RETRATOS HABLADOS
Al cierre de año, nos guste o no, aceptémoslo o no, el país ha desembocado en la generación de una nueva estratificación social, donde viejas y permanentes divisiones por la desigualdad económica se han convertido en el eje central del discurso político para cimentar su poder. No es ninguna novedad el uso de la división de clases para obtener una base firme en cualquier régimen, pero sí su uso abierto en un país que día con día se fragmenta más entre los que tienen todo y los que tienen nada.
Una constante en la historia de México ha sido la dramática realidad en la que se repiten los calificativos dirigidos a los “popofs”, “esnobs” y hoy “fifís”, para marcar la diferencia con los otros, que siempre son mayoría, y regularmente fortalecen movimientos de reivindicación.
México se asoma al 2024 a una realidad que siempre ha vivido, porque la desigualdad va con su propio origen, pero también al profundo rencor de los que han visto transcurrir generaciones tras generaciones sin que se registre cambio alguno en esa estratificación social, y por el contrario, una radicalización aún mayor entre los que han amasado más poder económico y los que debieran resignarse a su infausto destino.
Realidad que algunos insisten en calificar como una polarización creada cuando su existencia se remonta a muchísimos años, y que hoy mismo es argumento constante en el discurso de los que pretenden cimentar la idea, de que el odio y la pugna de clases es responsabilidad de un gobierno que está por concluir su periodo constitucional.
No es así y todos lo sabemos. Sí es sin embargo, que la improvisación en no pocas áreas del gobierno ha escenificado verdaderos escándalos de ineptitud, ante los rescoldos de un sistema que vive, tal vez, sus últimos momentos.
Nadie dudará que Andrés Manuel López Obrador represente la rotunda negativa de una inmensa mayoría de mexicanos a cumplir un destino casi divino, que siempre los ha colocado en el lugar de los sin futuro, los sin esperanza, los que simplemente estaban condenados a la sobrevivencia inhumana.
Nadie tampoco que pese a los errores cometidos, lo mantiene la calidad moral y buena voluntad para cambiar el estado de las cosas.
En eso no hay dudas.
Sí en cambio en que a la destrucción de estructuras de poder corruptas o no, no siguió la construcción de nuevas en que se rescatara lo limpio de regímenes pasados, y sí en cambio la conservación de patéticos personajes, que a la fecha nadie entiende cómo lograron colocarse en cargos de primer nivel en un nuevo gobierno, al que combatieron con singular rencor en sus tiempos en que todo cambio era visto como destrucción.
AMLO también empieza a pecar de negarse a ver una realidad que durante toda su carrera contempló con ojos abiertos, de manera descarnada, porque es la única forma de entender las necesidades de un país. Lo otro, mirar lo que se quiere mirar a través de decenas de velos, lleva a engañarse, a la autocomplacencia que nunca fue alternativa para el candidato casi eterno.
Pese a todo, aún hay esperanza.
Mil gracias, hasta mañana.
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