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UN INFIERNO BONITO

“EL CANTINERO”

Por: El Gato Seco

Ángel González era un cantinero profesional y mañoso, atendía una de las muchas cantinas que había en el barrio del Arbolito y sus alrededores, le echaba agua al pulque, a los barriles les metía su muñeca, (en una media o calcetín le echaba caca de cristiano para que fermentara) y cuando veía a sus clientes ya estaban borrachos, les cobraba doble. 

La cantina se llamaba “La Veta de Santa Ana”, se encontraba a la salida para llegar al pueblo de cerezo. Y el cantinero era un naco grandote, bien mamado, estaba gordo y era de pocas pulgas, usaba un pinche sombrero grandote que parecía mariachi, sus clientes no le protestaban porque les fiaba el pulque. Muchas veces se jugaba las tandas con sus clientes, cuando las ganaba, las servía, cuando las perdía se los llevaba a la cantina de enfrente, donde vendían más barato. 

También pagaba con la misma moneda, varios esperaban que se apendejara y se le iban sin pagar, pero cuando los agarraba, se las dejaba ir a lo doble.

Tenía a su servicio un lava vasos que lo utilizaba como guardaespaldas, él era quien le entraba a los madrazos, muy conocido y odiado en el barrio, le decían “El Cacaro”, era como su Secretario Particular, también muy mañoso para chupar gratis, con el pretexto que limpiaba la mesa en el menor descuido se tomaba lo que estaba servido, cuando alguien iba a orinar, se tomaba la mayoría del vaso. 

La cantina siempre estaba llena, principalmente los sábados y domingos, por los mineros que bajaban en los terreros y minas de San Juan Pachuca, San Rafael,“El Cuixi” y El Porvenir; también le llegaban pandillas de los barrios cercanos, de “La Palma” y“El atorón”, estos últimos se daban en la madre cada que podían, al cantinero le hacían destrozos en su cantina y era cuando se quejaba que trabajaba con números rojos y se reponía cobrándoles doble.

El cantinero encontró el meollo del asunto, cuando llegaban los broncudos y peleoneros les servía pulque con polilla, al tomarlo les daba chorrillo y se salían, también tenía métodos de seguridad, para cuando se armaran los madrazos, abajo del mostrador guardaba un garrote hecho de encino y echaba por delante a su secretario, con un amansa locos, que les abría la cabeza. 

El cantinero, a pesar de que tenía la cara de pendejo, era un auténtico costal de mañas, a los que estaban tomando en el mostrador en un pestañeo, les quitaba el vaso o la jarra de pulque y lo aventaba en el barril, cuando se lo iban a tomar y miraban que estaba vacio, se quedaban mirando sorprendidos al cantinero, que les decía:

–  ¡Ya te lo chingaste! ¿Qué quieres?

Para no tener broncas le contestaban.

  • ¡Nada carnal, mejor me voy a dormir porque estoy borracho!

Una vez, uno le echó bronca:

  • ¡Quiubole con mi pulque, güey!
  • ¡Ya te lo tomaste!
  • ¡Ni madres, me acabas de servir dos litros, le he dado unos tragos y ya se acabo! Ten cuidado, porque un día se te va aparece el diablo encurado en un callejón sin salida. 
  • ¿Que peleas cabrón? Con ese hocico de pelicano que tienes con dos tragos te lo acabaste.
  • ¡Pues ahora no te pago!
  • ¡No le busques ruido al chicharrón, si no me pagas de aquí puedes salir muerto, a mi me vale madre que me metan al bote!
  • ¡No te tengo miedo!

El cantinero, le hacía señas al “Cacaro”, para que cerrara la cantina, con candado por dentro, mientras él se brincaba el mostrador con el garrote en la mano.

  • ¡Conque no pagas!
  • Ya no la hagas de tos, ahí está el dinero, pinche ladrón.
  • Es mejor que te calles, no grites porque le das en la madre a mi prestigio, en este lugar lo mismo le vendo pulque a un albañil, que a un pinche Senador de la República, no le eches lumbre al diablo, te iba a devolver lo que me pagaste, pero como estás de chillón, no te doy nada. ¡Ábrele, Cacaro!

El cantinero lo agarró de su chamarra, le dio una patada en las nalgas, sacándolo de la cantina y como había un escalón grande, iban a dar rodando a media calle y le decía.

  • ¡Quedas expulsado de por vida en esta cantina! Por tu santa madre te pido de que no regreses, porque me cae que no respondo.

Se paró en medio de todos y les preguntó:

  • ¿Hay otro inconforme?

Varios le contestaban al mismo tiempo.

  • ¡No!

El negocio del cantinero cada día iba creciendo, gracias a que seguía alterando las bebidas, le llegaban protestas, pero sabía cómo explicarles.

  • ¡Oye pinche cantinero! El pulque está como tu hermana, bien aguado, me he tomado tres jarras de a dos litros y no me ha atarantado, parece que estoy tomando agua, cada rato voy a orinar.
  • ¡No mames “Garrapata”, el pulque que vendo es el mejor, me lo traen de los llanos de Apan, lo que pasa es que eres muy buen tomador, si vas cada rato a cambiarle agua al canario, has de estar mal de la vejiga, te aconsejo que vayas a ver a un médico para que te cure, aunque es muy bueno que cada rato vayas hacer de la chis, porque si te tapas, te puedes quedar como tu vieja de panzón y se te puede desprender la vejiga.
  • Ya no me la hagas larga, lo que pasa es que yo ya no voy a venir.
  • Ya no vengas, aquí es como las mentadas de madre, si quieres ir vas y si no, no vayas.

Uno de los que estaban tomando le decían “El concho”, era uno de los peleoneros despiadados, el más bravo del barrio, cuando había madrazos se volvía loco, solo los dejaba hasta que estaban desmayados. Se le quedó mirando muy feo al cantinero y le dijo a su compadre “El Garrapata”.

  • ¡Vámonos a otra parte! Porque este guey ya me lleno el buche de piedritas

“El Cacaro” corrió a cerrar la cantina con candado por dentro, para que nadie saliera, era la orden de su patrón y le dijo al peleonero.

  • Calmado, pinche “Concho”, serás el raja madres del barrio, pero de aquí no sales hasta que pagues.
  • ¡Cómo te voy a pagar! Si estoy en mi juicio, igual que cuando entré.

El cantinero le tronó los dedos a su secretario, que se paró en la puerta con un garrote y le dijo:

  • ¡Apúntale Cacaro, se tomó 10 litros de pulque, más la propina, el derecho a mesa, llegaron desde las cuatro de la tarde y son las once de la noche, 7 horas haciéndose pendejos, con unas jarritas de pulque, son 100 pesos. 
  • Le dijo a su secretario “El Cacaro” cóbrale 150, ahí va anotado lo de tu propina, que paguen y se larguen.

“El Concho” metió la mano a la bolsa y le dijo.

  • Te voy a pagar y me cae que te voy a dejar una buena propina.

Le dio un descónton, en el mero hocico, que el cantinero se fue de nalgas parando las patas, recibió varias patadas, de los que estaban adentro, que le echaron bolita, “El Cacaro” se quiso escapar, pero no pudo abrir la puerta, los golpearon hasta que quedaron sin sentido, los hicieron a un  lado y todos se sirvieron con su propia mano. 

Se salieron hasta la madrugada, bien borrachos, llegó la ambulancia y se llevaron al hospital al cantinero y a su ayudante, la cantina no se abrió durante un mes, después regresó el cantinero, y se portó muy buena gente, no le echó agua al pulque, ni les cobró de más, el cantinero recibió una buena lección, o a lo mejor quedó loco de la madriza que le dieron.