Un Infierno Bonito

“LA COMADRONA”

Por: El Gato Seco

Como en todos los barrios, no podía faltar que mencionáramos a doña Pilar, una vieja gorda, greñuda y con la ley del tordo: las patas flacas y con el culo gordo, tenía mal genio, pero era la partera de los pobres,  a las parturientas les sacaba el hijo, por las buenas o por las malas, sin saber el daño que les causaba a algunas mujeres, que por su ignorancia y pobreza caían en sus manos. 

Muchas viejas panzonas subían con trabajos a la casa de doña Pilar, por la calle de Simón Bolívar, hasta el cerro, para que le sacara al hijo. A la señora era muy difícil que se le muriera un escuincle, lo sacaba a huevo jalándolos de donde fuera, por eso los del barrio la criticaban y cuando pasaba alguien con un defecto físico lo señalaban:

  • A ese que tiene la cara larga, doña pilar lo jaló de la cara.

Cuando pasaba un cuate con los brazos largos, decían:

  • A ese güey lo jalaron de los brazos,

Cuando pasaba alguna chamaca con la cola parada decían:

  • A esa vieja la jalaron de las nalgas.

El fuerte de doña Pilar era sacar niños y de vez en cuando también la hacía de curandera. Su marido era don “Goyo”, un pinche viejo panzón que pertenecía al ejército de mandilones, le lavaba la ropa, le hacía todo el quehacer, iba por el mandado, porque la señora decía que terminaba muy cansada. 

Cuando don “Goyo” terminaba su tarea se iba a la cantina a hacerse pendejo, a tomarse una cerveza, no faltaba quien le invitara y se seguía de filo, por medio de sus pláticas le mandaba clientes a su vieja, presumiendo que su mujer había estudiado obstetricia en los Estados Unidos, por eso era muy chingona para sacar a los muchachos, algunos que sabían que era muy chismoso, le mentaban la madre.

A doña Pilar le decían de cariño “La Comadrona”, bajaba de vez en cuando al barrio,  vestía muy elegante, se peinaba encopetada, apestaba a mujer mala de tanto perfume que se echaba y caminaba como yegua fina, era chaparra, de pelo largo, de ojos grandes, gorda chichona, y se maquillaba más que un payaso, usaba un vestido negro muy apretado en su cintura de boiler y usaba zapatillas de charol de doble tachón, seguido se tropezaba y se iba de hocico. No a todas las personas les caía muy bien, algunas al pasar por donde estaban, le echaban de habladas o una trompetilla, provocándola para que se diera en la madre. Pero ella no las pelaba, se daba su taco como si fuera doctora del Seguro Social, mucha gente le torcía el hocico, otras la saludaban:

  • Muy buenos días, doña Pilita. Me da mucho gusto saludarla.
  • Buenos días, doña María.

Pero algunas al pasar le mentaban la madre.

  • Pinche vieja, cada que la veo parece que me dan una patada en el bofe, pero un día le voy a dar una chinga, se la tengo guardada.
  • ¿Por qué Conchita?
  • Hace unos meses atendió a mi hija, y la dejó muy mal, ya se le andaban muriendo ella y el niño, mi hija quedó renga y la gente cabrona le dice “La Llanta Baja”
  • A lo mejor usted la juzga mal, a mi me atendió muy bien en mi último chamaco.
  • Sólo eso faltaba ¿Cuántos hijos tiene?
  • Dieciséis.
  • ¡Por favor! Y así dice que la atendió bien, si ya se le salen solos.
  • No se crea Conchita, todavía sufro.
  • Pero para mantenerlos.

No nada más doña Conchita tenía broncas con la partera, también doña Manuela, porque a su hijo lo había dejado con cabeza de chiflido de los jalones que le dio de las patas para sacarlo y todavía le cobró mucho dinero. Le hubiera salido más barato en la Beneficencia Española. Cuando paso por su casa le gritó.

  • Adiós Pinche vieja balín. A ver que día me atiende de un hijo.
  • El día que quiera, sólo les pido que los hagan bien, para que no me culpen de sus defectos.
  • Lo que pasa es que usted vale madre.
  • ¿Madre en qué? Su hijo está bizco porque heredó a su padre ¿a poco no lo ha visto? Se hace pendeja.
  • La pendeja es usted y en este mismo minuto le voy a partir cuanta madre tiene.

Doña Manuela se le dejó ir a punta de madrazos, aventándole de patadas, la pepenó de las greñas y con el puño cerrado le aventó un gancho al hígado que la dobló y la levantó con un izquierdazo, que la bababaleó, que si no es porque quedó recargada en la pared, da el mulazo, le siguió bailando la señora haciéndole fintas hacia arriba y la surtía por abajo, no faltó alguno de los chamacos que corrió a la cantina y le dijo a don “Goyo”

  • Señor le están dando en la madre a su vieja.

“Don Goyo” por poco y se ahoga con el pulque que tomaba, salió echo la chingada a apartarlas, pues era el guardia de seguridad de su vieja, que la cuidaba de sus enemigas, se puso en medio metiéndose la mano por el ombligo como el guarura, y le dijo a doña Manuela:

  • ¡Cálmese vieja o aquí mismo la destripo!
  • Usted no se meta pinche viejo tapadera o mando llamar a mi señor, para que le de en su madre.

Dándole una cachetada al señor, doña Manuela, siguió zumbándole a la pobre comadrona que estaba desgreñada y sangraba del hocico. Rápidamente su señor, la cubrió con su cuerpo y poco a poco la fue sacando entre la gente, que al pasar le daban pamba y la metió por un callejón, que da para su casa, llegó y le dio los primeros auxilios y le dijo que pusiera una demanda, porque la vieja que le pegó la amenazó que para la otra la iba a matar.

Pasaron los días, las semana y los meses y Doña Pilar “La Comadrona” había mejorado de la madriza que le dieron, y para mayor seguridad contrató a una señora grandota, que le gustaban los madrazos, para que le cuidara las espaldas, porque le sacaba a bajar al barrio. Se la pasaba mirando por la ventana y un día se decidió a salir al centro. Se dio su manita de gato y se puso muy guapa con un vestido chincolo que al agacharse se le veían las nalgas, la noticia de que la  partera salió de su casa, se corrió de boca en boca y llegó a los oídos de doña Manuela, de que doña Pilar iba acompañada de una vieja grandote y prieta que la protegía, 

La señora  reclutó a varias vecinas para que detuvieran a la guardaespaldas mientras le daba en la madre a la vieja y en una bolsa  echo un ladrillo y la esperó.

Sintiéndose segura, doña Pilar caminó como los toreros cuando dan el paseillo al entrar a la plaza, pero de nada le sirvió cuando sintió un bolsazo en plena jeta que la hizo levantar las patas.

Doña Manuela se le aventó como luchadora, dándole un tope borrego en la mera panza que le sacó el aire, cuando se quiso meter la que era su guardián de seguridad, fue recibida a madrazos, nuevamente don “Goyo” entró al quite, pero estaba listo “El Chango” el marido de Manuelita que en dos golpes lo dejo quieto, llegó la policía y cada quien se metió a su casa dejando a los desmadrados tirados, que fueron llevados al hospital, y al salir la comadrona, juró no salir de su casa, hasta que se muriera doña Manuela.

En el barrio vivía un cabrón, que le decían” Concho” no le tenía miedo ni al diablo y era el “Ay nanita” de todos, muy broncudo y se sabía que tenía poca madre, no porque su madre estuviera chaparrita, si no que en cada pleito con su cuchillo picaba a su enemigo. Un día le llevó a doña Pilar a su vieja para que pariera, estaba muy mal, con hemorragia y el muchacho llevaba una pata de fuera, le dijo:

  • Aquí le traigo a mi vieja y más le vale que todo salga bien.

Al revisarla a la señora le dio miedo y le dijo:

  • Llévela al hospital, yo no me hago cargo.
  • ¡Que le saque al escuincle, le digo! Y no me voy a mover de aquí hasta que nazca, ¿me escuchó? Así que apúrense.

Por primera vez, sudó la gota gorda la comadrona, sabía que si fallaba “El concho” era capaz de desmadrarla y quemar su casa.

  • Puja, puja y muerde este trapo.
  • Ya no puedo ¡Ay!
  • Ayúdame a que salga el bebé, abre más las piernas.
  • No puedo más señora, están como compás, lo que pasa es que soy primeriza.

Doña Pilar la dejó un rato sola y se metió a su recamara a pedirle de todo corazón a la Virgencita de Guadalupe, que le echara la mano, porque se las estaba viendo negras, regresó y le dijo la mujer:

  • Ay, señora, ayúdeme, me siento morir.
  • Échale ganas o nos morimos las dos.

Doña Pilar, se subió en la parturientas y se montó en su panza, dándole de sentones hasta que se escuchó un grito desgarrador y salió el niño, esa fue otra de sus angustias de la comadrona, porque no lloró y se le safo de las manos dándose un calaverazo, lo agarró de las patas y le daba de nalgadas una tras otra, hasta que chilló. 

Lo revisó antes de bajarlo, le cortó el cordón y lo envolvió en una cobija dándoselo a su madre. Al ver que la señora se había desmayado, le dio a oler amoniaco, que se levantó moviendo las manos, queriendo correr y le dijo al “Concho”:

  • Ya nació su hijo se puede llevar cargando a su señora a su casa, yo no la puedo tener aquí, porque nada más tengo un cuarto,

“El concho se la acomodó y la cargo de burrito, la señora Pilar le dio al niño, “El concho” le dijo.

  • Luego le pago.

Cuando salieron, de volada atrancó la puerta y le dijo a su viejo que arreglara la ropa lo que más pudiera y se fueran de vacaciones, no fuera a ser el pingo de que le pasara algo malo a la señora o al niño y “El Concho” la desmadrara, se fueron del barrio y jamás regresaron por el miedo, sin saber que en toda su carrera de comadrona fue al único niño que sacó sano.

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