LA GENTE CUENTA
Diez de la mañana: apenas ha pasado un día desde que llegamos a este lugar, pero las circunstancias parecen como si llevaramos más tiempo aquí, atracados, sin algún otro lugar a donde movernos. Una voz por el megáfono solo nos decía que mantuviéramos la calma, que fuéramos a nuestros camarotes y que esperáramos hasta nuevo aviso. Claro, además que nos prometían un reembolso del 100 por ciento.
Afuera, el mar parecía estable, indiferente a toda nuestra preocupación, picando sobre las rocas sus más blancas crestas, mientras que la gente se divertía, jugueteaba, se dedicaba a construir castillos de arena, a la vez que veían con recelo nuestra embarcación; aquí dentro reina la incertidumbre, la desesperación nos observa esperando la ocasión para apoderarse de nosotros.
Como no hay mayor alternativa, gran parte de nosotros decidimos encerrarnos en nuestras habitaciones, y de pronto encontramos diferentes formas de pasar la agonía del tiempo: los padres platican por primera vez con sus hijos, las parejas resuelven su falta de confianza entre unos y otros… los que vamos solos encontramos cierto confort en la literatura.
Tres de la tarde: el confinamiento en espacios pequeños hace desesperar a algunas personas, y para aliviar eso, deciden dar un paseo por toda esta embarcación, pese a estar prohibido por el momento; se dirigen al bar, y ahí descubren que, a estas alturas, el alcohol es su mejor aliado; se oyen lamentos de niños que esperan salir pronto de aquí para comenzar a disfrutar del clima y del sol. Es inútil, digo para mis adentros.
Seis de la tarde: un alarido llega desde afuera. Definitivamente no proviene de alguno de nosotros, y entre los gritos apenas alcanzo a distinguir un mensaje: “no los queremos aquí”. ¿En qué momento comenzamos a debilitar nuestra mente por un simple grito? Comenzamos a pensar que somos aquellos extranjeros que trajo desdicha y desgracia a un pueblo milenario.
Llega la noche una vez más. Los del bar se están cayendo por la ebriedad, los niños dejaron de quejarse y se fueron a dormir. Ahora escuchamos atentos a uno de los pasajeros mientras nos muestra su celular: somos noticia nacional. Y según él, es cuestión de unas cuantas horas para que sepamos nuestro destino final, aunque desde lo más profundo de mí pienso que esta noticia no es muy alentadora.