Raspado de grosella
El carrito de don Macario es de helados, pero lo que vende son raspados. Suena una chicharra para anunciar que va pasando por la calle que tantas veces ha recorrido y de la que sabe más que todos los vecinos juntos. Desde que yo era niño recuerdo a don Macario, también a don Rafa, este señor que se parecía a un cómico de la tele y al que le decíamos “don Ramón”, pero ya tiene hartito que se murió.
El señor ha de tener más de 70 años, a momentos parece que arrastra los pies, se le ve agobiado, pero al acercarnos a comprar su ceño cambia, y nos recibe siempre con una sonrisa de esa que sólo los viejitos bondadosos tienen, nos vende los raspados y sin que le pidamos sabe cuáles son nuestros favoritos, por eso cuando tenemos antojo de otro sabor tenemos que adelantarnos a decirle porque de lo contrario yo tendría que comer siempre de grosella.
Don Macario, vende raspados en un carro que dice “helados”, él prepara sus jarabes con fruta natural la mayoría de estos, sin embargo no todos me gustan porqué algunos son muy dulces. Está cansado, pero no puede imaginar su mundo sin dar cada paso que al día da, son más de 10 mil estoy seguro, y es necio como los adultos mayores lo son.
Ayer soñé con don Macario, sus hijos que son profesionistas no quieren que trabaje, pero el viejo insiste en que quiere hacerlo, en que venderá raspados hasta que pueda, y aunque hay temor de que le suceda algo en la calle, no hay poder humano que lo haga detenerse, don Macario no quiere acordarse de doña Rosa en su casa, no quiere morirse poquito a poquito conforme deja de recorrer las calles.
Hoy no pasó el carrito de los helados que vende raspados, ojalá que don Macario esté bien, el antojo de un raspado de grosella me tiene en vilo, ojalá que mañana pase que no se haya muerto como a los últimos que he soñado…