El día que llegaron los virus (Crónica en tiempo real)

DE CUERPO ENTERO

Para Jacinto y Marina la vida les había dado, diríase de más; porque, aunque ya pasaban los 70 años de edad, su apariencia era fuerte y plena de salud. No faltaban los achaques, que de no existir sería como estar ya navegando en la otra vida. Desde que sus hijos se fueron a trabajar a Estados Unidos, y de eso ya hacía casi 20 años, sólo las llamadas ocasionales les avivan el alma y le duele mucho a Jacinto, porque su mujer llora casi siempre el resto del día.
    No se han movido del mismo lugar donde hace tanto tiempo una de sus hijas les sentenció que no deberían abandonar nunca, y que ella se encargaría de enviarles dinero para pasar la vida. Fueron solo pocos meses de ayuda escuálida, y además bien justificada por Marina, dado que los gastos en la Unión Americana son muy elevados (bueno, así le dijeron), que ahora sólo les basta con saber que se encuentran bien y que de vez en vez piensan en ellos.
    Jacinto es zapatero, y aunque ahora son ya pocos los que se arreglan el calzado, casi siempre prefieren comprar nuevos, descubrió que tiene una habilidad única y que se da en pocos. Diseña calzado para bebés y niños. Se dio cuenta de que puede inventar y cruzar los límites inimaginables para diseñar productos que a sus clientes les agradan mucho. Se ríe cuando llegan hasta su casa para ver los modelos y él, sabiendo que sólo fueron unos minutos para el dibujo, todos creen que requirió de mucho esfuerzo para plasmar el trabajo.
Sus diseños los lleva también a la obra misma, crea los primeros zapatos y ya después los vende a precios muy bajos, sabiendo que su cliente los revenderá a mayor precio y será él quien gane más; pero no le importa, porque es con el mínimo esfuerzo y es suficiente para vivir su vida discreta con la mujer de su vida. Salen poco, y cuando lo hacen es para caminar en el parque y visitar la iglesia donde siempre los espera el Señor de los Trabajos, quien sin compromiso alguno siempre los cuida.
Hace tres semanas, para sorpresa de ambos, llegó hasta su casa un sobrino que de tanto no verlo hasta lo desconocieron; les dijo que venía de Estados Unidos y que su hija le había recomendado los pasara a buscar para que lo ayudaran, porque la vida lo había tratado muy mal y ahora enfermo, no encontraba trabajo.
Más por caridad que por parentesco lo aceptaron y descubrieron pronto que traía mañas peligrosas. Era insoportable el olor a mariguana por las noches, y los vecinos del edificio les hicieron saber de inmediato su rechazo, e inclusive con la amenaza de llamar a la policía. Jacinto lo despidió por la mañana, y tarde se dio cuenta que hasta su reloj de oro que tanto cuidaba se lo había llevado. ¡Qué bueno que terminó en esto, y no que hayamos tenido que recurrir a la policía!, se consoló Jacinto “El Artista”, como le gustaba que le dijeran sus clientes de los zapatos.
Apenas hace cuatro días que Marina no se siente bien, y esto de verdad le preocupa a Jacinto; ella no sabe enfermarse y hasta ha imaginado que es invencible, porque cuando a él le da la tos, ella con una paciencia de santa lo cuida hasta que se recupera. La tos es tan intensa ahora en ella que difícilmente puede dormir, y ya entada la madrugada se le calma un poco con el té de ajolote que tanto le recomendaron.
Jacinto sabe que los dos ya están viejos y que además están solos, pero la fe que tiene en la vida le da la fuerza para luchar a brazo partido por su Marina.
Siempre le ha gustado leer el periódico, y sabe muy bien y hasta diría después de más, que existe una terrible epidemia en el mundo, que empezó en China y que ahora mismo después de sembrar muerte en Italia, tal parece que quiere asentar sus reales en México. Hasta hace algunos meses le tranquilizaba el desparpajo del presidente López Obrador –su mero gallo-, pero ahora lo ve lento y más cuando recurre a sus estampitas, escapularios y a la buena suerte que imagina siempre debe tener un mexicano.
Hoy es 23 de marzo de este 2020, y Jacinto tiene mucho miedo, sabe que su Marina está enferma y hasta ha soñado que ya la invadió el famoso coronavirus. Muy temprano, porque en realidad casi ni durmieron, se fueron al Hospital General, su Marina se ve decaída y ya no solo es la fiebre y la tos, sino que no alcanza el resuello, y él la quiere ver bien.
Para su buena suerte, tan pronto llegaron, una doctora joven que bien podría ser su nieta, la atendió con esmero y le dijo a Jacinto que Marina estaba muy grave, que sus pulmones estaban infectados y que era muy necesario su internamiento. Él tiene que irse a su casa y no salir, porque Marina tendría que estar en terapia intensiva y contactada a una máquina para respirar.
No lo dejaron entrar más allá de la sala de espera, y vio con mucha claridad los bonitos ojos de Marina cuando se despidió muy apesadumbrada.
Jacinto sigue sentado en la sala de espera, sabe que fue el pariente de la mariguana quien trajo la infección,y le da rabia, se cubre la cara para llorar, pero en realidad nadie se da cuenta. Se confunde con otros familiares que salen y entran, pero él vive ahora a lo lejos con Marina conectada a un tubo de vida…
(Continuará)

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