RETRATOS HABLADOS
En su cuenta de X, se presenta como “presidente del municipio democrático indígena de San Salvador, Hidalgo; maestro, sindicalista y activista de izquierda”. Es Armando Azpeitia Díaz, quien está por concluir una de las administraciones municipales más lamentables en la historia del ayuntamiento que gobernó, cuando sus múltiples ocupaciones como activista se lo permitieron, además que toda su atención la tuvo y tendrá ser la máxima autoridad de la Escuela Normal Luis Villarreal, de El Mexe, para lograr concentrar en dicha institución toda la actividad de movilización de las normales rurales del país.
Ayer mismo, un grupo de jóvenes estudiantes de El Mexe, bloquearon por un corto espacio de tiempo el bulevar Felipe Ángeles, para exigir la inmediata reinstalación de cinco profesores que, según aseguraron, fueron dados de baja por las autoridades de Educación Pública, sin que precisaran las causas, aunque sí trascendió que el hijo del todavía edil, estaría entre los cesados.
El hecho sustancial es que, Azpeitia Díaz, ha decidido empezar a mostrar que tiene poder entre los normalistas, y que luego de no ser tomado en cuenta para ser candidato a diputado federal por Morena, con los patéticos resultados como presidente municipal a manera de carta de presentación, parece que regresa a la única actividad que maneja con tino: el activismo de izquierda, lo que sea que él entienda por ello.
Porque si algo entiende el personaje citado, es que toda coyuntura política que no se aprovecha se pierde, y se pierde para siempre. Y la coyuntura de hoy es armar todos los conflictos que sean necesarios, para obligar a que le regresen a él, que no a los estudiantes, las instalaciones de la Normal de El Mexe, y si se puede que las escrituren, luego de sacar a los alumnos de la Universidad Politécnica de Francisco I. Madero.
Y es que lo sucedido este martes fue una simple muestra de que el aleccionamiento en consignas, ya con una mejor rima ripiosa, el acarreo de jóvenes estudiantes para imponer su voluntad, puede crecer a niveles críticos, si recurren a personajes que, por supuesto no son alumnos, pero sí expertos en acciones de choque, sea cual sea el saldo trágico.
La prisa por lograr su objetivo, ya que, con la conclusión del gobierno del presidente, Andrés Manuel López Obrador, difícilmente se mantendrá un compromiso surgido precisamente en una coyuntura electoral, de reabrir con todo e internado, instalaciones y tierras de cultivo, la escuela normalista. Porque un jefe de la Nación tan avezado en el activismo político, difícilmente puede ser chamaqueado con la historia de que el señor Azpeitia solo tiene intereses educativos en la reapertura de la Normal.
Insisto, lo de ayer fue solo una mínima muestra de lo que pueden hacer, y la historia es un buen lugar para recordar todo lo sucedido hasta el cierre de la escuela.
Firme creyente en los movimientos de izquierda en el Continente, el todavía alcalde de San Salvador, ve con ojos de admiración lo acontecido en países como Cuba y Venezuela, en regiones donde simplemente se pudo confirmar que el poder obnubila, enloquece, desquicia igual a “cochinos capitalistas”, que a redentores de la izquierda, o a los que en un principio buscaban el camino del martirio, pero que nunca negaron su enamoramiento por el poder y todo lo que esto implica.
Si las Escuelas Normales Rurales aún son necesarias, eso deberá decidirse en foros abiertos ajenos a dogmatismos y fanatismos de “revolucionarios”, y siempre con la fortaleza para impedir su manipulación por viejos y anquilosados “compañeros revolucionarios”, ya entrados en los 60 y tantos años.
Mil gracias, hasta mañana.
@JavierEPeralta