Un Infierno Bonito

Jaime “El Güerejo”

Cuando a Jaime no le ponían itacate, pasaba con doña Pina, una señora que desde las 6 de la mañana ya estaba en la esquina del barrio vendiendo sus tamales.

Un día, el periódico en el que le envolvieron los tamales, tenía la foto de Lyn May en traje de rana; uno de los compañeros le dijo:
    •    Con razón te gusta comprar tamales, si traen la foto de tu hermana.

    •    A ver, déjame ver. ¡Ay, cabrón! Esta vieja se retrató así como nació; dámela la voy a pegar en mi costal.

La estaba guardando, cuando en esos momentos pasó el ingeniero Franco y se la arrebató.
    •     ¡Así te quería agarrar, mirando mujeres sin calzones! Por eso no cumples con tu trabajo, pero esta vez te amolaste. Dame tu tarjeta, luego la vas a recoger en la superintendencia.

Le dio la tarjeta al capitán y le dijo: “el que nada debe, nada teme”, llamaron al jefe de seguridad, a su barretero y al encargado, quienes ya habían determinado su castigo.
    •    Se te va a castigar una semana por encontrarte mirando fotografías indebidas dentro del lugar de trabajo, comenzando desde mañana.

“El Güerejo”, les dijo:
    •    Traje tamales para comer y me los envolvieron con el periódico que traía esa foto, que  hasta tiene arrugada las nalgas, les juro que la estaba guardando sin querer con todo y el periódico que me recogieron.

    •    Según el acuerdo en que quedamos, tú la estabas mirando y es suficiente; así que lárgate de nuestra vista.

A Jaime la verdad no le preocupaba el castigo, pero al suspenderlo varios días, perdía vacaciones y reparto de utilidades, por su cabeza pasaban muchas cosas y así entró a su casa.
    •    Ya ni saludas, cabrón – le dijo su esposa.

    •    Perdóname vieja, pero tengo una pena que no mata el licor.

    •    ¡No mames! Si eso fuera, ya te hubieras acabado por lo menos dos pomos. 

    •    La verdad, es que me castigaron en la mina, varios días.

    •    ¿Por qué? Si tú nunca faltas y  cumples con tu trabajo, vamos ahorita a la mina y les miento la madre a los pinches gringos.

    •    Al ratón voy a ir al sindicato a buscar al Secretario General, a ver si quiere ir a la mina. No te preocupes, ya tengo pensado lo que le voy a decir.

“El Guerejo” entró al sindicato y pidió hablar con el secretario general; su secretaria le dijo que no podía atenderlo.
    •    Venga mañana en la tarde, le doy una cita, ¿cómo se llama?

Jaime, sin hacerle caso, se pasó derecho y abrió la puerta de la oficina:
    •    Lo vengo a buscar porque me castigaron en la mina de San Juan y eso no se vale, no hice nada, quiero que mañana me acompañe a hablar con los ingenieros, para que me levanten el castigo.

    •    ¡Ah, chinga! Pero antes me tienes que decir por qué te castigaron.

    •    En la mañana, cuando estaba en mi trabajo, me encontré un periódico, me llamó la atención porque tenía una mujer encuerada y cuando la estaba mirando llegó el capitán y me echó para fuera, me castigó 4 días.

    •    No me comprometas, compañero Déjame estudiar el contrato colectivo de trabajo, para llegar preparado y no discutir a lo pendejo, aquí te espero en 15 días.

    •    ¡Ni madres, tienes que ir mañana mismo! Dentro de 15 días, ya para qué; lo que pasa es que ustedes están vendidos con la compañía y por eso no se atreven a defender mis derechos.

    •    ¿Qué pasó compañero? Esos insultos me llegan al corazón, yo tengo una trayectoria limpia, mañana cuanta conmigo para ir a arreglar tu bronca.

“El Güerejo” se despidió de mano del secretario y de paso se metió a la cantina para celebrarlo con sus amigos:
    •    Me cae que cuando le dije al secretario que era un corrupto, se encabronó y me dijo que mañana va a ir conmigo a la mina.

“El Charal”, movía la cabeza con incredulidad.
    •    Corriste con suerte, porque los secretarios sólo se mueven cuando tienen el cliente encima, pero no te confíes.

Cuando “El Guerejo” llegó, ya lo estaba esperando su señora:
    •    ¿Qué pasó viejo, arreglaste tu problema? Le estoy encendiendo unas veladoras a San Judas Tadeo, que es un experto en arreglar casos difíciles.

    •    El secretario irá mañana a la mina, me lo prometió.

    •    Mañana cuando te levanten el castigo, les levantas una acta a los jefes por el susto que te dieron.

Al día siguiente, muy temprano. “El Güerejo” se despidió de su señora:
    •    ¡Qué Dios te acompañe!

Cuando “El Güerejo” llegó a los patios de la mina de San Juan, había muchos compañeros  con la curiosidad, a ver qué arreglaba el secretario:
    •    Listo compañero, vamos a ver de qué tigre salen más rayas, ustedes acompáñenme para que vean cómo voy a arreglar el asunto.

Llegaron a las oficinas, el secretario tocó la ventana y de inmediato, al verlo, fueron abrirle, otro le ofreció una silla para que se sentara.
Desde afuera, varios mineros veían con asombro por la ventana, cómo el secretario levantaba las manos y con el puño cerrado pegaba en el escritorio, el jefe de los ingenieros se acercaba como queriéndole pegar, el secretario levantaba un pie como aventándole una patadas.
Comentó “El Güerejo” delante de todos los mirones:
    •    ¿Ya vieron lo duro que está peleando nuestro secretario? Por un pelito y se dan en la madre, ahora sí nuestro secretario está defendiendo nuestros derechos.

Minutos después salió el minero que hacía la limpieza y “El Güerejo” le preguntó:
    •    ¿Cómo ves el pleito que se están aventando?

    •    ¿Quiénes?

    •    El secretario General con los ingenieros, mira cómo se manotean.

    •    No seas pendejo, están hablando de béisbol. Los pinches ingenieros son beisbolistas, agarraron la plática rápido

Los mineros que estaban mirando se rieron y le mentaron la madre al secretario, uno de ellos le dijo a Jaime:
    •    Te lo dije, cabrón. 

“El Güerejo” salió furioso de la mina, esperó al secretario afuera de la puerta, a la hora que salió, se acercó al “Güerejo” y le dijo:
    •    ¿Por qué te saliste compañero? Discutimos tu asunto a gritos y por poco los agarro a madrazos cuando dijeron que no te iban a levantar el castigo. Cuando te busqué ya no estabas para que entraras conmigo, me dijeron que por esta vez ya estaba hecho y no podían hacer nada por ti, pero para otra vez que te encontraran mirando viejas encueradas se iban hacer de la vista gorda, ¿qué te parece? Para mí fue un triunfo sindical.

Mientras le decía sus palabras, el secretario sonreía a la par de que al “Güerejo” se le iba subiendo la sangre a la cabeza y poco a poco iba cerrando los puños, de momento le soltó uno en el mero hocico y le dijo:
    •    El golpe que te di en el hocico es para que no me vuelvas a ver la cara de pendejo y las patadas son por pinche chismoso.

El secretario se levantó, limpiándose la sangre de la nariz y boca, le gritó:
    •    Te voy a aplicar la cláusula de exclusión y no te vuelvas a parar por el sindicato.

    •    Chinga tu madre, tú y todos los que están ahí. 

Y Jaime “El Güerejo” no volvió a su trabajo en la mina.

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