#ENTRE EL CALLEJÓN Y EL TENDIDO
La tarde del 16 de mayo de 1820, “Bailaor” de la Viuda de Ortega infirió mortal cornada al sevillano
Estimados amigos con el gusto de saludarles a través de Plaza Juárez. “Un toro mató a “Joselito” en Talavera de la Reina”, una noticia que se consideraba inverosímil, imposible por la naturaleza de torero que era José Miguel Isidro del Sagrado Corazón Gómez Ortega, “Joselito”, “Joselito El Gallo” o “Gallito”, lidiador todo sapiencia y poder no podía morir de una cornada, ¿no decía la madre del joven maestro que “Para que un toro coja a José, necesita aventarle el pitón”? Pero por desgracia tal noticia, que llenó de luto a España y al mundo taurino entero, se confirmó al paso de las horas.
Era el 16 de mayo de 1920 en el festejo de feria en Talavera de la Reina, el quinto astado, de los enviados por la Viuda de Ortega, de nombre “Bailaor”, características nada espectaculares, más bien un ejemplar de menor volumen que sus hermanos, de cuerna corniapretado, astifino y ligeramente “bizco” del pitón derecho, pero con un grave defecto visual y peligrosísimo para los lidiadores, el toro era burriciego (toros que ven de lejos y no de cerca), al que, cuando se disponía a pasar de muleta, le perdió la cara un momento, el burel se arrancó y al perder de vista al torero lo arrolló infiriéndole una terrible cornada penetrante de vientre.
Una vez más la muerte, omnipresente en la Fiesta Brava, cobraba una nueva víctima, pero no cualquier víctima, esa ocasión se llevó a uno de los más grandes los toreros de la historia de la Tauromaquia.
Fue “Joselito”, junto con Juan Belmonte García y Rodolfo Gaona Jiménez, los revolucionarios de la tauromaquia hasta entonces ejecutada en las Plazas de Toros, en que, bajo la teoría taurina de Rafael Molina Lagartijo de “se quita Usted o lo quita el toro”, se lidiaba sobre piernas, ejecutando pases de muleta “por la cara” del astado, en un intento de pararlo y fijarlo para darle muerte a estoque.
Con el surgimiento de esta triada con sus “tauromagias” (así tauromagias) de fijar y plantar los pies en la arena, parar la embestida de los toros, templarla y hacer pasar a los bureles entornos de su cuerpo, tras la muleta, para después con un muñecazo despedir la embestida “por la pierna de salida” y enganchar nuevamente al toro para engarzar otro nuevo muletazo realizando faenas acompasadas y rítmicas, haciendo “el toreo en redondo”
Nació José, el 8 de mayo de 1895 en Gelves, Huerta de El Agarrobo, Sevilla, en el seno de una familia de origen gitano y de profundas raíces taurinas, que contaba ilustres matadores de toros entre sus miembros, todos conocidos como Los Gallos. Nieto, hijo y hermano de toreros, fue considerado en su momento niño prodigio del toreo, ya que desde la tierna edad de ocho años comenzó a torear en tentaderos a los que los ganaderos de buen talante le invitaban. Antes de cumplir 13 años, visitó por primera vez de luces en Jerez de la Frontera, matando un eral, pero ante el gran tamaño de su segundo enemigo el público le impidió matarlo, se dice que en jovencísimo Joselito lloró de coraje.
El corte del toreo de Joselito era largo en su trazo y poderoso, dominaba todas las suertes de los tres tercios, muy capaz con el capote y de facultades “prodigiosas” para banderillear, dominador con la muleta, se decía “que pensaba como toro”, pues parecía adivinar las reacciones de los astados a los que se adelantaba e imponía sus condiciones de lidia, con la espada era un matador fácil y certero. Casi al parejo del joven Gómez Ortega fue creciendo, taurinamente, otro chico sevillano, del Barrio de Triana, más limitado de condiciones, sobre todo físicas, le costaba trabajo irse de los toros entre pase y pase, por lo que comenzó a cambiar la forma de hacer el toreo, se llamaba Juan Belmonte, al que celoso de su sitio José le peleó la supremacía en todos los terrenos, ambos toreros muy jóvenes llevaban sobre sus hombros el peso de las temporadas taurinas de toda España, y a los que pronto se les sumó el mexicano Rodolfo Gaona Jiménez, alumno predilecto de Saturnino Frutos “Ojitos”.
José Gómez Ortega “Joselito El Gallo”, no debió haber toreado la tarde de su muerte en Talavera de La Reyna, a donde acudió empujado por la incomprensión de los aficionados de Madrid que se no se sentían satisfechos de lo que hacían “Belmonte” y él en el ruedo, por considerar que dada la facilidad con que toreaban, su quehacer no implicaba riesgo, por lo que ante el ambiente tan contrario hacia ellos, Joselito decide que no volvería ese año a Madrid, ni siquiera a torear la corrida del siguiente domingo en la que ya estaba anunciado. Acudiendo, puntualmente a la trágica cita con “Bailaor” en Talavera de la Reyna, confirmando que en la Fiesta Brava el peligro siempre está vigente cuando se enfrentan un hombre y un toro bravo. Los astados no conocen de categorías en el Toreo a todos embisten por igual.
Por ahí nos vemos ENTRE EL CALLEJÓN Y EL TENDIDO si Dios lo permite.