Conciencia Ciudadana

En la cúspide del combate

  Esta semana y quizá la próxima veremos de qué pasta estamos hechos los mexicanos y la capacidad real y objetiva de la estrategia contra el Covid-19, implementada por el gobierno federal del presidente López Obrador y ejecutada por las autoridades nacionales de salud, entre ellos los doctores Jorge Alcocer y Hugo López Gatell, secretario y subsecretario de salud respectivamente. 

   Como en todas las grandes batallas, el enemigo da todo cuanto puede para arrasar a la población más inerme. Pero no es solamente el virus letal quien actúa en nuestra contra; por desgracia,  tiene aliados conscientes e inconscientes en la propia sociedad; entre ellos, la ignorancia, la desidia y el derrotismo de un numeroso sector de la población, que intenta paliar al enemigo como si se tratara de un fantasma o un demonio, al cual basta con exorcizar o ignorar para deshacerse de su presencia. Desgraciadamente, todavía hay entre la población quienes creen que con tés de manzanilla o fomentos de alcohol alcanforado se puede terminar con la mortal enfermedad o algunos más sofisticados que están seguros de que no se trata más que de un cuento urdido por chinos, rusos o norteamericanos para someter al resto de la humanidad a su dominio. 

   Más allá de la ignorancia se encuentra la mala fe de quienes, sin ignorar el peligro de la pandemia; buscan sacar raja de los reales o ficticios errores de quienes deben combatirla, desacreditando sus tareas con el propósito de abrir brechas en la credibilidad popular a costa del terrible mal. Los hay también quienes, desde el anonimato de las redes sociales, golpean día a día a las autoridades sanitarias acusándolas del número de infectados, del mal servicio hospitalario o la letalidad alcanzada en el país con el solo fin de infundir miedo y rabia entre la población más desvalida y expuesta a la enfermedad. 

   Sin embargo, la mala fe alcanza proporciones de bestialidad y soberbia, inauditas en personajes como Donald Trump o Jair Bolsonaro, presidentes que no escatiman en utilizar la mentira, el odio o el miedo, para poner a salvo los intereses de los grandes capitales industriales y financieros, a costa de la vida de sus gobernados. Paradójicamente, son los sectores de la población más pobre los que responden favorablemente a los absurdos llamados de estos canallas, acusando de su mala suerte a los científicos de la salud que les piden resguardarse antes que regresar al trabajo.  

   Empero, cuando se pasa al terreno de la política internacional, la mala fe alcanza proporciones gigantescas, al contraponer a un pueblo contra otro.  En ese tenor, las naciones imperialistas tergiversan el sentido de la enfermedad al convertirla en parte de sus estrategias de confrontación contra sus adversarios. Otra vez Trump es el campeón de esa clase de retórica mentirosa, al servirse del Covid-19 como arma ideológica para  acusar a China, su mayor adversario económico, de ser el culpable de las desgracias vividas  en los Estados Unidos -la nación más afectada del mundo por la peste-, tratando de ocultar que es la injusta repartición de la riqueza y el sistema social  de su país quienes permiten que las empresas despidan sin contemplaciones a sus trabajadores, obligándolos a sobrevivir con la estrecha ayuda social del gobierno; que los ha llevado a manifestarse violentamente para exigir que las empresas no cierren, pues en el último de los casos -bajo la lógica retorcida del  capitalismo-, importa más comer que vivir, cruel manifestación de un sistema sin alma que se alimenta de la vida de sus propios integrantes. 

    Bajo ese marco de referencia hemos de valorar en su justa dimensión la forma en que se ha conducido el combate contra la pandemia en México. Por suerte, o intuición pasmosa, el pueblo mexicano decidió en 2018 terminar con los gobiernos neoliberales, fieles seguidores de esa política antihumana que priva hoy lo mismo en Estados Unidos que en Europa; donde es evidente que importa más la protección del capital que la de los seres humanos. 

Pese a encontrarnos aún inmersos en una crisis social y económica heredada por los anteriores gobiernos, ha sido muy diferente el criterio que guía al actual para enfrentar la crisis del coronavirus; que ha venido a agregar una tragedia más a la ya de por sí trágica situación en la que recibió al país. Cierto es que es que ha sido imposible alcanzar los grados de eficacia y eficiencia deseables para hacer frente a la pandemia; pero lejos de considerar culpable al actual gobierno la crítica debe dirigirse a los anteriores. 

El mismo presidente López Obrador expresó, desde antes de la aparición del virus, que los hospitales se encontraban en peor estado que las escuelas, reinando en ellos la corrupción y la falta de personal e insumos indispensables para su labor. Anunció desde entonces un programa de mejoramiento de las instalaciones de salud y la creación de una nueva escuela de medicina y enfermería que alivie la ingente necesidad de personal médico en todo el país. 

Pero el Covid-19 aceleró la crisis y ante ello, el presidente delegó certeramente su atención en las autoridades de la salud y los mejores científicos y médicos del país; ordenando, por otra parte, programas de protección a la economía popular mediante apoyos y préstamos a la población más vulnerable. Ante la exigencia de los grandes capitales, ofreció incluirlos en proyectos de desarrollo, pero se negó a aceptar la demanda de los organismos financieros internacionales y del propio Banco de México para reducir impuestos, condonar deudas fiscales o avalar préstamos privados. En suma, una política dirigida a proteger los recursos de la nación y de los sectores más vulnerables y una justa retribución a los inversionistas socialmente responsables. 

Los problemas, por supuesto, no cesan, lo mismo que las demandas sociales ante la ineficiencia, la ineptitud e incluso la corrupción que no dejan de dañar la vida pública. Pero la confianza social mayoritaria en la conducción de la nación del presidente López Obrador sigue siendo el gran capital con el que éste puede continuar adelante; encabezando una lucha aún desigual, pero esperanzadora, en los peores momentos de la historia moderna de México. 

Y RECUERDEN QUE, VIVOS SE LOS LLEVARON Y VIVOS LOS QUEREMOS CON NOSOTROS.  

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