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UN INFIERNO BONITO

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EN EL PERSONAJE DEL BARRIO DE HOY                                                                                             

“EL GENERAL”

Como un homenaje a nuestra revolución.

 

Trabajábamos en la mina de Santa Ana, ahí hace mucho calor, bajábamos por el tiro de San Juan Pachuca al nivel 170, o sea a 370 metros de profundidad (el nivel son metros de profundidad) ahí comíamos lo que se podía en 10 minutos, y corríamos a subirnos a la perrera, que son unas plataformas con ruedas que jalan sobre la vía, de ahí nos llevaban en un motor 3 kilómetros y teníamos que subir 80 metros a escaleras verticales, en el contra tiro de esa mina.

Un día estábamos barrenando y nunca sentimos tanto calor, que la verdad a mí, ya se me doblaban las patas, con trabajos terminamos, y le dije a mi perforista “El Chocolate”:

  • Me cay que ya no puedo, voy a descansar un rato.
  • No ni madres, ya pegamos y nos puede agarrar el humo.

Del contrato íbamos “El Loco”, “El Baldo”, Lupe, “El Chocolate” y yo.

Teníamos que regresar por el túnel que parecía horno. Mis compañeros me hacían burla.

  • Mira ese pinche “Gato Seco”, viene abriendo el hocico, parece perro cuando tiene sed.
  • Ya déjalo en paz, pinche “Loco”, mejor ayúdalo.
  • Si no soy partera.
  • O cárgalo.
  • Si no soy agua.

Llegamos a donde teníamos que bajar las escaleras que subimos, y me dijo “El Chocolate”:

  • Bájate tu primero, por si te caigas no nos lleves de corbata.

La verdad, con muchos trabajos lo hice, tenía que cargar los fierros para barrenar, porque era ayudante de perforista. Cuando ya estábamos todos abajo, me preguntó “El Chocolate”:

  • ¿Las llevas bien con los ruineros?
  • Sí.
  • Vas a verlos, yo me voy atrás de ti, con la luz apagada, y me los entretienes, porque les voy a robar el agua para tomar.
  • No la chingues, esos cuates apenas van entrando y nosotros ya vamos de salida.
  • Que chinguen su madre, a que lloren en mi casa a que lloren en la de ellos, mejor en la de ellos.

A los que les íbamos a robar el agua, se les llama ruineros, trabajan en tarimas, a 3 metros de altura, de un cielo baja la carga y al caer en la tarima  van llenando la concha, quitando las tablas, hay veces que la carga se atora por las grandes piedras, y hay que subir a desatorarla, picándole con barretas o poniéndoles dinamita. Es un trabajo muy duro porque cuando se llenan las  conchas se van vaciar a unos 500 metros o veces va el motor por ellas. Llegué a donde estaban “El Pirrín”, “El Muerto” y “El Tejolote”, se escuchaba cómo estaban quebrando piedras con un marro, y les grité:

  • ¡Hey de arriba! ¿Puedo subir?
  • ¿Quién eres?
  • ¡Tu padre!
  • Mi padre no tenía las orejas largas.
  • Te corto ahora que salgas.
  • Si no me dices quién eres no te dejamos subir.
  • Ya te dije que tu padre.
  • Mi padre no levantaba la pata para miar.
  • Voy a subir, hay voy.
  • De nalgas hasta donde estoy.

Subí con ellos y me dijo “El Muerto”:

  • ¿Que quieres, pinche “Gato Seco”? tenemos el hijo atravesado y vienes a quitarnos el tiempo. Cuídale las manos “Pirrín”.

Pensé que ya “El Chocolate” había tenido el tiempo suficiente para robarles el bote de agua, y les dije:

  • Ya me voy.
  • Pues yo no sé a qué chingados vienes.
  • Vengo a buscar al “Chicas”.
  • A ese güey ya se lo cargó la chingada, hace rato estaba aquí, lo corrimos a piedrazos.

Comencé a bajar por la escalera, me aventaban piedras en mi gorra, luego me mentaron la madre, y me grito “El Muerto”:

  • Adiós, pinche “Gato Seco”, le dices a tu jefa que hoy no voy porque le toca a la mamá del “Pirrín”.

“El Chicas” era su encargado de esos cuates, muy amigo de mis hermanos. Cuando llegué con mis compañeros habían tomado el agua, y me dijo “El Chocolate”:

  • El agua está fría, nos cayó a toda madre, nos volvió a la vida, me costó trabajo encontrarla porque estaba bien escondida, te dejamos tu parte.

Tomé el agua, y seguimos al despacho, que es el lugar donde todos los mineros esperamos la jaula para que nos saque a la superficie. Allí estaba “El Chicas”, que al verme me llamó y me dijo:

  • Vienes muy madreado, Gato, te habías de cambiar conmigo a las ruinas.
  • Pero es que tú no dejas propina.
  • Como chingados no, lo que pasa es que la gente que tengo es muy huevona, “El Pirrín” seguido se incapacita, “El Muerto” es muy faltista, y “El Tejolote” es más huevón que su madre, hace rato que fui a verlos, los encontré que estaban acostados, que los levantó a mentadas, y les dije que los iba a cambiar, que los pongo a quebrar piedras, cuando iba bajando las escaleras me avientan tierra, me iba a subir pero no me dejaron, que voy por mi compadre “El Gallinazo”, para que se les quite nos orinamos en el bote del agua que van a tomar.

Llegó la jaula y salimos a la superficie, fuimos a entregar la herramienta, la lámpara, y luego subimos al baño, a la salida me estaban esperando mis compañeros, y me dijo “El Lupe”:

  • Vamos a la cantina, Gato, a tomarnos un pulque, todavía no se me quita la sed.
  • Sale, vámonos.

Estábamos en la cantina “El Relámpago” del barrio de La Palma, cuando se abrieron las persianas y se metió un viejo con un sombrero ancho, chaparro, sin dientes, con una chaqueta de militar, tenía cara de changuito, y gritó:

  • ¡Viva mi general Felipe Ángeles, mi general Villa, mi general Zapata, y chingue a su madre el que diga que no!

Nos le quedamos mirando como echándole bronca, pero todo el barrio lo conocía, era un pinche viejo loco que le decían El General, se comentaba que de joven se lo llevaron de leva a la Revolución y anduvo entre las bolas de Pancho Villa

Lo llamaron para que se fuera a echar un pulque a nuestra mesa.

  • ¡Mi general! vénganse con nosotros, júntese con los hombres para que se sienta grande y no tenga miedo.
  • Acepto porque me gusta brindar con pendejos, pinches burros, soldados rasos, reclutas infelices que no sirven para hacer trincheras, y no me hablen del miedo porque miedo le tengo a Dios, de hay en fuera a ningún cabrón.
  • ¡Ya no tarda en venir a buscarlo su vieja!
  • Déjala que venga y delante de ustedes, voy a cometer un burricidio, la voy a matar a madrazos.

Jaló una silla, tomó la jarra del pulque y de un madrazo se tomó como medio litro, y nos dijo:

  • Yo recorrí la mayor parte de los estados del norte, Chihuahua, Durango, Zacatecas, y en unas de mis andanzas conocí al general Francisco Villa, que me dedicó su retrato porque era yo muy valiente.
  • ¡No sea chismoso!
  • ¡Me caí de madre! Ahorita se los enseño.
  • Pero ese no, ya ni tiene, queremos que nos muestre el retrato.

Se quitó el sombrero y de adentro sacó una fotografía del general Francisco Villa, todo arrugada y manchada, con letras que no se le entendían.

  • ¡Vean bien la foto! y lean la dedicatoria.

“El Baldo” agarró la foto y nos dijo:

  • ¡Sí es verdad! Aquí dice: Con todo cariño para mi caballo.

El “General” le arrebató la foto, la volvió a meter en su sombrero, todos los que estaban en la cantina se sentaron en rueda para escucharlo, y le hacían preguntas.

  • ¿Qué rango tenía en la Revolución?
  • ¡Fui coronel!
  • ¡Ni madres, nos dijeron que usted le limpiaba la pistola al general, y le tocaba la corneta!

Nos miró fijamente, al verlo nos daba mucha risa, me caí que tenía cara de changuito, se echó otros tragos de pulque y nos dijo:

  • Por lo que veo ustedes no saben que yo pertenezco al Partido de Veteranos de la Revolución, si me siguen vacilando voy a ir a mi casa, saco mi carabina 30, 30 y les voy a dar un balazo a media madre a cada cabrón.
  • ¿Oiga General? Usted le entraba a las batallas o se hacía pendejo.
  • ¡Yo fui de los meros bravos, de los dorados! peleaba con mucho valor, al escuchar el toque de Diana, me ponía mis carrilleras y salía con mi rifle, listo para entrarle a los madrazos, en el campo fui un cabrón. Tomaba siempre la vanguardia y ni un pasó atrás.
  • ¿Ni un paso atrás? No mame, ese es el nombre de una película. Así dicen los soldados de Estados Unidos.
  • ¡Ah chinga! Entonces esos cabrones me la copiaron, porque jamás retrocedí. Pelón que tenía en la mira, pelón que valía madre, del pinche balazo que les daba hasta paraban las patas.
  • Y de las mujeres ¿Qué? Usted ha de ver sido todo un galán, mi General.
  • ¡Tuve muchas mujeres! Bonitas, chaparritas y bien buenas.
  • ¿Andaba con todas, mi General?
  • ¡Sí!
  • ¡Pero las nalgas de fuera!
  • ¿De verdad usted fue muy chingón para las viejas?
  • ¡Tuve una novia, que la quise mucho, le decían María Calzones!
  • ¡Le bajo a jalones!
  • ¡Las viejas me buscaban por su amor, por entrón, me valía madre morir, con decirles que un día hubo un baile en el cuartel, bailé de cachetito con la Adelita, delante del coronel que la respetaba y del sargento que la idolatraba, y no me chistaron nada!

El General agarró la jarra del pulque y al verla vacía protestó:

  • ¡Qué es lo que les pasa, ya no hay parque o ya no hay pulque!

Le dijo “El Chocolate”:

  • ¡Cantinero! ¡Cantinero! ¡te estoy hablando, cabrón, pon más atención porque te puede dar en tu madre nuestro invitado! ¡Sírvele a mi General pulque, que tiene mucha sed!
  • ¡Ya es noche, voy a cerrar, pasa de las 9, así que llévense a su pinche general a otro lado!
  • ¿Oyó mi General?

El General se levantó y le dijo al cantinero, mirándolo fijamente:

  • ¡Por tu santa madre! ¡es mejor que me sirvas, o aquí mismo te puedo formar consejo de guerra y te paso por mi arma!
  • ¡Pero ya es el último!
  • El último me lo voy a echar con tu hermana.
  • ¡A ver mi General! Cuéntenos algo de una de sus batallas.
  • ¡Déjenme espirarme! Recordar lo pasado, para mí me llega hasta el alma, porque lo que les voy a contar quedó escrito en la historia. De una gran batalla, salimos de Torreón derrotados, nos habían rajado la madre. De un valiente regimiento, regresábamos unos 100 hombres, caminando por la sierra sin comer, sin beber. Unos a pata y otros a caballo, llevando un chingo de heridos. Después de varios días de caminar, abordamos un tren que iba al norte. Nos pusimos a la orden del general Orozco, y tomamos tierra para descansar, llegó el asistente del general Villa, Fierro. Ahí lo conocí.

El cantinero le preguntó:

  • ¿Mi General, a poco usted no conocía a Fierro?
  • ¡No, fíjate que no!
  • ¡Me hubiera dicho y yo se lo hubiera enseñado!
  • ¡Cállate Cabrón! Siga contándonos mi General.
  • Nos dijo Fierro que por orden del general Villa nos preparáramos para tomar Zacatecas. La lucha fue a calzón quitado, y me hice de corazón duro. Pero bien duro. Que nos aventamos como el pinche “Gorras”, nos estaban dando en la madre. De pronto sentí un fuerte dolor en el pecho, me dieron un balazo en el corazón.

El General tomó la jarra de pulque y se la empinó, todos nos quedamos callados, esperando que nos siguiera contando. Sacó su colilla de cigarro, la prendió y se la fumó. Uno de los que los que estábamos escuchándolo le preguntó:

  • ¿Y que pasó con el balazo que le dieron en el corazón?
  • ¡Pues no les digo que me había hecho de corazón duro!
  • ¡Si!
  • ¡La bala no entró! A nosotros lo que nos faltó para ganar la revolución, fue parque. La estrategia militar la teníamos bien medida. Ya ven los pinches gringos, por poco y pierden la guerra con Japón. Les faltaba estrategia.
  • ¿Por qué mi General?
  • Ya ven que los japoneses son todos iguales. Pues los pendejos mataban siempre al
  • ¡Oiga mi general, supimos que usted anduvo en una batalla en Pachuca!
  • Ya estaba por terminar la Revolución, le habían dado en la madre a Zapata, a Villa, sólo la gente de Carranza andaba haciendo bola. Ya nos habían dado de baja, yo andaba buscando chamba, ya me había rejuntado con mi vieja, que me la traje del norte, cuando llegó el General Cavazos y junto con su gente se robó dos máquinas de la estación del ferrocarril y se las llevó para México, luego regresó el cabrón, y se quería llevar otras, que van por nosotros como carne de cañón, porque ni balas nos dieron.

Que lo seguimos hasta la iglesia de San Francisco, y hubo muchos muertos, los saldados se fueron a refugiar dentro de la iglesia, y este cabrón que les manda un cañonazo, que voló la puerta y el santito don Pachito de Asís quedó hecho cachitos, llegó el ejército ya formado por el general Gabriel Hernández, y que lo sacan a puros plomazos. Ay sí me hice pendejo, sólo andaba con el acocote en las manos, agachándome para que ni me fuera a pasar lo que al perico.

  • ¿A usted no le dieron otro balazo aparte del que le dieron en el corazón?
  • Cómo chingados no, miren, aquí en le pescuezo tengo la marca de un rozón, por poco y se llevaban la vena.
  • No mame, tiene un chupetón de la que le da su vieja.
  • Ese me lo dio tu hermana.
  • Me la presta una semana.
  • Te voy a prestar a medias pero con un burro.
  • Lo veo triste.

Tocaron la puerta de la cantina y se escuchó la voz de una viejita que decía:

  • ¡Señor “Guanzaras! ¿No esta por ahí el General?
  • ¡Sí señora!

El General le hacía señas al cantinero.

  • ¡Dile que no estoy! Que no he venido en toda la tarde.

La señora desde afuera le dijo:

  • ¡Ya te estoy oyendo viejo cabrón! Sales o te saco de las greñas. Y ahorita llegando a la casa vas a ver.
  • Hoy sí mi general, le va a rajar la madre su vieja. ¿No que muy macho?

El General se levantó, se iba de un lado a otro, y dijo:

  • Por esta vez toco retirada para entregarme al enemigo, los salvó la campana, nos vemos para la otra, muchachitos hijos del mono.

 Al salir de la cantina, su vieja lo regañó:

  • Ya ni la amuelas, Samuel, nomás te la pasas en la cantina. Los pollos no han comido, te estoy esperando con el maíz.
  • ¿Cuál maíz?
  • ¡El que te mande a comprar, no te hagas pendejo porque te rajo la madre!
  • ¡No me apantalles, pinche vieja!, estás hablando con un superior, y por insubordinada, te puedo hacer un juicio y te mando a fusilar.
  • ¡A mí me pelas, pinche viejo bolsa, y camínale porque hace mucho frío! Luego te quejas de reumas, te habías de quejar del hocico.
  • ¡Ya cállate!

gatoseco98@yahoo.com.mx