RELATOS DE VIDA
Las crisis de la temporada decembrina no siempre son por indigestión, o por alcoholismo, muchas son por depresión o ansiedad, o al menos eso le pasaba a Minerva, adulta joven alegre todos los días del año, menos en la tradicional navidad.
Por el contrario, esta época la hundía en un profundo dolor, y en sentimientos de odio, ira, coraje, principalmente la sumergían en una dolorosa ansiedad y depresión, al grado que la mayor parte del tiempo se la pasaba en consultas médicas.
Empezaba con incrementos en la presión arterial, o al menos, eso era lo que contaba y creía, le seguían taquicardias, dolores de cabeza, entumecimiento de pies, descenso de la temperatura y un constante presentimiento de que sería su último día en la tierra.
Los múltiples síntomas y las consecuentes medicinas la mantenían en un letargo físico y mental, no reaccionaba de manera natural, actuaba por reacción, pero siempre acostada en la cama, con los fármacos alrededor y un vaso con agua en el mueble a un lado de su cama.
No creía en asistir a terapia o tener acompañamiento psicológico, pues se mantenía firme en la ideología de que las fiestas decembrinas le producían un malestar físico tan fuerte que le quitaban las ganas hasta de vivir.
La serie de padecimientos aparecían justamente al inicio de las posadas, y mágicamente desaparecían al iniciar un nuevo año, pues renacía como el ave fénix, y regresaba a ser una persona alegre, divertida, apasionada, trabajadora, en una palabra, era plena.
Desgraciadamente este malestar regresaba en diciembre, justo el día en que su padre comenzó a enfermar, para después fallecer un 24 de diciembre; así que a final de cuentas, sus molestias físicas eran producidas por el dolor que a pesar de los años, no ha podido superar.