RELATOS DE VIDA
No habían disfrutado tanto de un juego en la calle, en aquella que está justo enfrente del patio de la casa, esa en la que únicamente se veían pasar automóviles, taxis, camiones de basura o proveedores de algún abarrote para las tiendas de la esquina.
La fuerza del sol había bajado considerablemente de intensidad y el viento ayudaba a que el calor de los rayos del astro rey disminuyeran, el ambiente parecía estar de acuerdo para disfrutar de esos juegos que hace muchísimos años, no formaban ni siquiera parte de un día de descanso.
Todo alrededor estaba tranquilo, sin ruido, sin bullicio, simplemente el cantar de algunas pajarillos que de vez en vez pasaban en parada, ya sea en migración o posiblemente en significado de que pronto todo pasaría.
Antes de salir a la calle, la familia verificó que no hubiera gente y tampoco peligros, tomaron una pelota y las manos de sus padres que temerosos dejaban su guarida en la que habían pasado por lo menos 15 días resguardados.
El tradicional “zapatito blanco, zapatito azul, dime cuantos años tienes tú”, era el ideal para sacar a un ganador que eligiera en qué gastarían su media hora de salida. La madre ganó decidiendo por el “stop”.
El tema era de frutas: plátano, mandarina, manzana y naranja jugarían en esta sesión y después de varios intentos por calcular los pasos grandes, medianos y pequeños para llegar al oponente, el menor de la casa fue el vencedor, su premio acordado por todos: ver la película que él quisiera.
Aún quedaban 15 minutos del tiempo destinado, ahora el ”disparejo” y “piedra, papel o tijeras” determinaron a la persona que decidiría por el próximo pasatiempo, y la hija mayor optó por “encantados” con la dinámica que para salvar a un compañero tenía que pasar entre las piernas.
Corrieron hacia los árboles, las puertas de las casas vecinas, el camellón, el patio frontal del propio hogar, al carro estacionado y sin usar desde hacía 15 días; todos quedaron paralizados por lo menos más de tres veces y las salvadas también fueron heroicas y cardíacas, para resultar vencedor el padre de familia, quien eligió de premio una cena de hot cakes preparados por los integrantes de la manada.
El tiempo terminó y todos ingresaron a casa con una sonrisa de haber visto algo por primera vez, los niños felices de haber salido unos minutos de casa para disfrutar juegos bastante alejados de una consola o un celular, y los padres de haber regresado algunos años, en los que la calle era el escenario perfecto para disfrutar la infancia.