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106 AÑOS DEL DEBUT DE JUAN BELMONTE EN SEVILLA

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#ENTRE EL CALLEJÓN Y EL TENDIDO
    •    El 21 de julio de 1912, Sevilla se deslumbró con la forma de torear diferente de un joven desgarbado del Barrio de Triana que vendría a revolucionar el toreo


Estimados amigos, con el placer de saludarlos desde este espacio de Plaza Juárez. El pasado sábado 21 de julio se cumplieron 106 años de la presentación de Juan Belmonte García en la Plaza de la Real Maestranza de Caballería de Sevilla, Belmonte un joven desgarbado, limitado de condición física, mal vestido de torero, con cara de hambre y tez enfermiza, lejos de despertar la admiración y respeto que los aficionados, sobre todo las mujeres, suelen tener por los toreros esa tarde Juan Belmonte era la nota discrepante y hasta molesta de la novillada de aquella tarde en la Maestranza Sevillana, en la que se anunciaron novillos del Duque de Tovar para Matías Lara “Larita”, con las presentaciones de Francisco Posada y la de un torerillo del Barrio de Triana que ya había lidiado algunos novillos sin picadores y que por su manera de hacer el toreo, completamente distinto a como se lidiaba en la aquella época no pocos calificaban de “chalao”, así apenas asomar a la puerta de cuadrillas de la Maestranza comenzaron los gritos chuscos en contra del novillero sevillano.
Durante la lidia de los dos primeros novillos Belmonte apenas tuvo intervención y, según las crónicas, de manera no muy afortunada, ante los escépticos que querían mandarlo a los infiernos por sus atrevidas maneras y los menos que intuían en él una nueva forma de entender la lidia, los primeros novillos trompicaron a Juan cuando pretendía hacer quites en su turno.
Cuando saltó a la arena el tercer ejemplar de la tarde, primero de Belmonte, la historia cambió completamente, tornándose las carcajadas y las en ovaciones y emocionados olés que coreaban los ceñidísimos lances con los que el Trianero recibió al burel, dejándose hacer el toreo sobre piernas que se estila en ese tiempo, para con los pies muy quietos marcar la salida del novillo con el juego de brazos.
Con la muleta, de igual manera, con los pies bien clavados en la arena hizo pasar al astado marcando el viaje de la embestida y señalando la salida al término del muletazo, lo que obligaba a exponer una barbaridad, al concluir la faena fue volteado por el novillo que le destrozó la taleguilla al diestro en el primer viaje con la espada, se levantó sin mirarse la ropa y en el segundo viaje logró una estocada entera que tumbó sin puntilla al novillo del Duque de Tovar. En ese momento Sevilla se rindió a Belmonte.
La expectación era grande para verlo lidiar a su segundo, que cerró plaza, en los tendidos ya no se burlaban del torero al que parecían haber perdonado su pobre vestimenta, sus hechuras descompuestas y otras cuantas cosas más que algunos buscaban como argumento para atacarle. Repitió su la actuación que había brindado en su primer enemigo y al doblar el sexto, que también lo achuch al tirarse a matar, la gente saltó al ruedo alzando en hombros para llevarlo en volandas hasta su casa del Barrio de Triana.
Ahí nacía la leyenda de Juan Belmonte, el gran revolucionario que con José Gómez Ortega ‘Gallito’ y Rodolfo Gaona, protagonizó la Edad de Oro del toreo.
Tenía Juan veinte años, había vestido por primera vez de luces a los diecisiete en la plaza de toros de Elvas, en Portugal, su manera de hacer el toreo era inverosímil para su época; comienza practicar su innovadora forma de torea cuando lancea con el capote, para rematar los lances ejecuta la media verónica muy quieto desmayando la mano de salida y dando un leve giro con lo que el toro yéndose tras el capote realizaba un semicírculo en torno al diestro que hundiendo el prominente mentón en el pecho salía despaciosamente hacia el lado contrario del viaje de la res. Eso mismo lo realiza posteriormente con la muleta inventando una nueva manera de realizar el toreo, obligando a los demás diestros a seguir esa forma de torear que fue apreciada inmediatamente por los aficionados.
Sin ningún antecedente taurino en su familia Belmonte inicia su aprendizaje toreando de noche, “haciendo la luna”, en las dehesas que pastaban a orillas del río Guadalquivir, hasta que se presentó en Elvas, al poco tiempo ya alternaba con novilleros punteros, en 1912 alcanza un triunfo significativo en Valencia y posteriormente se presenta en Sevilla, su comparecencia en Las Ventas de Madrid fue acogida con gran interés por su peculiar estilo de hacer el toreo.
Al año siguiente, 1913, toma la alternativa en Madrid de manos de Machaquito, con el mismísimo Rafael Gómez Ortega “El Gallo”, alcanza grandes y constantes triunfos, siendo el más trascendentes de ellos la tarde del 21 de Abril de 1914 cuando alterna por primera vez con “Joselito” con un encierro de la legendaria vacada de Don Eduardo Miura.
No quisimos dejar pasar desapercibida esta fecha en la que, indudablemente, Juan Belmonte reinventó la forma de lidiar toros bravos.
Por ahí nos vemos ENTRE EL CALLEJÓN Y EL TENDIDO si Dios lo permite.