“EL PINOCHO”
Por: El Gato Seco
Juan “El Pinocho” era un cuate a toda madre, pero tenía un defecto: era muy mentiroso. A él no le crecía la nariz, pero sí el hocico, era todo un profesional de la mentira; un día discutía con su vieja:
- Mañana que es sábado, te voy a esperar afuera de donde trabajas, me urge que me des mi gasto, para comprar el mandado de la semana.
- Híjole vieja, voy a salir fuera tres días, vamos a ir a poner un tanque en una hacienda de beneficio, en Guanajuato.
- Con todo respeto, le dices a tus jefes y a tus patrones, que si saben contar, no cuenten contigo, porque haces falta en la casa. Te la voy a poner más fácil, diles que te adelanten tu raya, vienes, la dejas y después puedes irte a donde quieras.
- Yo les dije, me dijeron que mi presencia era indispensable, que llegando me pagan, junto con una propina.
- ¿ No será que quieres llevarte a tu amante de paseo? Ya te lo advertí Juanito, el día que yo te caiga que andas de cuzco, me cae que donde te encuentre ¡Te castro para que se te quite lo cabrón!
- No seas mal pensada, dame de comer, tengo un chingo de hambre.
- Yo también y tus hijos, así es que caite cadáver, para ir al mandado.
Juan, para salirse de la bronca, se hizo el enojado.
- Para que se te quite un día de estos te voy a dar una madriza, delante de los vecinos, y se enseñen a ser machitos, y que sus mujeres sepan respetarlos, ya mejor me voy a dormir.
Se metió a su cuarto y no sabía cómo resolver un crucigrama que estaba de pelos, lo que pasaba es que el “Pinocho” había embarazado a una mujer, que era su novia, primero le prometió bajarle, las estrellas, pero como no pudo, le bajó los calzones, y la empanzonó, no se había presentado a su trabajo, porque la llevó al hospital, como iba en malas condiciones, el hijo venía atravesado, y tenía que pagar la operación y todos los medicamentos.
La raya que había cobrado, la dejó para ponerle sangre. Lo que estaba cabrón, era lo que le cobraban por la operación. Le había preguntado al médico en cuanto salía y le dijo que más o menos en 40 mil pesos. Toda la noche no pudo dormir, daba muchas vueltas y su vieja lo echó al suelo.
Juan pensaba cómo resolver su situación, porque su vieja era capaz de cumplir sus amenazas, cuando cantó el gallo, se paró y le dijo a su mujer:
- ¿Dónde me dejaste mis tacos?
- ¿Cuáles tacos?
- Los que pones siempre que me voy a trabajar.
- Tú lo has dicho, no me diste dinero, parece que trabajas en peluquería, que te pagan con pelos, yo soy muy legal “Dando y dando, pajarito volando” no hubo dinero, tampoco tacos.
Juan se salió muy enojado, hasta azotó la puerta, su vieja por la ventana le gritó:
- No se te vaya olvidar lo que te prometí, tú me conoces, soy una mujer que cumple lo que promete.
Juanito estaba que se lo cargaba la grosería y lo primero que se le ocurrió fue ir a ver a su mamá. Para que le echara la mano. Él vivía en la calle de Observatorio y su jefa en Peña y Peña, a unas cuadras de su casa, pero lo pelón estaba en que su jefa no podía ver a su vieja, ni su vieja a su jefa o sea a la suegra. Tocó la puerta, se echó saliva en los ojos, simulando que había llorado, y como estaba desvelado era fácil creerle. Le abrió doña María, que al verlo, se asombró.
- ¿Hijo, qué te pasa? ¿Se murió tu señora?
- ¡Mamá, mamacita! Tengo una pena en el alma, que no la mata el licor, no sé qué hacer mamá, me dan ganas de echarme de cabeza a un tiro de una mina.
- ¿Qué es lo que te pasa?
- Mi esposa se cayó de la cama y se hizo una descalabrada muy grande, la llevé al hospital y dijo el médico que se pegó en el cerebro y si no se atiende luego, va a quedar mensa o loca, porque se le salieron las ideas, me cobran 10 mil pesos en el hospital, y a mí no me han pagado donde trabajo.
- Voy a ver en la alcancía, es donde guardo mi lana. A ver cuánto tengo.
La señora sacó toda su morralla, la contaron y dijo:
- Tengo 5 mil chuchos, ¿Te sirven?
- ¡Presta para la orquesta! Algo es algo, dijo el calvo cuando un pelo le salió.
- Me gustaría llevárselos yo, sirve que hacemos las pases.
- No jefecita, mejor luego la traigo, para darte las gracias, me voy jefa.
“El Pinocho” salió y se fue directo al Sindicato de Mineros. Se dirigió a la tesorería:
- Señorita, ¿se encuentra el tesorero?
- Todavía no llega, si gusta esperarlo.
- SÍ, me urge.
Poco después llegó José Pérez y lo abordó cuando subía a las escaleras:
- Compañero, necesito que me trates una lana, es urgente, mi vieja se está muriendo.
- Deja que llegue a mi oficina y vea cuánto dinero tenemos disponible.
Llegaron a la oficina y le dijo a su secretaria:
- Señorita, tráigame el expediente de Juan Pérez Hernández, trabajador de la Hacienda de Loreto.
La secretaria se tardó un poco, que a Juan se le hicieron horas.
- Aquí lo tiene señor.
- A ver, vamos a ver Juan Pérez, Juan Pérez, no te puedo prestar, debes mil pesos desde hace un año. Ni un abono has dado. Estás apuntado en la lista negra, págalos y te préstamos.
- Ayúdame compañero, tengo a mi señora en cama, está grave y se le puede llevar la calaca, si no le compro la medicina, oxígeno y otras cosas.
- ¿Por qué no la llevaste a la Clínica Minera? Ahí te la hubieran arreglado y te hubieras dado la medicina que necesitaba, aquí todos los que deben tienen la puerta cerrada, así que no pierdas tu tiempo.
Por más que “El Pinocho” le rogaba, lo mandó a sacar.
- Señorita, háblele al velador que venga a sacar a un necio.
- Présteme compañero, necesito 35 mil pesos.
El secretario Tesorero, le hizo unas señas al velador, que se lo echó en un hombro y lo dejó en la calle, triste, cansado y sin ilusiones, camina con la mirada fija, dándole vueltas las celdillas de su cerebro, para arreglar su bronca. Se atravesaba las calles sin darse cuenta, un coche pasó resurándole las nalgas.
- ¡Abusado pendejo! Gritó.
De pronto, se le vino una idea, que era su resolución, su padrino de bautizo, Pedro Hernández, tenía una tienda grande en el mercado de la colonia Morelos, le cayó como abonero en quincena.
- ¡Padrino!
- Hijo, ¡qué milagro que me vienes a ver!
Se puso las manos en la cara y comenzó a llorar como sirena de ambulancia.
- ¿Qué te pasa, hijo?
- Mi mamá, padrino, está en el hospital y dicen los médicos, que si no se atiende rápido se la van a llevar los diablos.
- ¿Qué le pasó?
- Cuando por la mañana fui a verla, estaba tirada a media pieza, dando unos gritos fuerte que pareciera que estaba pariendo cuates. No podía hablar, sólo hacía gestos por el dolor y chillaba, pedí la Cruz Roja, se la llevaron al hospital, ahí le pusieron una inyección y se le calmó el dolor, al verla los médicos dijeron que se había roto la cadera, y su caso estaba pelón, que había que operar urgente y me dio una lista de medicinas, llegando al grano le pregunté que en cuánto salía la operación, me dijo que como tienen que llamar a un especialista y es un hospital, 40 mil pesos, que investigara en otros hospitales, fui a la Beneficencia Española, allá me cobran 100 varos.
- Como que está muy caro hijo, ¿en qué te puedo ayudar?
- La verdad yo vine a verlo, porque estamos a medio mes y no tengo dinero, me cerraron las puertas en la Compañía y el Sindicato minero. Yo nada más cuento con muy poquito dinero, me falta 35 mil pesos.
- Pues, ¿qué le pasó a mi comadrita, por qué se lastimó tanto?
- Dijo entre llanto, que como estaba fundido el foco, se subió en una silla y se cayó de nalgas, por eso se le abrió la cadera.
- Tengo que salir a México a que me manden mercancía, si no yo te podría acompañar, pero te voy a prestar ese dinero, en efectivo.
- Gracias padrino, usted si me salió como el hada madrina.
Con el dinero en la mano, llegó al hospital a sacar a su querida y a su chavo. Se llevó una sorpresa, que los pelos se le pararon y por poco da el mulazo, le dijeron que fuera a ver a la Trabajadora Social, que le explicó:
- Su mujer no aguantó el parto y se murió, como no dejó la dirección de su casa no le pudimos avisar, vaya a arreglar los funerales, y de aquí se la lleva al velatorio, ese dinero que iba a pagar ocúpelo para los gastos, vaya pronto a la presidencia y llévese a su niño, chillón que no ha dejado dormir a los pacientes, cómprele una mamila, un bote de leche y se la da.
Salió del hospital cargando a su niño, ahora sí la bronca se le había puesto color de hormiga, fue a ver a un amigo, le contó lo que pasó y este le dijo:
- No carnal, me metes en un lío, mi vieja es muy amiga de tu señora, de una vez agarra el toro por los cuernos.
Llegó a su casa y ahí estaba su mamá, luego llegó el padrino, y a cada momento su bronca crecía. Se metió sin que lo vieran y dejó al niño en la cama, agarró un jorongo, en una petaca echó unas cosas y se fue de migrante a los Estados Unidos. Nadie sabe nada de él.