El Ágora: Reinventar la masculinidad

Esta es una columna dirigida especialmente a los hombres. Amigos, colegas, alumnos, familiares y lectores de este espacio en general. Lo digo así porque el objetivo de hoy es hablar acerca de las masculinidades y de qué es lo que realmente podemos hacer si queremos ayudar a combatir la violencia de género, partiendo de la premisa básica de que el feminismo es un movimiento hecho por y para las mujeres, lo que implica, de entrada, que tenemos que identificar cuál es (y cuál no) nuestro lugar en todo este asunto.

Los hombres no podemos llamarnos feministas, entendámoslo. Solamente las mujeres pueden serlo. Evitemos autonombrarnos de esa forma, pues ese protagonismo es una de las principales causa de molestia para las feministas, y con sobrada razón. Para ser franco, yo ni siquiera me sentiría cómodo con las palabras “aliado” o “deconstruido”, pues me parece que están muy desgastadas. Me recuerdan a aquellos lobos disfrazados de ovejas que utilizan el lenguaje feminista para agredir y robar espacios.
El hecho de que un hombre busque figurar en asambleas, marchas y toda clase de actividades feministas, hace notar, más bien, que no ha entendido absolutamente nada. Hay que dar un paso atrás y saber escuchar a las mujeres.
Los hombres somos parte central de la violencia contra la mujer, justamente porque somos los beneficiados por el sistema patriarcal. Por ello, tenemos que cuestionarnos y cuestionar el machismo, en nosotros mismos y en los demás hombres con los que convivimos. Hay que convertirnos, incluso, en personas non gratas para nuestros cercanos, cuando incurren en conductas sexistas. El punto es reformar la masculinidad, pues esta ha sido, históricamente y hasta la actualidad, un dispositivo de violencia. Necesitamos, en efecto, un cambio de mentalidad social.
Así, el tema es replantear la forma en que usamos nuestros privilegios y evitar la perpetuación de comportamientos tóxicos. Quizás perdamos alguna amistad en el camino, quizás tengamos que salir de esos grupos de whatsapp donde nos comparten pornografía y “chistes” obscenos, quizás tengamos que hacer toda clase de aparentes “sacrificios”, pero al final, necesitamos preguntarnos si vamos a ser coherentes o si nada más vamos a colgarnos de un discurso para quedar bien, pero sin una auténtica voluntad de cambiar.
Por ello, pongo sobre la mesa los siguientes puntos, con la intención de que cada uno los reflexione desde su vida cotidiana; es decir, en la casa, escuela, oficina o trabajo:
Comprendamos que es necesario erradicar la violencia de género desde las aulas; que la violencia digital, por ejemplo en redes sociales, es real y tenemos que evitarla; que los vagones o asientos para mujeres en el transporte público son necesarios porque una abrumadora mayoría de ellas se sienten inseguras ante el acoso sexual; que el Día de la Mujer no es para felicitarlas, sino para conmemorar su lucha por la igualdad y participación política y social; que las manifestaciones o protestas de mujeres son de ellas, no de los varones; que un piropo no es un halago, sino una imprudencia; que los hombres no debemos asumir un rol paternalista y de falso protector hacia las mujeres, pues ello las minimiza y les resta autonomía; y, además, que el decir “no todos los hombres” no ayuda en nada, pues es una obviedad que resta importancia a las dimensiones de la violencia que vive la mujer.
 

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