegía cubriéndose con las manos.

  • Esa fue idea tuya pinche vieja, pero me las vas a pagar, ni pelos vas a dejar
  • Yo no fui, yo no sé nada, tus papás tomaron la iniciativa, es más, ya me llenaste el buche de piedritas, desde hoy vas a dejar de chupar, lo vas a jurar delante de tus hijos y tus padres.

“El Ajolote” miraba a su vieja, muy enojado, sabía que ella era el motor de aquella rebelión, cuando se la iba a sonar, sus padres se pusieron enfrente y les dijo:

  • ¡No me tomo nada, y háganle como quieran!

Iba derechito a la calle, cuando su jefa, lo jaló de las greñas, como todavía andaba atarantado, pensó que era su vieja y le dio un madrazo, que la noqueó. Aventó campanazos a lo loco, pegándole uno a su papá, que también lo mandó al suelo. 

Todos los presentes trataron de agarrarlo pero era inútil, tenía unas fuerzas endemoniadas, nuevamente comenzó a tirar golpes a lo loco, acabó por dejar tirados a su vieja, a su padre, a sus hijos, y a su madre y se escapó. 

Pasaron los días, las semanas, los meses y nadie sabía nada de él,

Lo buscaron por cielo, mar y tierra, semanas después lo encontraron tirado mirando al cielo, se murió de frío en el Jardín Constitución, donde se juntaba con los teporochos, que andaban en el Escuadrón de la Muerte, no alcanzó a chupar  un día más, pero como dijo su vieja a sus suegros, “no se preocupen, ha de estar con los diablos echando cruzadas, lo cabrón está para enterrarlo que sale muy caro”.