Estimados amigos, saludándoles con el afecto de siempre a través de este espacio de Plaza Juárez. Inmersos que hemos estado, analizando y comentando, en el tan traído y llevado tema de la prohibición de menores de edad a las corridas de toros en nuestra Bella Airosa, que pasamos por alto el cincuenta y cinco aniversario de la muerte de Juan Belmonte “El Pasmo de Triana”, que se cumplió el pasado sábado 8 de abril,
Nacido en el Barrio Sevillano de Triana el 14 de abril de 1892, fue bautizado como Juan Bautista José de la Santísima Trinidad Belmonte García, a pesar de no contar con antecedentes taurinos familiares, ni recursos económicos alcanzó un sitio inconmensurable en la Fiesta Brava, al lado de José Gómez Ortega “Joselito” y el fino diestro mexicano Rodolfo Gaona Jiménez, que a principios del siglo XX revolucionaron el toreo, sobre todo él, Belmonte, que ha sido considerado el padre del toreo moderno, ya que si bien es cierto que Joselito y Gaona eran un dechado de facultades que les permitían “poderles” a todos los toros en una época en que se toreaba por piernas, procurando quitarse del viaje natural de los astados como dictaba la Tauromaquia de Lagartijo “o se quita Usted o lo quita el toro”, sin embargo Belmonte, se dice que por deficiencias físicas, fijó los pies en la arena, se queda quieto y hace que el toro se desplace en torno suyo quebrando la cintura y alargando los pases de muleta, sacando la muleta por debajo del pitón y no por encima como entonces se estilaba.
Belmonte comienza practicar su innovadora forma de torear, desde su toreo de capote en el que, para rematar los lances ejecuta la media verónica muy quieto desmayando la mano de salida y dando un leve giro con lo que el toro yéndose tras el capote realizaba un semicírculo en torno al diestro que hundiendo el prominente mentón en el pecho salía despaciosamente hacia el lado contrario del viaje del astado; eso mismo lo realiza posteriormente con la muleta concibiendo una nueva manera de realizar el toreo, embarcando al toro en los vuelos de la muleta templando la embestida y despidiéndolo con un movimiento de muñeca, lo que algunos detractores, a lo largo de la historia le han negado al “Pasmo de Triana”.
En su carrera Belmonte estoqueó alrededor de 1400 toros, actuando siempre con pundonor y valentía, valor que los más grandes toreros le reconocieron, se cuenta que Rafael Guerra Bejarano “Guerrita” decía “el que quiera verlo, debe darse prisa”, porque se pensaba que por lo cerca y ceñido que toreaba cualquier día lo iba a matar un toro. Carlos Fernández y López Valdemoro “Pepe Alameda”, señalaba que Belmonte “toreó más cerca y templado que sus predecesores, pero, en cuanto a la concepción de la faena, igual que ellos. Su faena se desarrollaba invariablemente en la línea de los terrenos naturales, con varios pases por alto, algún pase natural ligado con el de pecho, y de añadidura, algún desplante, molinete o paso de farol”
Sin duda, como lo hemos señalado antes, Belmonte ciñó el toreo, lo que logró a base de saber y poder llevar templados a los toros, “enganchándolo” en la muleta lo llevaba templado, embebido en el engaño ciñéndolo a su cuerpo y en el último tiempo del muletazo, cuando el astado empezaba a revolverse lo despedía, como ya dijimos, con un movimiento de muñeca haciendo que el toro describiera una curva en torno al a su cuerpo, lo que le permitía ligar varios muletazos.
Afinando su toreo aprendió y enseñó a “cruzarse” mucho provocando la embestida citando al pitón contrario, tal y como se torea hoy día a partir de la tauromaquia de Belmonte. Gaona fue fiel intérprete de esta forma de torear, imponiéndole, además, un sello personal, haciendo el mismo tipo de toreo pero con un acento mexicano, que encontró a su mejor exponente en “El Compadre Silverio Pérez”. Esa fue la aportación de Belmonte al toreo, sin embargo el Trianero decía “para mi aparte de cuestiones técnicas, lo más importante en la lidia, sean cuales sean los términos en que ésta se plantee, es el acento personal que en ella pone el lidiador. Es decir, el estilo. El estilo es también el torero. Se torea como se es. Esto es lo importante: que la íntima emoción traspase el juego de la lidia…”
Es Juan Belmonte García otro de los inexplicables casos del Toreo, que después de haber desafiado y burlado infinidad de ocasiones a la muerte frente a las astas de los toros, la tarde del 8 de Abril de 1962, a días de cumplir setenta años de edad decide poner fin por propia mano a su vida, en su finca de Gómez Cerdeña; sobre este hecho se tejieron las más diversas e inverosímiles versiones La verdad de su decisión se la llevó a la tumba, pero cualquiera que haya sido, indudablemente, fue producto de su recio carácter, carácter que lo llevó a las más inconmensurables alturas del Toreo.
Por ahí nos vemos ENTRE EL CALLEJÓN Y EL TENDIDO sin Dios lo permite.