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Un Infierno Bonito

“LOS ESPANTOS”

Yo pertenecía al mejor contrato de la Mina de San Juan, casi siempre nos apurábamos, terminábamos temprano y nos sentábamos en las bancas el comedor, cerca de una hora, para que nos sacaran a la superficie.

Por lo mientras calentábamos los tacos y nos daba tiempo de platicar cosas desconocidas;  Lupe le dijo a un compañero que tenía poco tiempo con nosotros:
    •    A ver don Lalo, usted que vive en el poblado de Xolostitla, donde se dice que es la tierra de los Nahuales, cuénteles a estos pendejos qué es un Nahual.

Pues, miren:
    •    Los Nahuales se roban los animales y el maíz; son hombres que se convierten en burros o perros. Durante varios días le robaron a mi papá sus animalitos, pero una vez, mis hermanos y yo nos pusimos a espiar, para caerles con las manos en la masa y saber quién era el ladrón. Vimos llegar a un perro negro, que se confundía con la oscuridad, iba hacía el corral. Pero al vernos, se echó a correr, le cerramos todas las salidas y se metió dentro de la casa, debajo de la cama. Mi hermano trajo un lazo y con un palo le picábamos, pero no salía el cabrón. Junto con otro de mis hermanos, lo amarramos del pescuezo, lo jalamos, sacándolo al patio y dándole de palos y patadas; no ladraba ni trataba de defenderse, sólo nos miraba con ojos de piedad y soltaba las lágrimas. Mi padre que estaba como agua para pelar pollos, sacó una escopeta, le apuntó, se la puso en la cabeza, jalo el gatillo, pero no tronó.

El perro comenzó a defenderse dando de jalones hasta que rompió el lazo y se fue.  Corrimos tras él, pero no lo alcanzamos. Al otro día, escuchamos decir por lo vecinos que a un señor, que vivía a la entrada del pueblo, se lo habían llevado al hospital, porque lo habían golpeado.
    •    ¿Apoco ese era el Nahual?

    •    Creemos que sí, porque ya no regresó al pueblo.

“ “El loco”, tornándose misterioso, relató:
    •    Les voy a contar algo, me aseguraron vecinos que fue cierto. Una vez pasó por el pueblo un burro, que llevaba dos borregos amarrados en el lomo, uno de cada lado, por el mismo camino venía un arriero con sus burros, pero no llevaba nada y pensó:  “Ahorita me los chingo”. Que lo mete entre los suyos,  sabemos que un arriero siempre va acompañado de un perro y este le mordía las patas al burro, que llevaba los borregos, porque de momentos no quería andar.

            El arriero se dio cuenta que el burro que llevaba los borregos, se quedaba muy atrás y le pegaba con todas sus fuerzas, con una vara de membrillo. 
Se detuvo el burro que llevaba los borregos, y le dijo al señor:
    •    ¡Ya no me pegue usted!

El arriero se quedó espantado y que se echa a correr, a todo lo que le daban las patas, atrás de él iba su pinche perro, ya había recorrido mucho y se sentó a descansar. El perro se acercó a él,
El arriero, que se quita el sombrero y limpiándose el sudor dijo en voz alta:
    •    Yo nunca había escuchado hablar un burro.

Que le contesta el perro:
    •    Ni yo tampoco.

Dijo el encargado:
    •    No seas mamón, estamos hablando en serio, replicó “El Bandolón”.

Yo le dije a mi compadre. “El greñas”:
    •    A ti te pasó algo muy grueso y quedaste amarillo del susto.

    •    La verdad es una cosa increíble, les voy a contar: Yo vivía en la calle de Ocampo, arriba de la cantina “La Hermosa Mila”, una vez mi suegra me dijo que me fuera a vivir a una casa de ella, que estaba vacía, en el callejón del minero, y dejara de pagar  renta, le agarre el falso a la vieja y le dije que me la enseñara. Fuimos y la casa estaba bien en la entrada al callejón, tenía un pasillo y el baño, luego un terreno sin fincar, con una barda alta y larga de adobe, pero antes había una escalera que llegaba donde tenía dos piezas, que se comunicaban con otras dos,  ahí podrías agarrar sala, recámara y cocina, era mucha casa para mí, y le dije que no. Mi vieja me llamó y me dijo en voz baja que nos fuéramos a vivir ahí, porque sus hermanos ya estaban protestando que estábamos de arrimados, el defecto de la casa era que no tenía luz eléctrica, mi vieja me dijo que por eso no había pex; teníamos una chavita de meses, que compráramos velas, como no tenía muebles, metimos en la cocina una estufa de petróleo, una mesa y tres sillas, en la pieza la cama y un sillón, me subí a la azotea, mi vieja estaba como cuchillito de palo  y acepté, antes de salir, vi que en todas las casa del callejón tenían una cruz.

Por la mañana, fuimos a comprar las velas y me dijo mi suegra:
    •    Aquí van a quedar muy bien, mañana temprano vas a hacer el contrato con la compañía de luz.

Nos quedamos, todo el día estuve en chinga loca lavando los cuartos, arreglando las puertas,  porque trabajaba en el turno de noche, le di instrucciones a mi vieja:
    •    No dejes a la niña sola, con tu reboso la andas cargando en el lomo, ya puse seguridad en las puertas, si tocan no le abras a nadie, las instrucciones que le dí, eran muy estrictas, como las de los soldados, nos dimos el besito de la buena suerte y me vine a trabajar. Todas las luces de los focos de la calle estaban prendidas, pero nada más llegaban hasta el barrio del “Mosco” lo demás estaba muy oscuro,  sentía un escalofrío, tenía mucho miedo. Llegué a mi puerta y toque como abonero, muy fuerte, porque la recámara estaba hasta el fondo y muy arriba. Cada vez tocaba más fuerte y le gritaba a mi señora por su nombre, los perros no dejaban de ladrar,  tuve que brincar la barda, cuando estaba arriba vi que en el árbol, había una bola de fuego, que parecía foco intermitente, el miedo se apoderó de mí al escuchar que los perros ladraban a todo volumen, como si atacaran alguien. Brinque al otro lado y subí; abrí como pude porque a pesar del ruido, no lo hacía mi señora, le hablaba por su nombre, se enderezaba y se volvia a quedar dormida, como si estuviera borracha, los ruidos afuera estaban del cocol, escuche que quisieron abrir la puerta, agarré una vela y un martillo y me acerqué, al abrir la puerta escuche un rugido como animal, que voló de los escalones hasta el árbol. Eché a la niña en medio de la cama y no dejé de abrazarla, poco después todo estaba en calma, me quedé dormido, a lo lejos escuchaba los chillidos de mi hija, como si le apretaran el gañote y sentí que me la estaban jalando,  las velas se estaban apagando y escuché un aleteo, busqué a mi hija y no la tenía en mi brazo, estaba llorando debajo de la cama.
Que me levanto y veo que una luz salió por la puerta, que agarro una cubeta de agua y que se la echo a mi vieja en la cara, que despierta de chingadazo. Ya había amanecido, al escuchar mis gritos, salieron unas personas y me dijeron que era una bruja que se quería chupar a mi hija.

Paré a mi vieja y le dije:
    •     Vámonos inmediatamente.

Llegamos con mi suegra y le conté todo lo que había pasado, me dijo:
    •    Yo pensaba decirte que en esta semana bautizáramos a la niña, porque hay mucha bruja por esos lugares y debes poner tus calzones al revés, para que no entren.

En esos momentos llegó un minero y nos dijo:
    •    Vámonos cabrones, que es tarde.