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Hidalgo
lunes, junio 16, 2025

Manejando ando

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UN ADULTO RESPONSABLE

Siento que hoy la carretera y yo somos un sinónimo, 

solo avanzar, seguir la luz, hasta llegar.

Los Ángeles – Los Claxons

Antes me daba pánico manejar, no le encontraba sentido a lo que muchas otras personas disfrutan sobre tomar el volante y “volverse uno con el camino”. Además, siempre escuché las historias sobre lo costoso que puede llegar a ser el mantener un auto en condiciones funcionales (ya ni siquiera hablar de “buenas”, “óptimas” o “excelentes”, pues ese es otro boleto que implica mucho más dinero).

También escuché los traumas de los demás: como a una prima, que se estrelló contra la pared de la cochera de su casa mientras era su primera lección de manejo o un amigo, que compró su carro de segunda mano y lo reparó, lo reparó y lo volvió a reparar, al final, mejor lo vendió.

Y ni hablar de los accidentes fuertes, como los choques, en donde puedes perder más que lo material. Y es que manejar no es cualquier cosa, implica mucha responsabilidad, como en todo, claro, pero acá casi siempre debes preservar tu vida y la de los otros, que fácilmente pueden ser conocidos o completos extraños que venían a máxima velocidad.

Un día simplemente mis papás me dijeron: este es tu carro ahora y es tu completa responsabilidad. Los aprendizajes que he tenido desde entonces son impresionantes. Un tío me enseñó a manejar con prudencia y sin miedo, lo demás fue pura práctica, a la que estaba reacio en un principio pero con el tiempo acepté.

Finalmente llegó el día de exponer mis conocimientos ante la autoridad, y con un siete en la boleta pude sacar mi licencia por un par de años, mismos que he manejado cada vez con mayor soltura pero cierto de una verdad tan incómoda como inobjetable: no me gusta manejar, lo hago por necesidad.

Añoro los momentos en los que podía dormirme en el asiento trasero o ser el copiloto más despistado del mundo, pero creo que ya no existirán más, porque cuando te vuelves conductor sabes que el puesto de segundo al mando es trascendental y que el hacer plática desde atrás es vital para que el que va al volante no se quede dormido, sobre todo en los pesados viajes de noche.

Decir que ya me ha pasado de todo sería mentir, pero he comprobado de primera mano que cualquier lugar es peligroso mientras no aprendas a maniobrar, el zaguán de mi casa es “prueba viviente” de ello, pues parece que mis facias tienen un problema personal con él y sus puertas.

La policía me ha detenido en cuatro ocasiones distintas, todas ellas por faltas administrativas menores que si bien implicarían multa, me las han perdonado por no incitar a la famosa “mordida” y hablarles con respeto o por mi linda cara, tal vez, pero yo digo que es por lo primero.

En este mundo de trámites burocráticos interminables, el más engorroso y peor explicado, para mí, siempre va a ser la verificación del auto, y eso que ya he hecho muchos otros, como acudir al SAT con mi memoria de algún personaje de Disney para acreditar que ya soy un adulto.

Y entre la tenencia, el ya mencionado control vehicular, la gasolina, las distintas reparaciones, la grúa de aquella vez, el cambio de llantas y todo lo demás, un carro se vuelve como un hijo de tres años, ya sabes que puede sobrevivir sin tantos cuidados, pero de todas formas tienes que estar al pendiente de su manutención.

Pero sí, cantar a todo pulmón una de tus canciones favoritas mientras estás esperando el cambio del semáforo y por un momento pensar que de acá a la montaña más cercana no hay mucho tramo, no tiene precio. Aunque termines volviendo a la realidad, avances, y llegues al trabajo, como siempre.
Nota: Nadie va por la vida tratando de estorbar, por lo que creo que es conveniente ser más pacientes con aquellos autos varados en el camino por cualquier situación.

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