Home Nuestra Palabra LAGUNA DE VOCES

LAGUNA DE VOCES

0

“Algo” habrá hecho para morir
    •    Y para estos momentos del coronavirus, ese “algo” empieza a traducirse en la idea de que los viejos son prescindibles


De poco servirán tantas muertes, tanto dolor y angustia, si no aprendemos nada de estos días aciagos, en que por vez primera vimos lo que una inmensa mayoría del país observa cotidianamente en territorios que el crimen organizado zarandean de un lado a otro: la muerte.
    Porque si la decisión es normalizar el adiós de los que mueren con los pulmones carcomidos por el coronavirus, y aceptamos la explicación de  que fue porque estaban viejos, estará lista la separación absoluta entre generaciones, donde una exige a la otra que apure su estancia en la tierra porque le roba espacio, oxígeno, oportunidades… vida.
    Igual que en las masacres perpetradas por los cárteles del narco y casi de manera inmediata, luego de comprobar que ningún conocido cercano o lejano aparece en la lista, concluimos de manera apresurada: “algo habrá hecho para ser asesinado de esa manera, para ser rociado con balas. En algo estaría metido, porque si no, nada le hubiera pasado”.
    “Algo”.
    Y para estos momentos del coronavirus, ese “algo” empieza a traducirse en la idea de que los viejos son prescindibles, además que qué culpa tienen los otros de que el virus tenga a bien cebarse sobre los de más años, que además ya vivieron, ya tuvieron su oportunidad y para lo que les falta bien pueden aprovechar el camino dispuesto por estos tiempos de coronavirus.
    Luego vendrá la justificación para que “otros” sean catalogados como prescindibles, y esos pueden ser los que simplemente no pueden quedarse guardados en sus casas porque si no trabajan, no comen; los que tienen por hogar la calle, las plazas públicas, los rincones donde nunca nadie se asoma. En ese apurado quehacer de clasificar a los que sí deben sobrevivir y los que no, empezaremos el camino practicado en esos tiempos en que se colocaba una estrella a los que podían ser sacrificados sin remordimiento ni culpa alguna.
    Surgirán sin embargo, como ya sucede, los actos de amor absoluto en que seremos testigos de la presencia de algo que va más allá de nuestro razonamiento lógico, porque siempre habrá personas dispuestas a dar su vida por un semejante, lo que ya vemos en hombres y mujeres médicos, enfermeros, voluntarios que no cejan en su intento por salvar a los que aparentemente ya fueron condenados a muerte.
    Siempre habrá espacio y tiempo para que la humanidad se reconcilie con ella misma, fruto de esos gestos llenos de amor por sobre todas las cosas, porque es en estas circunstancias cuando se camina en los campos de la reflexión y se piensa en algo básico, vital, origen del sentido pleno de la compasión en su mejor acepción.
    Porque igual que las acciones mezquinas y miserables de los que tiran cloro en la puerta del vecino que creen contrajo el coronavirus y viven con la idea de expulsarlo de la colonia, el fraccionamiento; de las emperifolladas que amenazan con despedir a la mujer que hace el aseso en su casa, lava la ropa, plancha, si se atreve a faltar para evitar el contagio; de los que no paran en su empeño de ganar más dinero con el acaparamiento de productos vitales para la limpieza y la higiene.
    Pese a todo eso que es parte de la jungla humana, surge siempre la voz clara, transparente de los que dejan bien en claro que nadie se contagió del virus, “porque seguro algo hizo”; que la vida humana es lo más valioso con lo que contamos, y que solo el amor entrañable por nuestros semejantes nos salvará de caer en esa vieja trampa del “sálvese quien pueda, a costa de quien sea y de lo que sea”.
    Mal harán los que se crean salvados porque sus más cercanos respiran con holgura y sin problemas. Como nunca el profundo sentido humano que siempre ha sido guía de quien vive en esta nación, será el camino fundamental para que pasados estos tiempos nublados, de nueva cuenta podamos mirarnos sin tener que usar la justificación de los que nada hicieron ante el exterminio judío: “es que no sabía”.
    Hay tiempo.

Mil gracias hasta mañana.

jeperalta@plazajuarez.mx/historico/historico
@JavierEPeralta