Covid-19, un peligro invisible latente en el ambiente

Números Claros

Por:  José Luis Ortíz Santillán


La incredulidad está matando a miles de personas en el mundo. Se trata de un virus silencioso, que flota en el ambiente, que puede propagarse a través de las gotículas procedentes de la nariz o la boca de personas infectadas, que salen despedidas cuando una persona tose o exhala aire; o bien, a través de un estornudado, gotículas que pueden volar a través de los anaqueles de un supermercado o llegar hasta nuestro interlocutor cuando conversamos; y aunque aún no se determina el tiempo que puede sobrevivir en el ambiente, seguramente no es distinto al de otros coronavirus, que como el SARS-COV-2, puede sobrevivir horas o días, de acuerdo al material donde se impregne.
 
Precisamente, esta particularidad de este asesino silencioso es lo que no contribuye a que las personas acaten el aislamiento preventivo y a evitar su propagación. Un ejemplo de ignorar el impacto en la salud del Covid-19 y en la economía, nos lo ofrece los Estados Unidos, cuyo gobierno no actuó a tiempo y al día de ayer lunes ya tenía 583 mil 411 personas infectadas y 23 mil 462 muertas por el virus; más que las 169 mil 628 personas infectadas en España y sus 17 mil 628 víctimas; superando a Italia que, después de China, se convirtió en el epicentro de la propagación de la pandemia en Europa, país donde había ayer lunes 159 mil 516 personas infectadas y había cobrado la vida de 20 mil, 465; cifras que están muy por encima de las 4 mil 661 personas infectadas en México y sus 294 decesos.
 
En no oír las alertas de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y no atender las recomendaciones a tiempo, han hecho de los Estados Unidos una tumba. Los medios dan cuenta de como en la vieja isla de Hart, a través de un avión no tripulado, la agencia AP fotografió a trabajadores con trajes protectores blancos, cavando una trinchera para depositar ataúdes de las personas fallecidas que no habían sido reclamadas por su familia.
 
Los Estados Unidos y Nueva York, se han convertido en el epicentro mundial de la pandemia. El viernes pasado, el gobernador del estado de Nueva York, Andrew Cuomo, señalaba que el jueves habían muerto 777 personas, 799 el miércoles y 779 el martes; precisando que los ataques del 11 de septiembre de 2001 habían matado a 2 mil 753 personas y que el Covid-19 ya había cobrado la vida de 7 mil 844 personas en el Estado.
 
El Covid-19 está saturando a hospitales, morgues, cementerios y crematorios. Según el New York Times, hasta 280 personas mueren cada día en su casa en Nueva York; hemos visto como en Guayaquil fueron abandonados los cuerpos en las calles y ahí incinerados, bajo la idea de que acercarse a ellos podría infectar a sus familiares, en gestos inhumanos donde las personas prefieren protegerse y olvidar a sus seres queridos. Quizá es en ese momento en que las personas toman con seriedad la amenaza que se cierne sobre la humanidad hoy, la amenaza invisible.
 
En medio de esta catástrofe humanitaria mundial, como si no pasara nada, empresarios y gobiernos en el mundo comienzan a hablar del regreso a la normalidad, del fin del confinamiento. Sin duda, el costo económico de la pandemia es incuantificable hoy, pero, como lo señalamos en esta columna hace meses, el Covid-19 hundirá en la recesión a todos los países y quizá su impacto sea mayor que la crisis de 2008; por lo que, economías como la mexicana, podrían decrecer hasta 16% de su PIB, el doble en que lo hizo durante la crisis de los Subprime’s.
 
En esa lógica, el Covid-19 ha puesto de rodillas a los países petroleros. Con la economía china parada, no por la absurda guerra comercial de Donald Trump, si no por las medidas adoptadas para evitar la expansión del Covid-19, la demanda de materias primas, entre ellas el petróleo, se ha detenido y ha propiciado el enfrentamiento en Arabia Saudita y Rusia, quienes acaban, finalmente, de llegar a un acuerdo para estabilizar los precios del petróleo, los cuales llegaron prácticamente muy cerca de sus costos de producción, uno de sus niveles más bajos en cerca de 20 años; lo cual permitió que los 13 países de la OPEP y sus socios, incluido México, anunciaran este domingo pasado una reducción de la producción de casi 10 millones de barriles diarios.
 
Sin embargo, al margen de la parálisis económica de prácticamente todo el planeta, el virus se mantiene activo y parece incontenible hasta ahora. La vuelta a la normalidad en cada país será difícil y, posiblemente, muchas vidas se seguirán perdiendo, si no se toma con la seriedad necesaria, y las medidas de precaución exigidas por la OMS, el peligro que cada instante nos acecha a todos, sin importar la condición social, religión o ideología, el Covid-19 está ahí al acecho, invisible a todos, pero con consecuencias letales.

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